Kris se sentía muy triste, no entendía por qué ninguna de sus cartas obtenía respuesta. Había escrito a Santa Claus, al Niño Jesús, y a los Reyes Magos, y ya todas las fechas habían caducado sin señales de su deseo. Aquella navidad se había convertido en la peor de su vida, ¿Qué tan complicado era lo que pedía? Ni siquiera se tomó la molestia de pedir un juguete como los demás niños del mundo, su deseo era poder ver a su familia completa en casa como hacía varios años había dejado de pasar.
Desde que su padre y su hermano mayor se fueron al otro lado del mundo a buscar mejores oportunidades de trabajo, no los habían vuelto a ver. Ni siquiera una carta, ni un mensaje, y las comunicaciones eran imposibles para la zona donde se encontraban por estar muy apartados de la ciudad. Era época de invierno, Kris y su mamá estaban solas junto a los abuelos. Apenas podían mantenerse con las remesas que su papá enviaba cada mes, y su madre viajaba a la ciudad en la fecha indicada para cobrar el dinero, hacer las compras de la casa, y aprovechaba para vender cositas que fabricaba.
Estaba nevando demasiado, tenía que salir muy abrigada para no resfriarse. El abuelo, aún se sentía con fuerzas para ayudarla en las labores de la casa, sobre todo a cortar leña para mantener la chimenea encendida. La abuela no la estaba pasando bien con los dolores en los huesos por el frío extremo, la temperatura estaba a 20° bajo cero y prometía nevar por más tiempo. La mamá de Kris esperó unos minutos en la parada del bus que estaba en la carretera, y allí tomó uno que la llevaría hasta la ciudad. Por suerte venía casi vacío.
Al llegar, caminó por una larga avenida hasta llegar al banco para cobrar el dinero y luego ir a hacer las compras. Mientras andaba, pensaba en el deseo de su hija, y su tristeza por no verlo cumplido a pesar de haber escrito tantas cartas. Al entrar al supermercado de la ciudad, vio en una decoración que aún se encontraba ahí, un hermoso Cascanueces, una de las representaciones más lindas de la navidad.
La señora leyó al pie del hermoso hombrecito, una leyenda que decía: “Lucha siempre por tus sueños y por la unión de la familia”. Desde lo más profundo de su corazón, la madre de Kris buscó lápiz y papel, y escribió una carta en nombre de su hija, pidiendo al cascanueces que concretara aquel milagro. La guardó dentro de su traje, y se fue de regreso a su casa.
Pasaron los días, ya había olvidado la petición, y una mañana cuando iba subiendo los escalones de la cabaña, dos voces conocidas a su espalda la sorprendieron, no podía creerlo, eran su hijo y su esposo.
A gritos llamó a su hija y a sus padres, quienes emocionados salieron a recibirlos. Por fin la familia nuevamente unida, y estaba segura de que todas las cartas llegaron a su destino, pero el milagro del cascanueces debía completar la misión de darle a Kris el deseo anhelado.
Autora: Ana C. Rivero Foucault
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