Belleza un concepto tan subjetivo que al tratar de definirlo posiblemente coincidamos en que es una apreciación que nos produce un sentimiento de alegría, complacencia, que la belleza nos asombra por su exuberancia o por su simpleza, que puede estar en lo efímero o en lo permanente, en lo animado o en lo inanimado, en fin solo nuestra sensibilidad nos habla de lo que sentimos como bello o no.

La belleza está en la vida de quien la percibe y eso me lleva a preguntarme ¿Puede haber belleza en la muerte? La muerte culturalmente la percibimos como algo feo y es precisamente por los sentimientos que nos producen: tristeza, vacío, sensación de abandono, conciencia de pérdida y el amargo sabor del mas nunca sentiré tu calor, escucharé tu voz, apretaras mi mano, veré tu sonrisa, …

Es la mirada del que queda, del yo dolido. Hay otra mirada desde nosotros mismos, pero pensando en el que se fue y desde allí veo la belleza de la muerte, en la liberación del espíritu de un cuerpo casado, sufrido, es la consciencia del ya no quiero estar y la aceptación de que mi tiempo aquí terminó.

Cuando acompañamos a una persona en su proceso de despedida es como un barco que va soltando los amarras, día a día vas sintiendo que se libera de algo: de iras, rencores, tristezas, orgullos, apegos y también sientes que esos espacios son ocupados por lo sutil, por las creencias más arraigadas de su fe, por el perdón a sí mismo y a los demás, de reconciliación con la vida y la muerte encontrando una paz inmanente, una quietud que solo puedo calificar de extraña, única y hermosa por su pureza.

Hay algo en este transitar que nos va como diciendo: Presta atención, te enseñé a vivir y ahora me corresponde enseñarte a morir, no desesperes. Siento que somos bendecidos cuando la vida nos da esa tregua entre un momento y el otro teniendo la oportunidad de arreglar nuestras cuentas internas y sabiendo que los que nos aman han comprendido el mensaje de la finitud de la vida terrenal y la aceptan como un paso más de la expansión espiritual.

Los sentimientos se mueven constantemente y la ausencia se vuelve presencia son los recuerdos que laten en mi interior y que me lleva a los momentos buenos, no tan buenos, alegres, tristes, amargos y benevolentes es la vida con sus matices y por la cual siempre estaré agradecida de haberla vivido al lado ella.

Expresar esto que siento es una manera de aquietar los pensamientos y sentimientos, una manera de adormecer la opresión que produce la tristeza mientras el corazón sana.

Me gusta pensar que cuando los que amamos se van nos dejan un trocito de su estela que lo podemos sentir en ese pensamiento amoroso que nos llega, en esa huella indeleble que da la vivencia compartida, en los espacios que amaban y entre las cosas hermosas que hablan de vida y transformación.

Gracias mamá por lo vivido, lo aprendido y transmitido. Vuela alto muy alto. Te amo.

In English

Can there be beauty in death?

Beauty is such a subjective concept that when we try to define it we may agree that it is an appreciation that produces a feeling of joy, complacency, that beauty amazes us by its exuberance or its simplicity, that it can be in the ephemeral or in the permanent, in the animate or in the inanimate, in short, only our sensibility speaks to us of what we feel as beautiful or not.

Beauty is in the life of the one who perceives it, and that leads me to ask myself, can there be beauty in death? Culturally we perceive death as something ugly, and it is precisely because of the feelings it produces in us: sadness, emptiness, sense of abandonment, awareness of loss and the bitter taste of never again feeling your warmth, hearing your voice, squeezing my hand, seeing your smile…

It is the look of the one who remains, of the hurt self. There is another look from ourselves, but thinking of the one who is gone and from there I see the beauty of death, in the liberation of the spirit of a married body, suffering, it is the awareness of no longer wanting to be and the acceptance that my time here is over.

When we accompany a person in the process of saying goodbye, it is like a ship that is releasing its moorings, day by day you feel that you are freeing yourself from something: anger, resentment, sadness, pride, attachments, and you also feel that those spaces are occupied by the subtle, by the most deeply rooted beliefs of your faith, by forgiveness to yourself and others, by reconciliation with life and death, finding an immanent peace, a stillness that I can only describe as strange, unique and beautiful for its purity.

There is something in this journey that tells us: Pay attention, I taught you to live, and now it is up to me to teach you to die, do not despair. I feel that we are blessed when life gives us that truce between one moment and the next, having the opportunity to settle our internal accounts and knowing that those who love us have understood the message of the finiteness of earthly life and accept it as one more step of spiritual expansion.

The feelings are constantly moving, and the absence becomes presence are the memories that beat inside me and that take me to the good moments, not so good, happy, sad, bitter and benevolent is life with its nuances and for which I will always be grateful to have lived next to her.

Expressing what I feel is a way to still thoughts and feelings, a way to numb the oppression that sadness produces while the heart heals.

I like to think that when those we love leave us, they leave us a little piece of their wake that we can feel in that loving thought that reaches us, in that indelible mark that gives the shared experience, in the spaces they loved and among the beautiful things that speak of life and transformation.

Thank you mom for what you have lived, learned and transmitted. Fly high very high. I love you.