Creative Nonfiction: The girl who liked to read forbidden books/ La chica a la que le gustaba leer libros prohibidos (ENG/ ESP)

in The Ink Well10 months ago


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The girl who liked to read forbidden books

Sometimes we look for one thing and find something else that will change our lives completely. Sometimes, without realizing it, we begin to travel through a world from which we will never return and from which, frankly, we don't want to return either. That, perhaps, in a nutshell, was the journey I started when I was a teenager.

At that time, I can't remember how old I was, 13 or 14, I suffered from the disease that every healthy and intelligent young person possesses: curiosity. Many things around me made me question the world, my ideas and even my feelings. I was looking for many answers that sometimes did not come or when they did, they did not convince me; but even so, I did not stop asking questions: Why? When? How?

In that world of questions and without internet to lessen that curiosity that overflowed everywhere, I overheard a conversation between my older sister and a friend of hers:

And how do you make sure no one notices? -asked a freckled girl to my sister.

My hiding place is under the mattress of the bed. No one looks there," said my sister, who at that time went out to parties and had many friends.

As if I had been bitten by a mosquito, the feeling of curiosity was spreading in me like a fever. From that moment on, I looked for what was hidden, without knowing what I was looking for, under all the mattresses of all the beds in the house.


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Under the mattress of my sister's bed I found several love letters. Statements full of short, simple, repetitive sentences filled pieces of sheets of double-lined notebooks. Poorly drawn hearts, twisted words with misspellings, messy strokes, surely drew the sighs of my teenage sister. That finding, more than satisfaction, made me question the love: how could my sister, so intelligent and pretty, be conquered with such cheesy words?

But it was not what I found under my sister's bed that changed my life, but what was under the mattress of my Aunt Nelly's bed, my mother's younger sister, who apparently also knew that under the mattress was a safe hiding place to keep secrets. There I found, under the mattress of a bed made of wood, hundreds of books, small, with colorful covers of couples in love: I found hundreds of novels by Barbara Cartland.

Many times I have felt that adrenaline rush, that fear of being discovered, aware of doing something wrong, but that time, even today, I remember it vividly. I waited for my aunt to come out of her room and cautiously entered. I remember pulling up the heavy, orthopedic mattress, and under it were the novels. At first I didn't know what to do, but I immediately reacted and grabbed one, tucked it under my clothes and lowered the mattress. Then I left the room as if nothing had happened, not knowing that this transgression would be repeated over and over again, for a long time.

I don't remember the title of the first novel, nor what its cover was like, nor do I remember the plot, but what I am sure of is that I was fascinated by that story, so much so that like someone who tastes a delicious food for the first time and can't get enough of it, I read the lines of those romantic stories with true delight, passion and hunger.


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In order to keep them at home from finding out what I was doing, I managed to steal the novels from my aunt's room and, of course, to read them. I almost always read at night, while everyone was asleep. I also got into the habit of tucking the novel between the pages of my notebooks or school books and pretending to read the biology, math or history textbooks. Those romantic stories, full of kisses and caresses, became my addiction, but they also served to awaken in my sensitive soul some dreams, many desires and an inexhaustible imagination.

If before reading those stories, the scribbles full of love and urgency, found in my sister's secret letters, seemed to me a swindle; now, while reading, I felt that written love could be perfect and incredible. So one day, I found my older sister writing a letter and asked her what she was doing. At first she hid it, but I told her:

I know they send you letters. So don't hide it. If you want, I can help you," I said as if I had all the secrets in the world inside me.

How can you help me? -questioned my sister incredulously. After that I asked her what she wanted to say in the letter and from what she confessed to me, I constructed the first of many love letters. My new, beloved and pleasurable experience of reading romance novels allowed me to write a beautiful, clear letter, full of images in which my sister complained to her lover about his indifference and lack of love.

Then, as usual, reading led me to another habit: writing love stories. Each book hidden in the pockets of my pants or in the folds of my skirt left roots, traces, colors, which exploded inside me, as a watermelon explodes when it falls to the ground, filling the juices of life with shades, wide, bright.

This text is authored by me, translated in Deepl and the images used are free of charge.

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UNTIL A FUTURE STORY, FRIENDS

