Saludos. La amiga @rosahidalgo en su columna para la comunidad @holos-lotus nos deja la invitación a reflexionar sobre la libertad y el control, dos temas que afectan de manera decisiva no solo la forma como nos vemos, sino cómo nos relacionamos con los demás. Les comento…
En mi juventud llegué a pensar que las normas y la libertad eran cuestiones opuestas. Creía que el ser humano podía vivir libremente, a su antojo, sin que nadie tuviese que meterse en sus asuntos.
Este pensamiento sin duda estaba atravesado por una gran ingenuidad, partía de un supuesto no explícito que no siempre es verdadero, suponía que todas las personas tenían la predisposición a actuar de buena manera.
Más adelante me di cuenta que la presencia de las normas en nuestras sociedades era una consecuencia, un mal menor que pretendía frenar los abusos de los más fuertes, de los más poderosos, y que de algún modo garantizaba los derechos de los más débiles.
Todos hemos conocido a alguien que le gusta abusar, como por ejemplo el que pone la música a todo volumen sin pensar en los demás, el que manosea a una muchacha sin su consentimiento, el que se orina en el primer sitio donde le provocó hacerlo. ¿Cómo nos podríamos defender de todos ellos si no tuviéramos alguna norma para regular la convivencia…?
Claro está, hay normas que son contrarias a la dignidad de las personas, como esas que obligan a contraer matrimonios arreglados con desconocidos, o las que impiden que las mujeres puedan andar con su cara descubierta. Son casos extremos que en algún momento tendrán que resolverse a favor de los afectados.
Siendo las cosas así nuestra libertad, por lo menos en lo que tiene que ver con la vida social, siempre se moverá dentro de algunos límites.
Pero hay un mundo interior, donde esa libertad puede tener un mayor alcance. Y esa posibilidad nos permite marcar diferencias y nos permite hacer cosas que estén fuera de lo que se ha convertido en costumbre…
Por ejemplo, en las relaciones de pareja es común que alguna de las dos partes pretenda ejercer el control. Esto ocurre principalmente en los hombres. Por mucho que hayamos avanzado todavía la sociedad sigue siendo machista, es la herencia de un modelo patriarcal donde los varones marcaban las pautas de la convivencia.
Ahora bien, nada impide que cualquiera de nosotros pueda romper esa costumbre de querer controlar al otro. Ahí si estaríamos ejerciendo plenamente la libertad, porque nos estaríamos revelando contra un patrón de convivencia que aprendimos en algún momento.
Sí reflexionáramos bien el asunto nos daríamos cuenta que es completamente absurdo querer controlar al otro integrante de la pareja. Si pensáramos que al igual que yo el otro también tiene la necesidad de organizarse como le parezca, las cosas serían distintas.
Creo que en el fondo es un asunto de empatía, de pensar cómo nos sentiríamos si alguien pretendiera imponernos cómo vamos a distribuir nuestro tiempo, qué actividades vamos a hacer, o con cuáles cosas vamos a alimentar nuestro espíritu.
En el pasado esa manía de controlar me generó muchos problemas y fue motivo de ruptura con alguna pareja. Pero de algún modo he aprendido un poco a no tropezar mil veces con la misma piedra.
Con bastante esfuerzo he logrado ubicarme en otro pensamiento donde es completamente normal que mi esposa haga las cosas que necesite.
Al día de hoy el ambiente que predomina en nuestro hogar es de mucho respeto, mi esposa y yo hacemos cosas juntos y otras separados. Cada quien organiza su tiempo atendiendo a las necesidades comunes e individuales, sin que ello genere malestares o molestias de algún tipo. Aprender a vivir de este modo es algo de mucho valor.
Dejar de controlar puede ser una gran oportunidad para ejercer nuestra libertad de ser mejores personas. Al no estar marcando pautas al otro nos sentimos liberados y tenemos más tiempo y energía para ocuparnos de nuestros asuntos. Es un reto que vale la pena intentar.
Gracias por tu tiempo.
Greetings. Friend @rosahidalgo in her column for the @holos-lotus community leaves us the invitation to reflect on freedom and control, two issues that decisively affect not only how we see ourselves, but how we relate to others. Let me tell you...
In my youth I came to think that rules and freedom were opposites. I believed that human beings could live freely, as they pleased, without anyone having to interfere in their affairs.
This thought was undoubtedly crossed by a great naivety, it started from a non-explicit assumption that is not always true, I assumed that all people had the predisposition to act in a good way.
Later I realized that the presence of rules in our societies was a consequence, a lesser evil that was intended to curb the abuses of the strongest, the most powerful, and that somehow guaranteed the rights of the weakest.
We have all known someone who likes to abuse, such as the one who plays loud music without thinking of others, the one who gropes a girl without her consent, the one who urinates in the first place where he was provoked to do so. How could we defend ourselves from all of them if we did not have some rules to regulate coexistence...?
Of course, there are rules that are contrary to the dignity of people, such as those that force arranged marriages with strangers, or those that prevent women from walking around with their faces uncovered. These are extreme cases that at some point will have to be resolved in favor of those affected.
Things being so, our freedom, at least in what has to do with social life, will always move within certain limits.
But there is an inner world, where that freedom can have a greater scope. And that possibility allows us to make a difference and allows us to do things that are outside of what has become customary...
For example, in couple relationships it is common that one of the two parties pretends to exercise control. This happens mainly in men. As much as we have advanced, society is still sexist, it is the legacy of a patriarchal model where men set the guidelines for coexistence.
However, nothing prevents any of us from breaking this habit of wanting to control the other. Then we would be fully exercising our freedom, because we would be revealing ourselves against a pattern of coexistence that we learned at some point.
If we were to reflect well on the matter, we would realize that it is completely absurd to want to control the other member of the couple. If we thought that just as I do, the other also has the need to organize himself/herself as he/she sees fit, things would be different.
I think that deep down it is a matter of empathy, of thinking how we would feel if someone tried to impose on us how we are going to distribute our time, what activities we are going to do, or with what things we are going to feed our spirit.
In the past, this mania for control generated many problems for me and was the reason for breaking up with a partner. But somehow I have learned not to trip over the same stone a thousand times.
With a lot of effort I have managed to place myself in another way of thinking where it is completely normal for my wife to do the things she needs to do.
Today the prevailing atmosphere in our home is one of respect, my wife and I do things together and other things separately. Each one of us organizes our time attending to our common and individual needs, without generating discomfort or discomfort of any kind. Learning to live this way is something of great value.
Letting go of control can be a great opportunity to exercise our freedom to be better people. By not setting guidelines for others, we feel liberated and have more time and energy to take care of our own business. It is a challenge worth trying.
Thank you for your time.
Translated with DeepL.com (free version).
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