Esmeralda, coqueta y caprichosa, después de tanto rogar a su madre para que le diera el permiso, logró bajar a la Guaira, pues no podía perderse las fiestas de carnaval que celebran en el mayor templete de ese lugar, además se echarían un buen chapuzón en la playa. Tenía un grupo de amigos, muy rumberos, con quienes siempre frecuentaba lugares para divertirse, cuando no había movida, ellos se la inventaban. Le contaron que se presentaría el Gran Combo de Puerto rico, y ella, ni corta, ni perezosa, hizo todo lo que su mamá le pidió, para poder salir. Esa tarde, se montó su disfraz de Arlequín, mientras que sus amigos de juerga hacían lo propio. Bajaron a la fiesta en tres motos, lo que les hizo el viaje más corto. Pasaron una noche estupenda, no hubo lo que no hicieron. Hasta se bañaron en la playa con disfraces y todo. Llega la hora de marchar a casa, y para sorpresa de todos, nuestra chica Arlequín, no aparece. Comienza la búsqueda, ya no había gente, todos se habían marchado. Desmontaron la tarima, y los amigos de Esmeralda, ya sin esperanzas, estaban agotados y angustiados. Salvavidas y bomberos comenzaron la búsqueda. Amaneció, y nada, solo se veía en el horizonte, las lanchas de los pescadores que regresaban de su noche de faena en alta mar. Al llegar los pescadores al muelle, la gente comenzó a rodear una lancha que traía un gran pez. Sin saber de qué se trataba, los chicos corrieron al lugar, todo para ellos, significaba una esperanza. Al acercarse, lo que vieron fue un gran tiburón que se había enredado entre las redes del filete que lanzaron y no lo pudieron salvar. Uno de los chicos, se quedó mirando a ese inmenso animal con curiosidad, nunca había visto de cerca algo parecido. Pero cuando se iba a unir a la búsqueda de Esmeralda, uno de los pescadores gritó riendo a carcajadas, _ ¡Epa, este tiburón también estaba celebrando el carnaval, miren, tenía en la cola un gorro de Arlequín!