
A él no le gustaba que lo llamaran cartonero, ni reciclador.
Decía que era comerciante, comerciante de cosas perdidas. Todos los días salía tempranito con su carrito de supermercado, y caminaba por las calles mirando al suelo, pero no buscando basura, sino como si esperara encontrar un tesoro.
Una media con dibujos de dinosaurio, una foto rota, un bolígrafo sin tapa, una lista de supermercado escrita con letra de abuela. Lo que otros no veían, él lo recogía,
lo limpiaba, lo arreglaba, si se podía claro, y lo ponía en los estantes de su localito en la esquina de su casa, en la entrada tenía un cartel escrito a mano que decía... Se venden cosas perdidas.
Lo mágico no eran las cosas que tenía para vender, sino las historias que contaba de cada una de ellas.
Podías preguntar, no sé, por una moña de pelo, viejita, y él te decía algo como:
Esa la usaba una niña que soñaba con ser astronauta, se la ponía todos los lunes porque decía que los lunes había que amarrarse fuerte los sueños.
Y la gente sonreía, no sabían si creerle, pero igual la compraban.
Una tarde un joven pasó y se quedó mirando un bolígrafo sin tinta, de esos plásticos baratos.
¿Y esto? preguntó.
Y él le respondió sin dudar... Con eso se escribió la primera carta que nunca se envió, pero que igual cambió el corazón de alguien.
Y el chico se la llevó, sin preguntar nada más.
Él, definitivamente, no vendía objetos, vendía historias, siempre decía que no todo lo perdido está destinado a desaparecer…
A veces, solo esperan a que vengan a buscarlos.
Si quieres participar en este contenido
Invito a: @alicia2022 @osomar357 @ungrancuento

🇬🇧 English Version

He didn't like being called a cartonero, or a recycler. He said he was a merchant, a merchant of lost things. Every day he would leave early with his shopping cart and walk the streets, looking down at the ground, not looking for trash, but as if hoping to find treasure. A sock with dinosaur drawings, a torn photo, a pen without a cap, a grocery list written in grandmotherly handwriting. What others didn't see, he would pick up, clean, fix, if possible, and put it on the shelves of his little shop on the corner of his house. At the entrance, he had a handwritten sign that read... Lost Things for Sale. The magic wasn't the things he had to sell, but the stories he told about each one. You could ask, I don't know, for a hair bow, old lady, and he'd say something like: That was worn by a girl who dreamed of being an astronaut. She wore it every Monday because she said you should hold on to your dreams on Mondays. And people smiled; they didn't know whether to believe him, but they bought it anyway. One afternoon, a young man passed by and stared at an inkless pen, one of those cheap plastic ones. "And this?" he asked. And he answered without hesitation... With that, the first letter was written, never to be sent, but which still changed someone's heart. And the boy took her, without asking anything else. He definitely wasn't selling objects, he was selling stories. He always said that not everything that's lost is destined to disappear... Sometimes, they just wait for someone to come looking for them. If you want to participate in this content I invite: @alicia2022 @osomar357 @ungrancuento