Mi estimado amigo @irvinc, su exposición en torno al tema, me ha recordado una singular película española “EVA (2011)”. En ella, se trata el tema de cómo configurar correctamente las aptitudes y capacidades de unos robots, que de buenas a primeras, nadie podría decir que eran sistemas cibernéticos.
En la programación de su robot, usted podía ajustar los niveles seriedad, tolerancia, orgullo, afecto, …, hasta el nivel de la voz -imagínese-.
Le contradigo cuando se refiere a esas características humanas como “defectos”. En mi opinión, etiquetar la intolerancia, la duda, la impaciencia o el pesimismo como “defectos humanos” no hace justicia a la complejidad de nuestra naturaleza. Estos aspectos, lejos de ser fallos, son precisamente lo que nos define como seres humanos. La intolerancia, aunque negativa, puede ser vista como una reacción a lo desconocido, algo profundamente arraigado en nuestra biología para protegernos. La duda, por otro lado, es el motor del pensamiento crítico, la chispa que nos impulsa a cuestionar y a buscar la verdad más allá de lo evidente.
La impaciencia puede ser frustrante, pero también refleja nuestra pasión y urgencia por alcanzar nuestras metas. Y el pesimismo, aunque a menudo desalentador, nos permite prepararnos para lo peor y, en muchos casos, encontrar soluciones más realistas y efectivas. Al reconocer y aceptar estas características, nos abrazamos en nuestra humanidad, con todas sus imperfecciones y maravillas. Sería simplista y deshumanizante imaginar una existencia sin estos matices, como si fuéramos meros robots programados para funcionar sin emoción o conflicto.