
Revisiting the Espiral Collection this time has brought back a wave of nostalgia for photography. I've always loved this visual art, especially when it comes with such quality, as is the case with Raúl Corrales, born in Cuba in 1925 in the province of Camagüey.
As the book demonstrates, Corrales channeled his difficult childhood experiences, after his parents emigrated from Galicia to a small town near the Stewart sugar mill.






His worldview, shaped by those childhood experiences, is explored in his work, and in some cases, despite the passage of time, his photographs still reflect images we might find in the Cuban countryside, such as peasants working from sunrise to sunset, shirtless or in tattered clothes. This is even more relevant given the current economic crisis in the country, although another kind of happy peasant has also emerged, one that bears no resemblance to the portraits of that other great figure of Cuban art, Carlos Enrique.





The book describes the entire trajectory of this artist from childhood and adolescence, his past jobs in the countryside, and later, as a teenager, how he had to work in the city after his mother decided to seek her fortune in the capital.





At just 13 years old, with only a sixth-grade education, he got his first job as a bellboy at the El Carmelo café-restaurant, a popular spot for Havana's high society. It was there that Corrales discovered American publications like Look, Pic, and National Geographic. The images in these magazines sparked the artist's curiosity for the magical world of photography, and it was the Farm Security project, which documented rural life in the United States, that fulfilled his artistic aspirations.
He then bought his first camera, a small, inexpensive, and fragile device that served as his school, even though he only used it to enjoy the negatives because he couldn't afford developing and printing.





Raúl Corrales presents a panoramic vision in his works, encompassing both the whole and its parts. And due to that childhood influence, his work is divided into two fundamental contexts: the rural and the urban. It also reflects the process of how urban man intervenes in the rural fabric.





This beautiful catalog of photographs shows us not only the artist's quality, but also his sensitivity, which was present in his work until his death on April 15, 2006. Currently, his works are collected in Casa de las Américas, the Fototeca de Cuba, the Centro Studi e Archivio della Comunicazione, among other places.


And as he once said in an interview: "In photography there are no rehearsals. The path I have traveled has been very long, with successes and failures, and I don't regret what I have done, not to this day."



I hope, then, that you can enjoy his photographic work, and perhaps this book as well, should it ever come into your hands.




Acercarme nuevamente a la Colección Espiral, esta vez, me ha traído la nostalgia de la fotografía. Siempre me ha gustado este arte visual, más cuando viene con la calidad debida, como es el caso de Raúl Corrales, nacido en Cuba en 1925 en la provincia de Camagüey.
Corrales como lo demuestra el libro, ha sabido arrojar toda su experiencia de una infancia difícil, luego de que sus padres emigraran desde Galicia hasta un pequeño pueblecito cerca del central Stewart.






Su visión del mundo marcada por esas experiencias infantiles son abordadas en su obra y en algunos casos a pesar de años un poco alejados en el tiempo, aún reflejan imágenes que tal vez podamos encontrar en los campos cubanos, como sucede con los campesinos trabajando de sol a sol, con torsos descubiertos o ropas rasgadas, más aún, en la actual crisis económica que vive el país, aunque hayan también florecido otra especie de campesinos felices que nada tienen que ver con el cuadro de ese otro grande de la plástica cubana que es Carlos Enrique.





El libro describe toda la trayectoria de niño y adolescente de este artista, los trabajos pasados en el campo y luego como tuvo que trabajar de adolescente en la ciudad, luego de que su madre decidiera buscar fortuna en la capital.





Con solo 13 años y con sexto grado, obtuvo su primer trabajo como Bell boy en el café restaurante El Carmelo. Muy frecuentado por la alta sociedad habanera. Es en este lugar donde Corrales descubre las publicaciones norteamericanas como Look, Pic y National Geography. Fueron las imágenes de estas revistas las que despertaron la curiosidad del artista por este mundo mágico de la fotografía y fue el proyecto Farm Security, que documentaba la vida campesina de Estados Unidos la que completó sus deseos artísticos.
Así compró su primera cámara fotográfica, un aparato, pequeño, barato y frágil pero que le sirvió de escuela, aunque solo se dedicara a disfrutar de los negativos porque no tenía como pagar el revelado y la impresión.





Raúl Corrales presenta en sus obras una visión panorámica que incluye el todo y sus partes. Y debido a esa influencia de la infancia, su obra se divide en dos contextos fundamentales: El rural y el urbano.Como también refleja el proceso de como el hombre urbano interviene en el entramado rural.





Este hermoso catálogo de fotografías nos muestra no solo la calidad del artista, sino también su sensibilidad que estuvo presente en su obra hasta su fallecimiento el 15 de abril del 2006. Actualmente sus obras se encuentran coleccionadas en la Casa de las Américas, La fototeca de Cuba, El Centro Studi e Archivio della Comunicazione, entre otros lugares.


Y como el dijera una vez en una entrevista: En la fotografía no hay ensayos, el trayecto por el que he caminado, ha sido muy largo, donde he tenido éxitos y errores y no me lamento de lo que he hecho, hasta hoy.



Espero entonces que ustedes puedan disfrutar de su obra fotográfica, como en algún momento también de este libro si alguna vez llega a sus manos.


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