A street couple of tango dancers in a provocative, sensual position. The man leads the way, setting the rhythm and movements with confidence. He is the strength of the couple, the masculinity that dominates the dance, just as it dominates the streets. The woman is sensuality, wearing a sleeveless dress with slits up the sides that reveal her thighs, covered by fishnet stockings when she lifts her leg. She lets herself be led, but in reality she subdues the man, trapping him with her legs. In the dance, they are one. They look like they belong together; they make a good couple.

I really like tango, but most of the times I've seen tango dancers, either in person or in movies, they've been ballroom dancers. Tango, like jazz and bossa nova, wasn't born in elegant ballrooms. I like the street attitude in this photo, which seems to leave modesty aside. I like the sensuality it conveys.

They met one lively night in a bar on the outskirts of town, the kind of place where elegant people don't go, where ordinary folks and students with limited means hang out. Bars with cheap beer and snacks where you can have a good time. Norberto saw her dancing a tango alone, enjoying the music, and approached her to ask her to dance with him, but they felt comfortable together and danced the rest of the night away.

They met several times and ended up getting together, first as dance partners and then as life partners. They were a good match, and began offering their services at nightclubs where tango was played. But they also danced in the streets in summer to supplement their income.

I saw them dancing at Gatos Callejeros, a bar on the outskirts of Buenos Aires. I fell in love with her, with her sensual way of dancing, with the way she let herself be carried away by her partner, the way she squeezed him as she lifted her legs wrapped in black fishnet stockings. I wanted to be there, to be her partner. I approached them to congratulate them when they finished dancing, offered to buy them a glass of wine, and he accepted. She looked at me and gave me a faint smile.

That's how my friendship with them began. There was empathy between them and me. We talked about tango, the country, life. We would meet up to drink and dance. I also danced with Malena, always with her partner's permission. But that night Malena arrived alone; Norberto had gotten a job as a security guard at a nightclub. We danced and ended up kissing in a corner of the bar, near the bathroom. I decided to leave and not call them anymore, I decided to leave things there. Sleeping with your friend's wife is disloyal, even if she invites you .

Una pareja callejera de bailarines de tango en una posición provocadora, sensual. El hombre lleva el paso, marca el ritmo, los movimientos, con seguridad. Es la fuerza de la pareja, la masculinidad que se impone en el baile, como se impone en las calles. La mujer, es la sensualidad, el vestido sin mangas, con aperturas en los lados, que permite enseñar la pierna hasta el muslo, cubierta por una media de malla, cuando la levanta. Se deja llevar, pero en realidad somete al hombre, lo atrapa con sus piernas. En el baile son uno. Se ven acoplados, conforman una buena pareja.

Me gusta mucho el tango, pero la mayoría de las veces que he podido ver bailarines de tango, directamente o en películas, he visto bailarines de salón. El tango, como el jazz, como la bossa nova, no nacieron en salones elegantes. Me gusta de la foto esa actitud callejera, que parece dejar el pudor a un lado, me gusta la sensualidad que transmite.

Se conocieron una noche animada en un bar de las afueras, esos donde no va la gente elegante, donde va el pueblo y los estudiantes de pocos recursos. Bares de cerveza barata y picoteo donde se puede pasar un buen rato. Norberto la vio bailado un tango sola, disfrutando la música y se acercó a pedirle para bailar con ella una pieza, pero se sintieron a gusto y bailaron el resto de la noche.

Volvieron a encontrarse varias veces y terminaron juntándose, como pareja de baile y luego, como compañeros de vida. Se acoplaban bien, y empezaron a ofrecerse para amerizar algunos lugares nocturnos donde se tocaba el tango. Pero también bailaban en las calles en verano, para redondearse los ingresos.

Yo los vi bailando en “Gatos callejeros”, un bar de las afueras de Buenos Aires. Me enamoré de ella, de su manera sensual de bailar, de dejarse llevar por su compañero, la forma en que lo apretaba al subir las piernas envueltas en medias de malla negras. Deseaba estar allí, ser su compañero. Me acerqué a felicitarlos cuando terminaron de bailar, les ofrecí brindarles una copa de vino y él aceptó. Ella me miró y esbozó una sonrisa tenue.

Así se inició mi amistad con ellos. Hubo empatía entre ellos y yo. Hablábamos de tango, del país, de la vida. Nos citábamos para beber y bailar. Yo también bailaba con Malena, con el permiso siempre de su compañero. Pero esa noche Malena llegó sola, a Norberto le había salido un trabajo de vigilante en un local nocturno. Bailamos y terminamos besándonos en un rincón del bar, cerca del baño. Decidí irme y no llamarlos más, decidí dejar las cosas hasta allí. Acostarte con la mujer del amigo es desleal, aunque ella te invite.