ESPAÑOL

Hola a todos, muy buenos días en este inicio de semana, deseando que sea el despertar de una semana maravillosa llena de paz, éxitos, y excelentes acontecimientos. Este fin de semana fue movido, y creo que así sucedió en muchos rincones de mi país, porque la maravillosa voz de la empatía hizo un eco tan ruidoso que estremeció las fibras de millones de corazones en cada lugarcito, hasta el más pequeño y escondido en el mapa recibió ese rugido que le impulsó a ser parte de una logística masiva para apoyar a nuestros hermanos merideños después de la tragedia natural que afectó sus casas, sus pueblos, y sus vidas, por completo.

Podría pasar horas escribiendo todo lo que emana de los sentimientos encontrados que se formaron en mi interior, pero sólo necesito drenar los que me llenan de alegría, esperanzas, y emoción bonita. Ha sido una semana de sucesos imparables, entre malos, tristes, angustiantes, pero también esperanzadores, sensitivos y solidarios. Siento que en medio de tanta tragedia inevitable, la naturaleza intentaba decirnos muchas cosas, pero el mensaje se ha ido interpretando lentamente y a medida que eso se logra, las acciones se activan con rapidez, y eso es lo más importante.

No tengo palabras suficientes para describir la emoción que me causa la manera tan feroz en la que el pueblo venezolano se unió en un momento tan difícil, y fui testigo de tantos granitos de arena que han llegado, y la manera cómo en mis ciudades hermanas se abrazaron para hacer magia… la magia del amor, la empatía, la solidaridad, la bondad, la humildad, y muchos sentimientos hermosos más, plasmados en cada acción. Es que realmente fue mágico ver como la cadena de humanidad se iba formando con eslabones que se integraban por todos lados ante el eco estruendoso que se generó. Desde una casa por urbanismo, hasta llegar a un centro de acopio por sector, y de allí al centro de acopio matriz, para organizar cada donativo y dejar todo el amor guardado en cientos de cajas que partirán a su destino esta semana.

Fue emocionante ver llegar en fila a tantas personas para llevar cualquier cosita que iba impregnada de amor, no importa que tan poco o que tan mucho pudiera ser, se hicieron presentes para brindar su amor… hasta los niños iban con su bolsita de medicinas, o con la ropita de cuando eran bebés, cada gesto era tan emotivo como el otro. Una amiga de los voluntarios de Vida que estuvieron en la logística de ayer, me dijo: “Guardamos cosas que ya no usamos como recuerdos de algún momento especial, pero hoy es el momento de desprendernos de ellas porque alguien más, verdaderamente lo necesita”, y de esa manera dentro de mi bolsa de ropa se fue hasta la ruanita de mi hija que salió de Mérida hace más de 20 años, y ahora regresa a ella para abrigar a otro niño. No sé si se me hinchó el corazón con una cosa más que con otras, pero desde cada lugarcito donde nos encontramos apoyando, la emoción se está haciendo presente, las anécdotas bonitas quedarán, y la satisfacción de entender el mensaje de la naturaleza y trabajar en él, ya lo es todo.

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