Saludos. La amiga @iriswrite en una reciente publicación para la comunidad @holos-lotus nos hace la invitación a reflexionar sobre aquellos maestros que de algún modo dejaron huellas en nuestra vida. Les comento...
En anteriores oportunidades he mencionado a maestros que con sus ejemplos impactaron decisivamente en mi vida.
He mencionado a un gran amigo y mentor con el que compartí más de treinta años y que significó un antes y un después en mi manera de entender el mundo. También he mencionado a mi maestra de cuarto grado, que luego fue compañera de estudios, y que me enseñó a temprana edad el valor del esfuerzo propio y el reconocimiento del mérito como medios para el desarrollo personal. He hablado de un profesor de matemáticas de tercer año que me enseñó a jugar ajedrez y que siempre estuvo atento a procurarme la motivación necesaria para que continuara adelante.
Pero aparte de esos seres insignes, sobre los que no me cansaré de hablar y escribir, he tenido también otros maestros que dejaron en mí grandes enseñanzas.
Una de ellos fue mi profesora de educación artística de segundo año. Era una mujer pequeña, robusta, y con un gran defecto en una de sus piernas, por lo que debía usar en ese pie una enorme bota, que me imaginaba muy pesada, con una plataforma como de seis o siete centímetros de alto.
Su caminar era bastante errático, se balanceaba de un lado a otro como tratando de encontrar el equilibrio necesario para que no se fueran al suelo los paquetes de carpetas que siempre la acompañaban. A veces algún otro profesor se ofrecía a ayudarla y ella con una amable sonrisa le respondía que estaba bien, que podía resolverse sola. Yo lo que veía en aquel gesto de ella era la señal de una persona que no se amilanaba ante las dificultades. Su limitación no le impedía cumplir a cabalidad con sus responsabilidades.
Al comenzar el segundo año yo tenía bastante aprehensión, sabía que esa profesora me daría clases. En el liceo se había corrido la fama de que era una mujer de mal carácter y estricta, y en verdad que sentía un poco de temor.
Pero a medida que fue corriendo el año escolar descubrí que la profesora Aura, como era su nombre, no era para nada la persona de la que hablaban los rumores. Por el contrario, era una mujer muy cariñosa, dispuesta a orientar de la mejor forma posible y con un profundo conocimiento de los temas que enseñaba. Su ejemplo siempre ha venido a mi memoria para recordar que las personas siempre tienen la capacidad de sobreponerse a sus limitaciones.
En mi época de estudiante en el Pedagógico de Caracas, también recuerdo a muchos profesores fuera de serie. Uno de ellos era el profesor Vásquez Fermín, era un hombre inmenso, como de uno noventa de alto. El profesor Vásquez siempre andaba con un gran maletín repleto de papeles.
Su manera de enseñar era bastante particular, casi siempre llevaba a clases algún artículo de prensa reciente, se lo pasaba a alguno de los compañeros para que lo leyera y comenzaba un gran debate. A cada alumno que intervenía el profesor le hacía una serie de observaciones, le indicaba los puntos débiles o fuertes de su argumento, si estaba cayendo en algún lugar común y le hacía una serie de recomendaciones para fortalecer la capacidad argumentativa. Aquellas clases eran muy entretenidas, nos hacía tomar conciencia de la importancia de la reflexión, y nos motivaban a prepararnos mejor cada día.
El profesor Vásquez también era un gran ejemplo de humildad. Aún cuando era un gran académico que daba clases en las Universidades más importantes de Caracas, y que cumplía labores parlamentarias en el Senado de la República, siempre usaba el transporte público.
Seguramente que con sus ingresos podía andar en un vehículo propio, además, de que por posición en el escalafón político tendría derecho a un carro con chofer. Sin embargo, el profesor prefería la incomodidad de las camionetas de pasajeros. Nos decía que era su manera de no olvidar quien era y de mantenerse en contacto permanente con la realidad del país, al que representaba en el congreso.
Siempre me he sentido afortunado de haber tenido a esos grandes Maestros en mi vida. En los cuarenta años que dediqué a la docencia sus enseñanzas no dejaron de resonar en mí ni un solo día.
Gracias por tu tiempo.
Greetings. The friend @iriswrite in a recent publication for the @holos-lotus community makes us the invitation to reflect on those teachers who in some way left footprints in our lives.
On previous occasions I have mentioned teachers whose examples had a decisive impact on my life.
I have mentioned a great friend and mentor with whom I shared more than thirty years and who meant a before and after in my way of understanding the world. I have also mentioned my fourth grade teacher, who later became a fellow student, and who taught me at an early age the value of self-effort and the recognition of merit as a means for personal development. I have spoken of a third grade math teacher who taught me to play chess and who was always attentive to provide me with the necessary motivation to keep me going.
But apart from these distinguished people, about whom I will never tire of talking and writing, I have also had other teachers who left me with great teachings.
One of them was my second year art education teacher. She was a small, stout woman, and with a great defect in one of her legs, so she had to wear on that foot an enormous boot, which I imagined to be very heavy, with a platform about six or seven centimeters high.
Her walk was quite erratic, she swayed from one side to the other as if trying to find the necessary balance so that the bundles of folders that always accompanied her would not fall to the ground. Sometimes another teacher would offer to help her, and with a kind smile she would reply that it was all right, that she could manage on her own. What I saw in that gesture of hers was the sign of a person who was not intimidated by difficulties. Her limitations did not prevent her from fulfilling her responsibilities.
At the beginning of the second year I was quite apprehensive, I knew that this teacher would teach me. There was a reputation at the high school that she was a bad-tempered and strict woman, and I was a little afraid.
But as the school year went on, I discovered that Professor Aura, as she was called, was not at all the person the rumors said she was. On the contrary, she was a very caring woman, willing to guide in the best possible way and with a deep knowledge of the subjects she taught. Her example has always come to my memory to remind me that people always have the ability to overcome their limitations.
When I was a student at the Pedagogical School of Caracas, I also remember many outstanding professors. One of them was Professor Vásquez Fermín, he was an immense man, about six feet tall. Professor Vásquez always had a big briefcase full of papers.
His way of teaching was quite particular, he almost always brought to class some recent newspaper article, passed it to one of his classmates to read and started a great debate. To each student who intervened, the professor would make a series of observations, he would indicate the weak or strong points of his argument, if he was falling into a common place, and he would make a series of recommendations to strengthen his argumentative capacity. Those classes were very entertaining, made us aware of the importance of reflection, and motivated us to prepare ourselves better every day.
Professor Vasquez was also a great example of humility. Even though he was a great academic who taught at the most important universities in Caracas, and who served in the Senate of the Republic, he always used public transportation.
Surely, with his income he could drive his own vehicle, besides, because of his position in the political ladder, he would have the right to a car with driver. However, the professor preferred the discomfort of passenger vans. He told us that it was his way of not forgetting who he was and of keeping in permanent contact with the reality of the country, which he represented in Congress.
I have always felt fortunate to have had these great Masters in my life. In the forty years that I dedicated to teaching, their teachings never ceased to resonate in me for a single day.
Thank you for your time.
Translated with DeepL.com (free version).
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