Querida @maylink ... El árbol es símbolo de crecimiento, permanencia y transformación.
Es raíz y es cielo. Es memoria del origen y promesa del porvenir.
En muchas culturas, representa el eje del mundo: el punto donde se unen lo visible y lo invisible, lo que está debajo y lo que está por venir. Las raíces se hunden en la tierra (nuestro pasado, nuestros ancestros, nuestras heridas), y las ramas se elevan al cielo (nuestros sueños, la conciencia, el espíritu).
El árbol nos enseña que crecer no es expandirse en cualquier dirección, sino enraizar primero.
Que para sostener la flor, hay que abrazar la sombra.
Que el ciclo de la vida no es una línea recta, sino un eterno renacer entre estaciones.
Es testigo silencioso del tiempo.
Nos da oxígeno, pero también historia.
Nos ofrece sombra, pero también sentido.
Se adapta sin perder su centro.
Resiste sin dejar de florecer.
Por eso, en el progreso de la vida —personal, colectiva, espiritual— el árbol es guía.
Nos recuerda que lo más alto solo se alcanza cuando se honra lo más profundo.
Y que cada rama que se estira al cielo nació primero de un gesto de humildad hacia la tierra. Con cariño @florecemujer