Lo esencial y lo invisible
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Lo esencial y lo invisible ¿qué es esencial, qué es invisible? Hoy pongo en palabras las reflexiones esquivas que me han llevado mi relectura de esa obra que debe ser cabecera de grandes y pequeños. El Principito de Antoine de Saint-Exupéry. Sin dudas de las joyas más aclamadas y de esos libros que debemos de leer más de una vez porque cada vez que lo leemos parece ser la primera o parece tener enseñanzas que la primera vez fueron invisibles. Y su frase quizás más conocida es esa: lo esencial es invisible para los ojos, no se ve bien si no es con el corazón.
Hoy quiero poner algo sobre la mesa y es todas esas nuevas y viejas enseñanzas que he guardado para mí y no se siente bien guardarlas, creo que deben ser compartidas. Además me gustaría ilustrar este escrito con imágenes generadas con esa magnífica herramienta que es la inteligencia artificial y que nos puede ilustrar hermosamente escenas. Hoy también digo que si se quiere ser una persona de bien se debe seguir lo invisible con el corazón.
La verdad es invisible:
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Cuando decimos la verdad siempre pienso que renunciamos, nos hacemos más vulnerables, creo que la dignidad humana se sostiene gracias a la verdad, te definen tus palabras pero también lo que callas, lo que omites. Cuántas verdades no hay en El Principito, cada conversación es una oportunidad de decirla, cada diálogo está escrito desde la inocencia infantil de decir la verdad. La verdad se vio en ese encuentro con la rosa, donde reconocemos las fallas de la persona que queremos pero no por eso dejamos de quererla. La verdad estaba en el encuentro con las demás rosas del jardín, donde no había temor a expresar que porque algo luzca igual no quiere decir que es lo mismo.
La Coherencia es Invisible
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Si algo me gusta de las personas es que sean coherentes, que digan lo que piensan, sí pero que también actúen como dicen sin máscaras y sin maquillajes, no hacemos nada con discursos vacíos si no hay acción si no hay verbos. Con el Principito aprendí que la coherencia no está divorciada de la razón, y que la acción es el camino para que nuestras palabras tengan coherencia. Se es bueno porque sí, se es bueno desde el corazón, no por el prestigio social, no por la recompensa, el que dice ser bueno y no actúa con bondad no lo es, el que dice ser bueno pero tiene que llamar al mundo para que lo vea siendo bueno, no lo es. Porque el peso de dejar a su amada rosa detrás, lo ata al asteroide y es ese peso el que lo obliga, después de aprender del mundo exterior a regresar a su pequeño mundo.
La empatía es invisible:
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La empatía está estrechamente relacionada a la escucha, al tiempo y como nos enseñó el Principito a la domesticación. Escuchar es la base de nuestras relaciones, escuchar es necesario y es más que una simple cortesía, es la transformación, es compartir ideas con quienes están a nuestro alrededor. Escuchar es también renunciar a nuestros argumentos para comprender y hallar valor en el de los demás. Como cuando el zorro pide ser domesticado y es escuchar su explicación y razones, junto a la empatía lo que crea esos vínculos que transforman intereses en cuidados. Y así somos nosotros cuando ponemos nuestra vida al servicio de alguien más, cuando damos nuestro tiempo a quien nos pide ser escuchados.
La Gratitud es invisible
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Viene a mi mente todas las veces que el pequeño príncipe agradeció, agradeció a todo en el que su camino se cruzó para enseñarle sobre la vida, agradeció al aviador por la escucha y por el silencio, cuánto pudiéramos hacer nosotros si fuéramos más agradecidos.
La Ternura es invisible:
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La ternura del Principito se usa como lenguaje, un lenguaje sanador, un lenguaje que protege sin asfixias y sin lastimar, un lenguaje que sabe poner sus límites. La ternura es esa relación con su rosa, y hasta con su propio asteroide que requiere cuidados constantes que a veces parecen sacrificios, pero que se hacen con amor para que la rosa siga bella y el asteroide habitable. Y así somos nosotros cuando tratamos con ternura incluso a quienes nos tratan mal, convertimos corazones áridos en zonas habitables. Me gustan mucho las personas que llegan a este mundo para con ternura transformar corazones.
La Paciencia es invisible.
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Y sí, si algo me enseñó el Principito es el valor incalculable de los corazones y las mentes pacientes, paciencia para hablar con los demás y escuchar, paciencia para aprender más del viaje que del destino, paciencia para esperar el momento justo para regresar al hogar. Paciencia para nosotros mismos cuando necesitamos alejarnos de lo que no sentimos nuestro. Y así podemos ser nosotros, en nuestras vidas, tener la paciencia para aprender incluso de que no tiene nada que enseñar.
La Esperanza es invisible:
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El Principito me enseñó sobre la esperanza, y me enseñó que se tiene que tener esperanza sin ser ingenuo, se tiene que ser optimista sin esperar milagros aunque creas fielmente que los milagros existen. El Principito siempre tuvo esa esperanza, desde el propio acto de partir en su viaje sin destino, pero confiaba en la esperanza de los demás incluso en los hombres con trabajos serios y aburridos, pero sobre todo tenía esperanza en mirar a las estrellas y ver su asteroide. Y tuvo esa esperanza cuando decidió que la serpiente sería su vehículo de regreso, la esperanza impulsa acciones que hacen visible lo invisible.
