One morning, my husband and I decided to stroll through the streets of Old Havana. And without even intending to, our path led us to a place we hadn't known about before. One of the most charming discoveries of recent times: the Marqués de Arco Literary Café, on Mercaderes Street.
As soon as we entered, the first thing that greeted us was the sculpture of Gabriel García Márquez, by José Villa Soberón. Gabo is there, life-size, holding books in his left hand, captured in mid-motion, as if he were walking among us. I stopped for a few minutes in front of him, admiring his face; it seemed like he could smile or share an anecdote at any moment.
Immediately beyond is a beautiful garden with several busts of important writers, such as the Peruvian César Vallejo, with his penetrating gaze; Hans Christian Andersen, the genius of children's stories; and the great Russian writer Alexander Pushkin, among others.
After admiring this literary garden, we felt like taking a break, and the irresistible aroma of freshly brewed coffee invited us to have a drink.
The café's outdoor area is very welcoming, with small tables and umbrellas, and the shade from the trees covered the tables. I loved the detail of the poems written on the tables themselves.
However, curiosity led us to explore the interior. And the surprise was even greater. There are poems on the walls and also on the chairs. And the surprise continued at the table: the placemats had a poem by the Cuban poet Dulce María Loynaz. Even the tastefully designed menu was sprinkled with phrases and verses.
While we waited for our order, we looked at a bookshelf with books that invited us to browse them, because they are not just decorations; they are an invitation to read and enjoy the time, without rushing. I went over and saw that there were books by authors from other countries, each lovingly dedicated to the place.
The cappuccino we ordered arrived with a creamy foam and the rich, comforting aroma of good Cuban coffee. It was delicious; we sipped it slowly, savoring each mouthful while we read some poems.
Our visit to the Literary Café was a very pleasant experience. We had gone in looking for a coffee, and we found a place that nourishes not only the body but also the soul. Havana always hides secrets within its streets, where history, art, and literature intertwine to create something unique. It's up to us to discover them.
If you're walking down Calle Mercaderes, stop by this little place. Go in, take a seat, order a coffee, and let the poetry envelop you. I assure you, you won't regret it.
See you soon!
Disfrutando de un capuchino rodeados de poesía
Una de estas mañanas, mi esposo y yo, decidimos pasear por las calles de la Habana Vieja. Y sin buscarlo a propósito, nuestros pasos nos llevaron hacia un rincón que no conocíamos. Uno de los descubrimientos más encantadores de los últimos tiempos: el Café Literario Marqués de Arco, en la calle Mercaderes.
Al traspasar su entrada, el primero que te recibe es Gabriel García Márquez, su escultura, obra de José Villa Soberón. Gabo está ahí, de tamaño natural, sosteniendo libros en su mano izquierda, captado en pleno movimiento, como si estuviera caminando entre nosotros. Me detuve unos minutos frente a él, detallando su rostro, parecía que en cualquier momento podía sonreír o compartir una anécdota.
Inmediatamente hay un bello jardín con varios bustos de importantes escritores como el peruano Cesar Vallejo, con su mirada profunda; Hans Christian Andersen, el genio de los cuentos infantiles; el gran escritor ruso Alexander Pushkin, entre otros.
Después de contemplar este jardín literario, el cuerpo nos pidió un descanso y el irresistible aroma del café recién hecho nos invitó a tomarlo.
El área exterior del Café es muy acogedora, hay mesitas y sombrillas, aunque la sombra de los árboles llegaba a las mesitas. El detalle de los poemas escritos en la propia mesa es algo que me encantó.
Sin embargo, la curiosidad nos llamó a explorar el interior. Y la sorpresa fue mayor. Hay poemas en las paredes y también en las sillas. Y la sorpresa continuó en la mesa: los mantelitos individuales tenían un poema de la poetisa cubana Dulce María Loynaz. Hasta la carta de ofertas, diseñada con mucho gusto, estaba salpicada de frases y versos.
Mientras esperábamos nuestro pedido, miramos hacia una estantería con libros que invita a hojearlos porque no son solo decoración; son una invitación a leer y disfrutar del tiempo, sin prisa. Me acerqué y vi que hay libros de autores de otros países dedicados con cariño para el lugar.
El capuchino que pedimos llegó con la espuma cremosa y el aroma intenso y reconfortante del buen café cubano. Estaba delicioso, lo tomamos poco a poco disfrutando de cada sorbo mientras leíamos poemas.
Nuestra visita al Café Literario fue una experiencia muy agradable. Habíamos entrado en busca de un café y encontramos un lugar que no solo alimenta el cuerpo, sino también el alma. La Habana siempre guarda secretos en sus calles, donde la historia, el arte y la literatura se entrelazan para crear algo único. Solo nos toca descubrirlos.
Si pasas por la calle Mercaderes, llégate a este rincón. Entra, siéntate, pide un café y deja que la poesía te envuelva. Te aseguro que no te arrepentirás.
¡Hasta pronto!