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La chica a la que le gustaba leer libros prohibidos
A veces, buscamos una cosa y hallamos otra, que nos cambiará la vida totalmente. A veces, sin darnos cuenta, comenzamos a transitar un mundo del cual jamás regresaremos y del que tampoco, sinceramente, nos queremos regresar. Ese, tal vez, en resumidas líneas, fue el viaje que inicié cuando era una adolescente.
En aquel tiempo, no puedo recordar cuántos años tenía, ¿13 o 14 años?, sufría de la enfermedad que todo joven sano e inteligente posee: la curiosidad. Muchas cosas alrededor me hacían cuestionar el mundo, mis ideas y hasta mis sentimientos. Buscaba muchas respuestas que a veces no llegaban o cuando llegaban, no me convencían; pero aun así, no dejaba de hacer preguntas: ¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Cómo?
En ese mundo de interrogantes y sin internet para aminorar esa curiosidad que se desbordaba por todas partes, escuché una conversación entre mi hermana mayor y una amiga de ella:
─¿Y cómo haces para que nadie se dé cuenta? –le preguntó una chica pecosa a mi hermana.
─Mi escondite es debajo del colchón de la cama. Allí nadie busca –dijo mi hermana que en esa época salía a fiesta y tenía muchos amigos.
Como si hubiese sido picada por un mosquito, la sensación de curiosidad se fue expandiendo en mí como una fiebre. A partir de ese momento, busqué lo que se escondía, sin yo saber qué era lo que buscaba, debajo de todos los colchones de todas las camas de la casa.
Debajo del colchón de la cama de mi hermana encontré varias cartas de amor. Declaraciones llenas de frases cortas, simples, repetitivas, llenaban pedazos de hojas de cuadernos de doble línea. Corazones mal dibujados, palabras retorcidas con errores ortográficos, trazos hechos de manera desordenada, seguramente sacaban los suspiros de mi hermana adolescente. Aquel hallazgo, más que satisfacción, me hizo cuestionar el enamoramiento. ¿Cómo mi hermana, tan inteligente y bonita, podía ser conquistada con aquellas palabras tan cursis?
Pero no fue lo que hallé debajo de la cama de mi hermana lo que cambió mi vida, sino lo que había debajo del colchón de la cama de mi Tía Nelly, la hermana menor de mi madre y que al parecer, también sabía que debajo del colchón era un escondite seguro para guardar secretos. Allí encontré, debajo del colchón de una cama hecha de madera, cientos de libros, pequeños, con portadas coloridas de parejas enamoradas: encontré cientos de novelas de Bárbara Cartland.
Muchas veces he sentido esa adrenalina, ese miedo a ser descubierta, consciente de estar haciendo algo indebido, pero esa vez, aún hoy, la recuerdo vívidamente. Esperé que mi tía saliera de su cuarto y entré con cautela. Recuerdo que subí el colchón pesado, ortopédico, y debajo de él estaban las novelas. Al principio no supe qué hacer, pero inmediatamente reaccioné y tomé una, la metí debajo de mi ropa y bajé el colchón. Luego salí de la habitación como si nada, sin saber que aquella transgresión se repetiría una y otra vez, por mucho tiempo.
No recuerdo el título de la primera novela, ni cómo era su portada, ni tampoco recuerdo la trama, pero de lo que estoy segura es que quedé fascinada con esa historia, tanto así que como aquel que por primera vez saborea una comida deliciosa y no se cansa de comerla, así mismo leía con verdadero deleite, pasión y hambre, las líneas de aquellas historias románticas.
Para que en casa no se enteraran de lo que estaba haciendo, me las ingenié para sustraer las novelas del cuarto de mi tía y por supuesto, para leerlas. Casi siempre leía de noche, mientras todos dormían. También, tomé la costumbre de meter la novela entre las páginas de los cuadernos o entre los libros del colegio y hacer ver que leía los textos de biología, matemáticas o historia. Aquellas historias románticas, llenas de besos y caricias, se convirtieron en mi adicción, pero también sirvieron para despertar en mi alma sensible algunos sueños, muchos deseos y una imaginación inagotable.
Si antes de leer aquellas historias, los garabatos llenos de amor y urgencia, encontrados en las cartas secretas de mi hermana, me parecían una estafa; ahora, mientras leía, sentía que el amor escrito podía ser perfecto e increíble. De allí que un día, encontré a mi hermana mayor escribiendo una carta y le pregunté qué hacía. Al principio la ocultó, pero yo le dije:
─Sé que te envían cartas. Así que no la escondas. Si quieres, puedo ayudarte –expresé yo como si dentro de mí guardara todos los secretos del mundo.
¿Cómo puedes ayudarme? –me interrogó mi hermana incrédula. Luego de eso le pregunté qué quería decir en la carta y a partir de lo que ella me confesó, construí la primera de muchas cartas de amor. Mi experiencia nueva, amada y placentera de leer novelas románticas, me permitieron redactar una carta hermosa, clara, llena de imágenes en la que mi hermana le reclamaba a su enamorado su indiferencia y falta de querer.
Después, como es normal, leer me llevó a otra costumbre: escribir relato de amor. Cada libro escondido entre los bolsillos del pantalón o entre los pliegues de la falda fue dejando raíces, huellas, colores, que explotaron dentro de mí, como explota una sandía al caer al suelo y que llenaba de matices, amplios, diversos los jugos de la vida.

























Sort:  

Great story and well told. The internet has changed everything to the point that your story seems so innocent. Nowadays, young ones get exposed to a lot more. While I didn't read romance novels when young, I did peruse my aunt's style magazines 😅

Yes, I believe that the Internet has changed the way of accessing information, so that the curiosity to know is brief. Greetings

It’s interesting that your writing career was inspired by Barbara Cartland; I’m sure that that’s a first. Your description of your curiosity and delight at the illicit nature of your discovery is a sheer joy to read :

Then, as usual, reading led me to another habit: writing love stories. Each book hidden in the pockets of my pants or in the folds of my skirt left roots, traces, colors, which exploded inside me, as a watermelon explodes when it falls to the ground, filling the juices of life with shades, wide, bright.

Beautiful!

Thank you very much for your comment and appreciation, friends. I appreciate it. Regards

I think that many of us in this world of literature were moved by authors and books that impacted our lives. I can also say that I had that enlightenment when I was reading in my youth.

Thanks for sharing.
Good day.

Yes, I believe that the world of those who read can be different: wide, unique, infinite. Greetings