Fueron tantas cosas las que aprendí: Aprendí que un aviador puede aprender de un niño admitiendo su ignorancia, aprendí que poseer sin amor no es libertad, aprendí que hay personas que se sacrifican para que otros tengan luz, aprendí que a veces somos nosotros los que debemos pedir ser domesticados, aprendí que por muchas rosas que hay en el mundo, hay una que es única para nosotros.
Quisiera volver a leer esas páginas y volveré a ella, como cada vez que vuelvo con la cabeza hecha un enredo de sueños y el corazón un nudo apretado, regresaré para salir siendo más inocente y más niño.
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The essential and the invisible
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The Essential and the Invisible: What is essential, what is invisible? Today I put into words the elusive reflections that have arisen from my rereading of that work that should be a staple for young and old alike: The Little Prince by Antoine de Saint-Exupéry. Undoubtedly one of the most acclaimed gems, and one of those books we should read more than once because each time we read it, it seems like the first time, or it seems to hold lessons that were invisible the first time. And perhaps its most famous phrase is this: what is essential is invisible to the eyes; one cannot see rightly unless one sees clearly with the heart.
Today I want to bring something to the table, and that is all those new and old lessons that I have kept to myself, and it doesn't feel right to keep them to myself. I believe they should be shared. I would also like to illustrate this piece with images generated by that magnificent tool, artificial intelligence, which can beautifully depict scenes. Today I also say that if one wants to be a good person, one must follow the invisible with the heart.
The truth is invisible:
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When we tell the truth, I always think we give something up, we become more vulnerable. I believe human dignity is sustained by truth; you are defined by your words, but also by what you keep silent about, what you omit. How many truths are there in The Little Prince! Every conversation is an opportunity to speak it, every dialogue is written from the childlike innocence of telling the truth. The truth was seen in that encounter with the rose, where we recognize the flaws of the person we love, but that doesn't stop us from loving them. The truth was in the encounter with the other roses in the garden, where there was no fear of expressing that just because something looks the same doesn't mean it is the same.
Coherence is Invisible
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What I admire most about people is their consistency—that they say what they think, yes, but also act accordingly, without masks or pretense. Empty words are meaningless without action, without words. With The Little Prince, I learned that consistency isn't divorced from reason, and that action is the path to making our words coherent. Goodness stems from the heart, not from social prestige or reward. Those who claim to be good but don't act kindly aren't. Those who claim to be good but have to call on the world to see them being good aren't. Because the weight of leaving his beloved rose behind binds him to the asteroid, and it's that weight that compels him, after learning from the outside world, to return to his little world.
Empathy is invisible:
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Empathy is closely linked to listening, to time, and, as the Little Prince taught us, to taming. Listening is the foundation of our relationships; it is necessary and more than mere courtesy—it is transformation, it is sharing ideas with those around us. Listening also means setting aside our own arguments to understand and find value in those of others. Like when the fox asks to be tamed, it is listening to his explanation and reasons, along with empathy, that creates the bonds that transform self-interest into care. And that is how we are when we dedicate our lives to someone else, when we give our time to those who ask to be heard.
Gratitude is invisible
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I think of all the times the little prince gave thanks, he thanked everyone he met along the way who taught him about life, he thanked the aviator for listening and for being silent, how much we could do if we were more grateful.
Tenderness is invisible:
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The Little Prince's tenderness is used as a language, a healing language, a language that protects without suffocating or hurting, a language that knows how to set boundaries. Tenderness is that relationship with his rose, and even with his own asteroid, which requires constant care that sometimes seems like sacrifice, but is done with love so that the rose remains beautiful and the asteroid habitable. And that's how we are when we treat even those who treat us badly with tenderness; we transform barren hearts into habitable places. I really like people who come into this world to transform hearts with tenderness.
Patience is invisible.
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And yes, if the Little Prince taught me anything, it's the immeasurable value of patient hearts and minds: patience to talk to others and listen, patience to learn more from the journey than the destination, patience to wait for the right moment to return home. Patience for ourselves when we need to distance ourselves from what doesn't feel like our own. And that's how we can be, in our own lives, having the patience to learn even from things that have nothing to teach.
Hope is invisible:
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The Little Prince taught me about hope, and he taught me that one must have hope without being naive, one must be optimistic without expecting miracles, even if one truly believes that miracles exist. The Little Prince always had that hope, from the very act of setting off on his journey without a destination. He trusted in the hope of others, even men with serious and boring jobs, but above all, he had hope in looking at the stars and seeing his asteroid. And he had that hope when he decided that the snake would be his vehicle for the return journey. Hope drives actions that make the invisible visible.
I learned so many things: I learned that an aviator can learn from a child by admitting his ignorance, I learned that possessing without love is not freedom, I learned that there are people who sacrifice themselves so that others may have light, I learned that sometimes we are the ones who must ask to be tamed, I learned that for every rose in the world, there is one that is unique to us.
I would like to reread those pages and I will return to it, as I do every time I return with my head a tangle of dreams and my heart a tight knot, I will return to come out more innocent and more childlike.
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