
Mi padre era un hombre de pocas palabras, pero que cuando hablaba se debía obedecer sin chistar, no era amigo de dar muchas explicaciones; más, sin embargo, era un padre muy protector, criado en el campo, con viejas costumbres familiares y con muchos cuentos misteriosos de los abuelos que él aprendió a respetar y que me transmitió con el tiempo, eso lo descubrí mucho tiempo después... Transcurría los años 80, para ese tiempo, era una pequeña niña de 8 años más o menos. Estábamos viviendo en nuestra primera casa; era pequeña, con tan solo dos habitaciones, una pequeña cocina y una sala de estar medianamente grande; aún la recuerdo.
Rodeada de árboles frutales, en un barrio de mi ciudad. Ese día de esta historia, había caído la noche y una menuda lluvia empezó a caer tintineando en los techos de zinc. Habíamos acabado de cenar y nos disponíamos a ver algún programa en la única TV que teníamos, cuando en eso, se fue la luz de repente, entre rayos que relampagueaban, iluminando nuestras ventanas, sumado a una fuerte tormenta que se desencadenó de repente. Mi madre pronto fue a buscar unas velas, para poder iluminarnos, mientras mi padre se aseguraba de cerrar puertas y ventanas exteriores correctamente; mientras, yo jugaba brincando en mi cama, en mi habitación.
Pronto llego la hora de irnos todos a la cama, pero ya yo había conseguido otra forma de entretenerme, estaba jugando otro juego, jugaba con mi sombra a la luz de las velas, estaba muy entretenida haciendo formas con mis manos, cuando mi padre paso por mi cuarto y me dijo: "deje de jugar con las sombras de noche, que eso no es bueno", me quedé paralizada al oír su voz fuerte y autoritaria, pero al mismo tiempo me echo la bendición con un: "Dios la bendiga" y se fue a acostar a su cuarto. Me quedé pensando y preguntándome: ¿por qué era malo jugar con mi sombra?...
Pero como toda niña curiosa y un poco desobediente, decidí no hacerle caso, porque como no me explico el porqué de su advertencia, me dije, esas son cosas de mi papá para que me acueste y yo quería seguir jugando, así que por espacio de unos 15 minutos más, seguí jugando con mi sombra y luego me quede dormida, convencida de que eran una de esas cosas de mi papá, las cuales no explicaba. Caí en un sueño pesado, cuando, en medio de un fuerte trueno, desperté en medio de la madrugada, viendo hacia todos lados algo inquieta, cuando en medio de la oscuridad se iluminó mi pequeño cuarto, por un destellante trueno...
Y pude ver a los pies de mi cama, una sombra alta como de un hombre que sostenía un gato negro, eso asumo, pues solo vi las siluetas de estos... al instante hice lo que todo niño hace, me metí bajo las sabanas muerta de miedo, recordando lo que unas horas antes, me había advertido mi sabio padre: "No juegue con la sombra" … juro que en ese momento me dije: no vuelvo a desobedecer a mi papá, al mismo tiempo que reunía la valentía para llamarlos a gritos; cuando pude hacerlo, recuerdo que me salió un grito agudo, después de rezar lo único que me sabia en esos dias; un Padre Nuestro.
Al llegar mis padres, ya no estaban aquellas horribles sombras. No les quise decir nada y menos a mi papá; pero creo que él intuía, que mi buen susto me había llevado... Hoy día todavía me pregunto si lo soñé o qué, ¿ustedes qué piensan? Lo que sí me quedó claro, es que cuando un papá te advierte de algo, de este mundo o del otro, hay que hacer caso, sin renegar...
FuenteEsta es mi participación en el Segundo llamado del Concurso "Crónica de un legado: Mi padre”. Agradezco la amable invitación, ¡saludos!


