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Ana iba de la universidad rumbo a la casa de su querida abuela Albina, iba a ver cómo había pasado el día, a darle una vuelta como acostumbraba y a prepararle la cena y comer juntas. A pesar de que estaba cerca, tenía que volver al dormitorio de la universidad; pero eso no la limitaba para estar pendiente de ella hacia lo que podía, cuestión en la que los otros familiares, al no tener ella hijos propios, se mantenían al margen de sus cuidados. Ella había cuidado a la madre de Ana, pero al no ser hija propia y al morir, esta bastante joven, se había quedado sin afectos cercanos, excepto Ana.
Al llegar encontró a su abuela en su alcoba meciéndose en su vieja mecedora, ya tenía 80 años y una de las cosas que más le gustaba era contar cuentos; había hecho de la infancia de Ana una delicia, le encantaba contarle infinidades de historias; pero ahora como había envejecido y ya no tenía niños cerca, este hábito lo había perdido... Esa tarde Ana llegó como siempre, preguntándole por su día. Su abuela le respondió muy entusiasmada, que muy bien, que había conocido a un niño, que tocó a su puerta vendiéndole unas ricas galletas y ella, para complementarlas, le ofreció un vaso de leche y le contó una de sus historias y ambos la pasaron muy bien.
Estaba muy emocionada porque por fin había encontrado un nuevo oyente para sus historias. Ana se alegró bastante por su abuela, porque por fin habría alguien más aparte de ella que la acompañaría en sus horas de soledad. Todos los días Ana tenía alguna nueva novedad en cuanto al niño visitante por parte de la anciana. Un día en que Ana se desocupó antes de sus deberes escolares, se fue más temprano a visitarla, pues quería conocer por fin al niño que le alegraba los días a su anciana abuela. Al llegar, la consiguió meciéndose silenciosamente, con una leve sonrisa en su rostro...
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Al verla, Albina le hizo señas de que entrara en silencio y le señalo la cama, indicando que allí estaba el niño, pues se había quedado dormido; Ana se acercó lentamente con temor de despertarle, pero al ver bien, no vio a ningún niño, se quedó pensativa, pero decidió seguirle la corriente a su abuela, seguramente la edad le estaba afectando, a lo mejor sería algún oyente imaginario que se había creado en su mente en esas horas de soledad. Albina siguió contándole como si nada, lo lindo que era con ella y que se llamaba Samuel; Ana no le discutió y le siguió el hilo de la conversación. Si ella era feliz con su niño imaginario, ella también lo sería.
Pero... un día la abuela Albina enfermó y cayó en cama, por días estuvo así empeorando cada día, solo apenas estaba consciente unos minutos y luego caía en un largo letargo. Una tarde, Ana aprovecho que los familiares que nunca iban, fueron a visitarla y se fue a recostar al cuarto contiguo, cuando en esas vio a un pequeño niño parado en la puerta del cuarto, observándola atentamente; Ana pensó que sería el hijo de alguna de sus primas o algo así, pero al ver que él no se movía ni pronunciaba palabra, decidió preguntarle quién era y él simplemente le contestó "Samuel", Ana se incorporó un poco aturdida, sorprendida y pronto este le dijo: "soy el niño que viene a oír las historias de tu abuela"
Ana se quedó incrédula viendo a aquel hermoso niño que le sonreía con gran ternura y cierta picardía; entonces, para estar más segura, Ana le preguntó por qué ella nunca lo había visto... sino hasta ahora. Entonces Samuel le respondió, que no era su momento, más, sin embargo, le prometió que ella lo volvería a ver cuando necesitara de compañía, amor y esperanzas como su abuela, pero que en estos instantes fuera a despedirse de su abuela, pues ella ya le tocaba irse y necesitaba que le diera un mensaje de su parte, que él la esperaría para llevarla a su cielo y se desapareció ante los ojos sorprendidos de Ana. Inmediatamente, Ana corrió a la habitación de Albina para despedirse y decirle que podía irse en paz.
