𝐇𝐨𝐲 𝐞𝐬 𝐣𝐮𝐞𝐯𝐞𝐬, «𝐞𝐥 𝐜𝐮𝐞𝐫𝐩𝐨 𝐥𝐨 𝐬𝐚𝐛𝐞», 𝐞𝐥 𝐝𝐢́𝐚 𝐝𝐞𝐥 #𝐓𝐁𝐓. Encontrarse con el recuerdo en las tantas aristas del tiempo. Es que el tiempo, es ese tejedor incansable de memorias y emociones. Bien, aquí vamos de nuevo: «+20 KIᒪOS ᕮᑎ IᑎᐯIᕮᖇᑎO…»
Recuerdo mis primeros inviernos como emigrante en Canadá con una mezcla de asombro y adaptación. Era la llegada del solsticio de invierno, el 21 de diciembre, y el aire helado que penetraba hasta los huesos. En medio de esta nueva realidad, me di cuenta de que la ingesta de alimentos altos en calorías era una norma necesaria para enfrentar el frío. En cada esquina había un festín de galletas, chocolates y tazas de cacao caliente que tentaban mis sentidos y aliviaban el cuerpo.
El frío canadiense tenía una forma particular de despertar mi apetito. Durante los meses de diciembre, enero y febrero, mi cuerpo pedía combustible constante para mantenerse cálido. No era raro que aumentara en promedio 20 kilos, disfrutando de las comidas reconfortantes que llenaban mi hogar y mi corazón. Sin embargo, este peso adicional desaparecía mágicamente con el ajetreo de la primavera y el verano, cuando los días se llenaban de actividad y movimiento.
Recuerdo vívidamente uno de esos primeros inviernos. Me encontraba a la derecha de la cocina, en la cabaña (a la derecha de la imagen), aprovechando el calor de la comida y el aire caliente que proporcionaba la chimenea detrás de mí. La chimenea, con sus llamas danzantes, era un refugio en las noches largas y frías, donde el crepitar de la madera era música para mis oídos. Sentado allí, con un plato de galletas recién horneadas y una taza de chocolate caliente, me sentí reconfortado.
El aroma de las especias navideñas llenaba el aire, mezclándose con el olor de la madera, quemándose lentamente en la chimenea. Afuera, la nieve caía silenciosamente, creando un paisaje blanco y sereno que contrastaba con el bullicio cálido de mi hogar. La luz suave de la chimenea iluminaba la habitación, creando sombras acogedoras que bailaban en las paredes.
Cada bocado de comida caliente y cada sorbo de chocolate me recordaban la importancia de encontrar alegría y consuelo en las pequeñas cosas, incluso en medio de un invierno implacable. Los primeros inviernos en Canadá fueron duros, pero también estaban llenos de momentos de calidez y camaradería. Aprendí a apreciar las simples delicias de la vida, como reunirme alrededor de la chimenea con mi familia, compartiendo risas e historias mientras el viento frío aullaba afuera.
Esa imagen de mí, aprovechando el calor de la comida y la chimenea, simboliza más que solo una forma de combatir el frío. Representa mi proceso de adaptación, la resiliencia y el descubrimiento de nuevas tradiciones en una tierra lejana. A través de esos inviernos aprendes que la verdadera calidez no solo proviene del fuego, sino también de los corazones que nos rodean y de los momentos compartidos que hacen que cualquier lugar se sienta como hogar. Gracias a la familia que me acogió los primeros tres años, permitiéndome pernoctar mientras hacía suelo y forjaba mis en esa hermosa tierra.
Si quieres participar, me parece que aún estás a tiempo, tienes hasta las 11:59 pm de HOY JUEVES, así que apúrate y recuerda cumplir las reglas.
ℂ𝕠𝕟𝕔𝕦𝕣𝕤𝕠 𝕕𝕖 𝕋𝔹𝕋 - 𝕌𝕟 𝕕𝕚́𝕒 𝕕𝕖 𝕖𝕤𝕠𝕤.
A ver si se animan, las amigas @tiffanny y @faniaviera, y el amigo @silher…
CRÉDITOS
Imagen: es de mi propiedad.
Arte del título: CoolText