After a long time without posting in this beautiful community, I have found no better reason than the approach of Christmas and the invitation from @priyanarc. For many, Christmas is synonymous with enormous decorated trees, abundant gifts, and overflowing tables, but for me, instead, it is the essence of this season. For a long time, that essence fit in the palm of my hand in the form of a small porcelain Santa Claus, barely 7 centimeters tall, with a crystal ball as a belly where, when shaken, artificial snow falls on a tiny tree and a shovel.
This object I am telling you about now rests on my nightstand. It is much more than an ornament; it was the materialization of a childhood dream and also the witness to how perseverance and love can build the magic of Christmas from humble beginnings.
I tell you that my childhood was marked by the absence of a Christmas tree, not due to a lack of festive spirit but because of simple economic circumstances we were going through. However, the creativity and affection of my older sister more than made up for any lack. With a patience and tenderness that still moves me, she would take dried lemon branches from our yard and meticulously cover them with cotton, and those little twigs became our tree, decorated with balls we adorned with shiny paper. That was a ritual of profound and humble beauty.
My sister, already a graduated doctor, upon returning from her first trip abroad, brought me in her luggage a gift that was etched with fire into my dreamy teenage soul: the small porcelain Santa Claus. Holding it for the first time, I felt I had the power to stop the world.
It was perfect with its white beard, gentle smile, and that crystal ball that seemed to contain a miniature universe. When shaken, the snow fell on the little tree, creating a whirlwind of magic. That object of barely 7 centimeters was the tangible evidence of the dream of that little girl who looked at the tree made of lemon branches.
That Santa Claus immediately became my most precious treasure in the successive Christmas celebrations at home. It has been the centerpiece of the decoration ever since. I usually place it in the most visible spot, and its mere presence gives a different meaning to my Christmases. It represents the certainty of the power of keeping dreams close enough and visible enough not to lose sight of them while pursuing them.
Over the years, life has taken me down new paths, and now a Christmas tree decorates my living room, but my Santa Claus has never lost its central role and has even transcended the festive season. I don't remember exactly when, but one day I decided its magic should not be limited to December, and I moved it to my nightstand. Now it is also a talisman, a guardian of my dreams.
I believe, therefore, that with its perpetual snow and eternal tree, it is something like my emotional compass. It teaches me that we must not underestimate the power of small dreams because sometimes things like this, which fit in the palm of my hand, have the strength to lift us from the ground and touch everything, even the sky.
✨ 𝑻𝒉𝒂𝒏𝒌𝒔 𝒇𝒐𝒓 𝒓𝒆𝒂𝒅𝒊𝒏𝒈! ✨
𝑰𝒇 𝒚𝒐𝒖 𝒅𝒐𝒏’𝒕 𝒌𝒏𝒐𝒘 𝒎𝒆 𝒚𝒆𝒕, 𝑰’𝒎 𝒂 𝑪𝒖𝒃𝒂𝒏 𝒏𝒆𝒖𝒓𝒐𝒍𝒐𝒈𝒊𝒔𝒕 𝒂𝒏𝒅 𝒘𝒓𝒊𝒕𝒆𝒓, 𝒂 𝒎𝒐𝒕𝒉𝒆𝒓, 𝒂 𝒘𝒐𝒎𝒂𝒏, 𝒂𝒏𝒅 𝒂 𝒅𝒓𝒆𝒂𝒎𝒆𝒓 𝒘𝒉𝒐’𝒔 𝒇𝒐𝒖𝒏𝒅 𝒊𝒏 𝑯𝒊𝒗𝒆 𝒂 𝒃𝒆𝒂𝒖𝒕𝒊𝒇𝒖𝒍 𝒔𝒑𝒂𝒄𝒆 𝒕𝒐 𝒔𝒐𝒂𝒓.
𝑨𝒍𝒍 𝒕𝒆𝒙𝒕 𝒂𝒏𝒅 𝒊𝒎𝒂𝒈𝒆𝒔 𝒂𝒓𝒆 𝒎𝒚 𝒐𝒓𝒊𝒈𝒊𝒏𝒂𝒍 𝒄𝒓𝒆𝒂𝒕𝒊𝒐𝒏𝒔, 100% 𝒉𝒖𝒎𝒂𝒏-𝒎𝒂𝒅𝒆 (𝒏𝒐 𝑨𝑰).
𝑩𝒂𝒏𝒏𝒆𝒓 𝒅𝒆𝒔𝒊𝒈𝒏𝒆𝒅 𝒃𝒚 𝑳𝒖𝒎𝒊𝒊.
𝑳𝒐𝒗𝒆𝒅 𝒕𝒉𝒊𝒔 𝒑𝒐𝒔𝒕? 𝑼𝒑𝒗𝒐𝒕𝒆, 𝒄𝒐𝒎𝒎𝒆𝒏𝒕, 𝒐𝒓 𝒓𝒆𝒃𝒍𝒐𝒈 𝒕𝒐 𝒔𝒑𝒓𝒆𝒂𝒅 𝒕𝒉𝒆 𝒘𝒊𝒏𝒈𝒔 𝒐𝒇 𝒄𝒓𝒆𝒂𝒕𝒊𝒗𝒊𝒕𝒚! 💛
VERSIÓN EN ESPAÑOL
Mi primer Santa Claus: un sueño infantil hecho realidad
Después de mucho tiempo sin publicar en esta bella comunidad, no he encontrado mejor motivo que la proximidad de la Navidad y la convocatoria de @priyanarc. Y es que la Navidad, para muchos, es sinónimo de enormes árboles decorados, regalos en abundancia y mesas repletas, pero para mí, en cambio, es la esencia de esta época. Durante mucho tiempo, esa esencia cupo en la palma de mi mano en la forma de un pequeño Santa Claus de porcelana, de apenas 7 centímetros, con una bola de cristal como barriga donde, al agitarlo, la nieve artificial cae sobre un minúsculo árbol y una palita.