Se acercó un poco más y al oído le dijo que había conocido a Samuel y que él la estaba esperando para llevarla al cielo. Entonces, Albina esbozó una tenue sonrisa. Dio un suspiro largo y partió al otro mundo de las manos de aquel pequeño ángel que había sido su último oyente de cuentos. Ana quedó tranquila, en paz, pues sabía que había hecho todo lo posible por su abuela hasta sus últimos minutos…
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Ana was on her way from the university to her beloved grandmother Albina's house, to see how she had spent the day, to take her for a walk as usual and to prepare dinner and eat together. Even though she was close by, she had to go back to the university dormitory; but that did not limit her from taking care of her as much as she could, a matter in which the other family members, since she did not have children of her own, were kept out of her care. She had cared for Ana's mother, but since she was not her own daughter and died quite young, she had been left without any close relatives, except Ana.
When she arrived she found her grandmother in her bedroom rocking in her old rocking chair, she was already 80 years old and one of the things she liked most was to tell stories; she had made Ana's childhood a delight, she loved to tell her infinite stories; but now as she had grown old and no longer had children around, this habit had been lost.... That afternoon Ana arrived as usual, asking about her day. Her grandmother answered her very enthusiastically, that she had met a boy, who knocked on her door selling her some delicious cookies and she, to complement them, offered him a glass of milk and told him one of her stories and they both had a great time.
She was very excited because she had finally found a new listener for her stories. Anne was quite happy for her grandmother, because at last there would be someone else besides her to keep her company in her lonely hours. Every day Anne had some new news about the visiting child from the old woman. One day when Anne got off work before her schoolwork, she went earlier to visit her, for she wanted to finally meet the child who brightened her old grandmother's days. When he arrived, he got her rocking quietly, with a slight smile on her face....
When Albina saw her, she signaled her to enter quietly and pointed to the bed, indicating that the child was there, since he had fallen asleep; Ana approached slowly, afraid of waking him up, but when she looked closely, she did not see any child, she remained thoughtful, but decided to play along with her grandmother, surely age was affecting her, maybe it was some imaginary listener that she had created in her mind in those hours of solitude. Albina continued telling her as if it were nothing, how cute he was with her and that his name was Samuel; Ana did not argue and followed the thread of the conversation. If she was happy with her imaginary child, she would be too.
But... one day grandmother Albina got sick and fell into bed, for days she was like that, getting worse every day, she was only conscious for a few minutes and then she fell into a long lethargy. One afternoon, Ana took advantage of her relatives who never went to visit her and went to lie down in the next room, when she saw a little boy standing at the door of the room, watching her attentively; Ana thought he was the son of one of her cousins or something like that, but seeing that he did not move or utter a word, she decided to ask him who he was and he simply answered "Samuel", Ana sat up a little dazed, surprised and soon he said: "I am the boy who comes to hear the stories of your grandmother".
Ana was incredulous looking at that beautiful boy who smiled at her with great tenderness and a certain mischievousness; then, to be more sure, Ana asked him why she had never seen him... until now. Then Samuel answered her, that it was not her moment, but, nevertheless, he promised her that she would see him again when she needed company, love and hopes like her grandmother, but that at this moment she should go to say goodbye to her grandmother, because it was her turn to leave and she needed him to give her a message from him, that he would wait for her to take her to his heaven and he disappeared before Ana's surprised eyes. Immediately, Ana ran to Albina's room to say goodbye and tell her that she could leave in peace.
She came a little closer and in her ear she told her that she had met Samuel and that he was waiting to take her to heaven. Albina then gave a faint smile. She gave a long sigh and departed to the other world from the hands of that little angel who had been her last storyteller. Anne was calm, at peace, for she knew that she had done everything possible for her grandmother until her last minutes...
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La historia es de mi autoría @brujita18 (Marcia López)/ The story is by me @brujita18 (Marcia López)
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