Imagen de mi autoría generada con ChatGPTRamiro vivía solo…
Bueno, ni tan solo porque tenía a Simón, su perro, que era tan viejo como el y se pasaba todo el día durmiendo.
Todas las noches, con la puntualidad de un reloj, Ramiro se preparaba la misma cena, pan tostado, un poco de queso curado y una taza de café negro bien dulce. Se sentaba en la mesita frente a la ventana y comía en silencio con Simón a su lado esperando que le dieran el pedacito que le tocaba.
Esa rutina le gustaba, no molestaba a nadie y a el le encantaba su soledad.
Pero un martes, justo cuando cortaba un pedazo de queso, alguien tocó a la puerta, se le hizo muy raro porque a el nadie lo visitaba, pero se limpió las manos en el delantal y fue a abrir.
Era la jovencita del apartamento de al lado, la que siempre lo saludaba cuando se cruzaban en el pasillo.
Hola… disculpe, dijo algo nerviosa, me cortaron la luz y tengo una entrevista para un posible trabajo en veinte minutos.
¿Podría… cargar mi laptop un ratico?
Ramiro dudó un segundo, miró hacia la mesa y asintió con un poco de incomodidad.
Sí… esta bien, pasa.
Ella entró y conectó el cable en el enchufe cerca del sofá, Simón la miró con desconfianza, mientras ella se sentaba en el borde del sofá, sin saber si decir algo o mejor quedarse callada.
¿Quiere un poco de pan con queso? Le preguntó Ramiro, casi por compromiso.
¿Queso curado? preguntó ella, con una sonrisa tan grande que ilumino todo el lugar. Me encanta.
Y así, sin planearlo, terminaron sentados a la mesa, cenando juntos. No hablaron mucho, alguna que otra frase suelta, pero eso si, sin silencios incómodos.
Simón se fue acercando despacito, aprobando la situación, y Ramiro no sabía bien qué estaba pasando, pero por primera, después que sus hijos partieron lejos, se sintió en familia.
Y mientras ella mojaba el pan en su café, él pensó que quizás la soledad también se curaba, como el queso, con tiempo, cuidado… y un poco de compañía.
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Invito a: @alicia2022 @maiasun84 @ungrancuento
🇬🇧 English Version
Image of my own, generated with ChatGPTRamiro lived alone... Well, not only because he had Simón, his dog, who was as old as he was and spent all day sleeping. Every night, punctually like a clock, Ramiro made himself the same dinner: toast, a little cured cheese, and a cup of sweet black coffee. He sat at the small table by the window and ate in silence with Simón by his side, waiting for his share. He liked that routine; it didn't bother anyone, and he loved his solitude. But one Tuesday, just as he was cutting a piece of cheese, someone knocked on the door. He felt very strange because no one ever visited him, but he wiped his hands on his apron and went to open it. It was the young woman from the apartment next door, the one who always greeted him when they passed each other in the hallway. Hello... excuse me, she said somewhat nervously. My power's gone out, and I have an interview for a possible job in twenty minutes. Could I... charge my laptop for a bit? Ramiro hesitated for a second, looked at the table, and nodded a little uncomfortably. Yes... okay, come in. She came in and plugged the cable into the outlet near the sofa. Simón looked at her suspiciously, while she sat on the edge of the sofa, not knowing whether to say something or better remain silent. Do you want some bread and cheese? Ramiro asked her, almost out of obligation. "Cured cheese?" she asked, with a smile so big it lit up the whole room. "I love it." And so, without planning it, they ended up sitting at the table, having dinner together. They didn't talk much, just a few random phrases, but without any awkward silences. Simón approached slowly, appreciating the situation, and Ramiro wasn't sure what was happening, but for the first time since his children had left, he felt like he was part of a family. And while she dipped the bread in her coffee, he thought that perhaps loneliness could also be cured, like cheese, with time, care... and a little company. If you want to participate in this content I invite: @alicia2022 @maiasun84 @ungrancuento