Este objeto del que les hablo hoy descansa en mi mesita de noche. Es mucho más que un adorno; fue la materialización de un sueño infantil y también el testigo de cómo la perseverancia y el amor pueden construir la magia de la Navidad desde lo humilde.
Les cuento que mi infancia estuvo marcada por la ausencia de un árbol de Navidad, y no era por falta de espíritu festivo, sino por circunstancias económicas sencillas que atravesábamos. Sin embargo, la creatividad y el cariño de mi hermana mayor suplían con creces cualquier falta. Ella, con una paciencia y una ternura que aún me conmueven, tomaba gajos de limón secos de nuestro patio y los forraba meticulosamente con algodón, y aquellos ramitos se convertían en nuestro árbol, junto a bolitas que decorábamos con papeles brillantes. Ese era un ritual de belleza profunda y humilde.
Mi hermana, ya graduada de médico, al regreso de su primer viaje fuera del país, me trajo en su equipaje un regalo que grabó con fuego en mi alma de adolescente soñadora: el pequeño Santa Claus de porcelana. Al tomarlo por primera vez, sentí que tenía la posibilidad de detener el mundo.
Era perfecto, con su barba blanca, su sonrisa gentil y esa bola de cristal que parecía contener un universo en miniatura. Al agitarlo, la nieve caía sobre el arbolito, creando un torbellino de magia. Ese objeto de apenas 7 centímetros era la evidencia tangible del sueño de aquella niña que miraba el árbol de gajos de limón.
Ese Santa Claus se convirtió de inmediato en mi tesoro más preciado en las celebraciones navideñas que se sucedían en casa. Es desde entonces el centro de la decoración. Suelo colocarlo en el lugar más visible, y su sola presencia le da un significado diferente a mis Navidades. Representa la certeza del poder de mantener los sueños lo suficientemente cerca y visibles para no perderlos de vista mientras se persiguen.
Con los años, la vida me ha llevado por nuevos caminos, y ya un árbol de Navidad decora la sala de mi hogar, pero mi Santa Claus nunca ha perdido su rol central e incluso ha transcendido la temporada festiva. No recuerdo bien cuándo, pero un día decidí que su magia no debería limitarse a diciembre y lo trasladé a mi mesita de noche. Ahora, además, es un talismán, un guardián de mis sueños.
Creo, por ello, que él, con su nieve perpetua y su árbol eterno, es algo así como mi brújula emocional y me enseña que no debemos subestimar el poder de los sueños pequeños, porque a veces, cosas como esta, que caben en la palma de mi mano, tienen la fuerza suficiente para levantarnos del suelo y tocarlo todo, incluso el cielo.
✨¡𝑮𝒓𝒂𝒄𝒊𝒂𝒔 𝒑𝒐𝒓 𝒍𝒆𝒆𝒓! ✨
𝑺𝒊 𝒂ú𝒏 𝒏𝒐 𝒎𝒆 𝒄𝒐𝒏𝒐𝒄𝒆𝒔: 𝒔𝒐𝒚 𝒏𝒆𝒖𝒓ó𝒍𝒐𝒈𝒂 𝒚 𝒆𝒔𝒄𝒓𝒊𝒕𝒐𝒓𝒂 𝒄𝒖𝒃𝒂𝒏𝒂, 𝒎𝒂𝒅𝒓𝒆, 𝒎𝒖𝒋𝒆𝒓 𝒚 𝒔𝒐ñ𝒂𝒅𝒐𝒓𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒆𝒏𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓ó 𝒆𝒏 𝑯𝒊𝒗𝒆 𝒖𝒏 𝒉𝒆𝒓𝒎𝒐𝒔𝒐 𝒆𝒔𝒑𝒂𝒄𝒊𝒐 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒗𝒐𝒍𝒂𝒓.
𝑬𝒍 𝒕𝒆𝒙𝒕𝒐 𝒚 𝒍𝒂𝒔 𝒊𝒎á𝒈𝒆𝒏𝒆𝒔 𝒔𝒐𝒏 𝒅𝒆 𝒎𝒊 𝒂𝒖𝒕𝒐𝒓í𝒂, 100% 𝒉𝒖𝒎𝒂𝒏𝒐𝒔 (𝒔𝒊𝒏 𝑰𝑨).
𝑩𝒂𝒏𝒏𝒆𝒓 𝒅𝒊𝒔𝒆ñ𝒂𝒅𝒐 𝒑𝒐𝒓 𝑳𝒖𝒎𝒊𝒊.
¿𝑻𝒆 𝒈𝒖𝒔𝒕ó 𝒆𝒔𝒕𝒂 𝒑𝒖𝒃𝒍𝒊𝒄𝒂𝒄𝒊ó𝒏? 𝑽𝒐𝒕𝒂, 𝒄𝒐𝒎𝒆𝒏𝒕𝒂 𝒐 𝒓𝒆𝒃𝒍𝒐𝒈𝒖𝒆𝒂 𝒑𝒂𝒓𝒂 𝒂𝒚𝒖𝒅𝒂𝒓 𝒂 𝒅𝒆𝒔𝒑𝒍𝒆𝒈𝒂𝒓 𝒆𝒔𝒕𝒂𝒔 𝒂𝒍𝒂𝒔.💛
