Saludos. En su última publicación nuestro amigo @emiliorios nos comenta sobre cómo las falacias limitan nuestra capacidad de razonar adecuadamente. La lectura de ese valioso material me hizo pensar que quizá la presencia de esos sesgos explique en mucho las dificultades que tenemos para comunicarnos. Les comento…
De un tiempo para acá siento con mucha frecuencia que mis mensajes no le llegan claramente al interlocutor. Esto lo digo por las respuestas que recibo. De pronto creo que he explicado suficientemente una instrucción y resulta que la persona termina haciendo algo distinto a lo que le pedí. También me ocurre lo contrario, que he entendido una cosa y resulta ser que la persona luego me dice que eso no fue lo que expresó.
Pareciera obvio que en todos eso casos algo no está funcionando en la comunicación, puesto que no se está cumpliendo el propósito de sintonizarnos en torno a una idea.
Es probable que las cosas hayan sido siempre así, que haya habido muchos momentos en mi vida donde las ideas expresadas cayeron en oídos sordos, los ajenos y los míos. Sin embargo, es ahora, en esta etapa de mi vida, donde yo mismo he tomado la iniciativa de examinar por qué me ocurren esas cosas.
Con frecuencia me doy cuenta que parte del problema está en una dispersión de la atención. De pronto, en medio de una conversación, algo que dijo el interlocutor, o un gesto de su parte, son suficientes para sacar mi mente de lo que se está planteando. Es como si se levantara una señal de stop que marca el inicio de una conversación mental paralela donde se instala la urgente necesidad de producir una respuesta antes de que el otro haya concluido su discurso. Esos breves momentos de desconexión son más que suficientes para que se pierda parte del contenido, trayendo esto como consecuencia que mal interprete lo que el otro ha dicho.
Estas desconexiones transitorias la verdad es que me resultan casi inevitables. Y aunque hago el gran esfuerzo de estar muy pendiente en lo que ahora llamamos escucha activa, incurro en el mismo problema una y otra vez.
Es muy probable que la raíz de esas interrupciones en la atención esté en las falacias de las que habla Emilio. Quizá esos sesgos cognitivos se han convertido en mi cerebro en patrones muy fuertes, especies de filtros que desvirtúan los mensajes que provienen del interlocutor.
Para lidiar un poco con la situación ahora lo que hago es repreguntar. Algo que quizá en otro tiempo me produciría cierta vergüenza, porque pensaría que quizá los otros pudieran llegar a la conclusión de que era falto de entendimiento. También porque al repreguntar la otra persona puede caer en cuenta de que su explicación ha sido insuficiente, y a casi nadie le gusta que le digan que ha hecho algo deficiente.
Pero una de las ventajas de envejecer es que va dejando de tener sentido la vergüenza para muchas. Ahora no tengo ningún problema en repreguntar, ya se ha vuelto un hábito decirle al otro: ¿entendiste lo que dije…?, o, ¿fue esto lo que quisiste decir…?
Claro, al no ser esta una práctica común en la mayoría de las personas, porque en verdad la gente no anda preguntando si se entendió lo que se dijo, uno puede parecer un poco pretencioso y hasta extraño. Pero como señalé más arriba la edad también nos va haciendo un poco menos sensibles a las críticas de los demás.
Mi invitación es que si tienen necesidad de repreguntar, háganlo. Estoy convencido que es preferible pasar por presumido o corto de entendimiento, a llevarse una mala interpretación, que siempre tendrá un impacto negativo en la calidad de nuestras relaciones.
Gracias por tu tiempo.
Greetings. In your latest [post]( https://peakd. com/hive-131951/@emiliorios/aprendiendo-a-argumentar-no-a-contender-de-la-falacia-ad-hominem-y-otras-falacias-como-opinar-y-responder-esen) our friend @emiliorios talks about how fallacies limit our ability to reason properly. Reading this valuable material made me think that perhaps the presence of these biases explains much of the difficulty we have in communicating. Let me explain...
For some time now, I have often felt that my messages are not getting through clearly to the other person. I say this because of the responses I receive. Suddenly, I think I have explained an instruction sufficiently, and it turns out that the person ends up doing something different from what I asked. The opposite also happens to me, that I have understood something and it turns out that the person then tells me that that was not what they meant.
It seems obvious that in all these cases something is not working in communication, since the purpose of tuning in to an idea is not being fulfilled.
It is likely that things have always been this way, that there have been many moments in my life where the ideas I expressed fell on deaf ears, both those of others and my own. However, it is now, at this stage of my life, that I have taken the initiative to examine why these things happen to me.
I often realize that part of the problem lies in a lack of focus. Suddenly, in the middle of a conversation, something the other person said, or a gesture on their part, is enough to take my mind off what is being discussed. It is as if a stop sign goes up, marking the beginning of a parallel mental conversation where the urgent need to produce a response before the other person has finished speaking takes hold. Those brief moments of disconnection are more than enough for me to miss part of the content, resulting in me misinterpreting what the other person has said.
The truth is that these temporary disconnections are almost inevitable for me. And although I make a great effort to be very attentive to what we now call active listening, I encounter the same problem over and over again.
It is very likely that the root of these interruptions in attention lies in the fallacies Emilio talks about. Perhaps these cognitive biases have become very strong patterns in my brain, a kind of filter that distorts the messages coming from the other person.
To deal with the situation a little, what I do now is ask follow-up questions. Something that might have made me feel a little embarrassed in the past, because I would have thought that others might conclude that I was lacking in understanding. Also because when you ask follow-up questions, the other person may realize that their explanation has been insufficient, and almost no one likes to be told that they have done something poorly.
But one of the advantages of getting older is that embarrassment ceases to make sense for many things. Now I have no problem asking questions back; it has become a habit to say to the other person: Did you understand what I said? Or, was this what you meant?
Of course, since this is not a common practice for most people, because in reality people don't go around asking if what they said was understood, one can seem a little pretentious and even strange. But as I pointed out above, age also makes us a little less sensitive to criticism from others.
My suggestion is that if you need to ask a question, do so. I am convinced that it is better to come across as conceited or slow-witted than to be misunderstood, which will always have a negative impact on the quality of our relationships.
Thank you for your time.
Translated with DeepL.com (free version).
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