Hola, amigos de Holos Lotus este espacio, donde lo que más importa es la interconexión de criterios y esas ópticas distintas con las que cada uno mira la vida. Un lugar para reflexionar sin prisa, para compartir y sobre todo, para aprender juntos a moldearnos como mejores personas, día a día.
Póster editado en PhotoCollage con mis fotos
En no pocas ocasiones he tenido que lidiar y estoy segura que ustedes también, con personas que parecen llevar el ánimo en una montaña rusa, de buenas un día, de malas otro, y a veces de malas y buenas el mismo día. La verdad, esa ambivalencia del carácter nos coloca a todos en situaciones extremas, o al menos, francamente incómodas.
Lo vivimos en el trabajo, con ese compañero que amanece con el ceño fruncido. Lo notamos en la vecindad, con quien nos cruzamos en el ascensor y ni siquiera devuelve el saludo. O peor aún, cuando acudimos a una institución, con toda la paciencia del mundo, a solicitar un servicio o hacer un trámite y ¡zas! resulta que tenemos la mala suerte de llegar justo en el mal día de alguien. Y entonces, sin beberla ni comerla, como decimos en mi país, nos llevamos la surra verbal, la descarga emocional que no pedimos y no merecemos.
Claro, todos tenemos días malos. Lo entiendo. La vida no es un camino de rosas, y a veces amanecemos con el peso del mundo sobre los hombros. Pero aquí está el detalle, si bien hay caracteres disímiles, y algunos son más difíciles que otros, quien atiende al público o sencillamente debe interactuar con otras personas, tiene una responsabilidad básica y es, hacerlo con decencia. Y no hablo ni siquiera de fingir una sonrisa, que tampoco estaría mal, hablo de lo esencial, una forma cortés, respetuosa, de dirigirse a alguien. Algo tan simple como un “buenos días”, un “por favor”, un “en qué puedo ayudarle”. Gestos pequeños, pero que marcan la diferencia.
Debemos recordar, y esto es algo que me repito a mí misma cuando siento que la paciencia se me agota, que las personas a nuestro alrededor no tienen la culpa de nuestros pesares ni de nuestras preocupaciones. Si no puedes enfrentar el día porque no estás anímicamente apto, ¿sabes qué? Quedate en casa. Date un respiro. O, si no hay más remedio que salir, busca la forma de liberar esa tensión: sal a caminar, da cuatro gritos en un descampado, nadie te juzgará, escribe en un papel lo que sientes y luego rómpelo pero, por favor, no maltrates a nadie porque tu día no está bueno o porque algo te pasó. El otro no es tu válvula de escape.
Al final, todo se reduce a algo muy simple, pero muy profundo, las personas merecen respeto. Merecen ser bien tratadas, escuchadas, informadas. Y eso, lejos de ser solo un deber o una obligación, es un principio humano fundamental. Sensibilizarse con los demás, humanizar al máximo nuestra proyección en sociedad, mostrar empatía genuina, son los pilares que sostienen cualquier relación humana que valga la pena.
Ser amable no cuesta nada, pero en el otro deja una sensación de bienestar que puede ser el motor de su propio buen día. Es una cadena, un ciclo. Trata a los demás como te gustaría que hicieran contigo. Suena a cliché, lo sé, pero los clichés a veces esconden las verdades más grandes.
Y ahora me gustaría escucharlos a ustedes, porque esto es un diálogo, no un monólogo. ¿Han tenido alguna experiencia así? ¿Alguna vez fueron el recipiente de un mal día ajeno, o quizás, seamos honestos, la fuente de uno? Si tienen algo que comentar, alguna anécdota o reflexión, te leo con gusto.
Nos vemos por aquí, en este rinconcito de calma y conversación. Cuídense mucho, y recuerden que un poco de amabilidad puede cambiarle el día a alguien. Y a veces, ese alguien podemos ser nosotros mismos.
Un abrazo fuerte.
Soy Médico Microbióloga, amante de la naturaleza, las letras, la música, la cocina y la vida en sí. Férrea defensora de la familia y los niños
Los textos son creados por mi, sin uso de IA
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Gracias por entrar a mi blog
Las fotos son de Pixabay
ENGLISH
Hello, friends of Holos Lotus! Welcome to this space, our space, where what matters most is the interconnection of different viewpoints and those distinct lenses through which each of us sees life. A place to reflect without rush, to share, and above all, to learn together how to shape ourselves into better people, day by day.
Poster edited in PhotoCollage with my photos
On more than a few occasions, I've had to deal with – and I'm sure you have too – people who seem to ride an emotional rollercoaster: in a good mood one day, in a bad mood the next, and sometimes both on the same day. Truthfully, that ambivalence in character places us all in extreme situations, or at the very least, frankly uncomfortable ones.
We experience it at work, with that colleague who wakes up with a furrowed brow. We notice it in the neighborhood, with someone we cross paths with in the elevator who doesn't even return a greeting. Or worse, when we go to an institution, with all the patience in the world, to request a service or do some paperwork, and bam! It turns out we had the bad luck of arriving on someone's bad day. And then, through no fault of our own – as we say in my country – we get the verbal lashing, the emotional discharge we didn't ask for and don't deserve.
Of course, we all have bad days. I get it. Life isn't a bed of roses, and sometimes we wake up with the weight of the world on our shoulders. But here's the thing: while there are dissimilar personalities, and some are more difficult than others, anyone who deals with the public or simply must interact with other people has a basic responsibility: to do so with decency. And I'm not even talking about faking a smile – which wouldn't be bad either – I'm talking about the essentials: a courteous, respectful way of addressing someone. Something as simple as a "good morning," a "please," an "how can I help you?" Small gestures, but they make all the difference.
We must remember – and this is something I tell myself when I feel my patience wearing thin – that the people around us are not to blame for our sorrows or our worries. If you can't face the day because you're not in the right headspace, you know what? Stay home. Give yourself a break. Or, if you absolutely have to go out, find a way to release that tension: go for a walk, scream four times in an empty field – no one will judge you – write down what you feel on a piece of paper and then tear it up… but please, don't mistreat anyone because your day isn't going well or because something happened to you. The other person is not your escape valve.
In the end, it all comes down to something very simple, but very profound: people deserve respect. Period. They deserve to be treated well, listened to, and informed. And that, far from being just a duty or an obligation, is a fundamental human principle. Becoming sensitized to others, humanizing our projection in society to the maximum, showing genuine empathy… these are the pillars that support any human relationship worth having.
Being kind costs nothing, but it leaves the other person with a feeling of well-being that can be the engine for their own good day. It's a chain, a cycle. Treat others as you would like them to treat you. It sounds like a cliché, I know, but clichés sometimes hide the biggest truths.
And now I'd like to hear from you, because this is a dialogue, not a monologue. Have you had an experience like this? Have you ever been on the receiving end of someone else's bad day, or perhaps – let's be honest – the source of one? If you have something to comment, an anecdote or reflection, I'd be happy to read it.
I'll see you around here, in this little corner of calm and conversation. Take good care of yourselves, and remember that a little kindness can change someone's day. And sometimes, that someone can be us.
A big hug.
I am a Doctor of Microbiology, a lover of nature, literature, music, cooking, and life itself. A staunch defender of family and children.
The texts are written by me without the use of AI.
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