Mira, esa escena que describes nos pone a pensar un montón sobre cómo se mezclan la cultura, las reglas de la sociedad y el momento histórico que vivimos. Aquí, en Venezuela, donde las leyes muchas veces son puro papel mojado y casi nunca se cumplen de verdad, esa pelea entre lo que debería ser y lo que pasa en la calle todos los días es un reflejo clarísimo de lo enredados que estamos como sociedad.
Lo de agarrar algo ajeno sin permiso, como en el ejemplo de los aguacates, no se puede ver solo así por encima. Hay que entender que ocurre en un país donde las instituciones están débiles, la desigualdad es enorme y el tejido social se ha ido rompiendo… eso ha hecho que cosas que en otros lados serían un escándalo, aquí las veamos casi como algo “normal” o al menos no tan grave.
Y sí, Freud decía que las ganas básicas (comer, sexo) nos movían. Eso quizás servía para su época, donde sobrevivir era lo primero. Pero hoy el cuento es otro; los problemas ya no son solo de uno, sino crisis que vienen de todo el sistema. En Venezuela, por ejemplo, el hambre no es solo no tener qué comer. También es un hambre moral: nos faltan valores claros, no confiamos en casi nadie que tenga poder, y sentimos esa impunidad a flor de piel, desde lo más chiquito (agarrar esos aguacates) hasta lo gigante (la corrupción, la violencia brutal). Que algunos actúen en público con esa “naturalidad” no es solo un instinto, es porque hay un vacío cultural inmenso donde las reglas ya no importan, porque nadie las respeta ni las defiende de verdad.
Poner el dedo en esta llaga significa entender que el rollo no son los aguacates; es cuánto respeto le tenemos como comunidad a lo que es de todos. En un país donde las reglas parecen aplicarse solo a conveniencia, ¿cómo le pides a la gente que sea responsable individualmente si antes no arreglamos la base que nos une como sociedad? Que la gente se tome las normas a la ligera no es una casualidad; es el resultado de décadas de malos gobiernos, de tanta desigualdad y de haber perdido la esperanza.
Para darle la vuelta a esto, quizás hay que ir más allá de solo criticar la moral de la gente y empezar a preguntarnos de verdad cómo creamos las condiciones (cosas concretas y también ideas, confianza) para que la gente sienta que forma parte de algo, de un proyecto que es de todos. Sin eso, cualquier norma, por básica que sea, seguirá siendo letra muerta en nuestro día a día.