No es que sea malo ayudar a quien lo requiera, el problema ocurre cuando eso empieza a afectar nuestra tranquilidad y a robarnos la paz. Ese sobresfuerzo en buscar una “solución” a todo es agotador y la verdad es que no siempre la hay. Tenemos que dejar la manía de creernos los héroes o las heroínas de la vida de los otros. No es nuestro trabajo salvar a nadie.
Los héroes terminan muertos, los demás, seguimos vivos.