Ayer mi hermana me envió un vídeo donde se observa a un niño que se molesta porque el teléfono no hace lo que quiere y lo lanza contra una pared. Yo respondo de una vez: "Cuando en mis tiempos" y me quedo pensando en los métodos de crianza.
Hermanos de mi abuela contaban cómo, por pedir más comida, les ponían la canasta completa de arepas y lo que quedaba de la cuajada para que se lo comieran; obviamente, no iban a poder con todo eso. Seguían comiendo, pero en lo que sentían que no querían más, venía una reprimenda peor, una paliza para que aprendieran a conformarse con lo que había. Ellos decían con orgullo: "Aquí estamos, no nos pasó nada". "Esos muchachos de ahora...". No había ni internet ni leyes.
El castigo físico se propinaba en la mayoría de los hogares, y aunque parezca mentira con tanto avance que ha habido, aún existe quien lo aplica y defiende como método de crianza en valores.
He visto en internet los elogios a la chancleta voladora, común en muchos hogares; de esta me escapé y no la utilicé tampoco con mis hijos.
Dicen, por ejemplo: "No será la estrella de Belén, pero nos enseñó el camino correcto" o "Detrás de todo hijo bien educado existe una madre con buena puntería".
Estos comentarios dan fe de una práctica errónea que intenta mantener el castigo corporal como una medida para lograr la disciplina de los niños. Esta práctica se extendió por bastante tiempo y la aplicaban también los maestros que sustituían la chancla por el borrador; en algunos casos jalaban las orejas y golpeaban con objetos, algo imperdonable. En la actualidad, infringir maltrato físico a un niño es penado por la ley. Ahora a los docentes les corresponde detectar cualquier evidencia de maltrato en el hogar para buscar los correctivos legales al respecto.
El castigo corporal a los niños
genera emociones de frustración, enojo, rencor y resentimiento muy difíciles de olvidar y, si a esto se suma el maltrato verbal, las consecuencias son aún mayores. Un niño en esa situación mostrará bajo rendimiento estudiantil, retraimiento o violencia en la escuela, baja autoestima y otros comportamientos negativos. Muchos de los problemas de ansiedad y depresión en los adultos son consecuencias de una crianza afianzada en el maltrato físico. Estas secuelas son muy dañinas para la psiquis de la persona.
Un padre o madre que usa la correa y otro medio para castigar a su hijo, ha perdido la primera batalla consigo mismo, se ha dejado llevar por sus emociones más bajas, generalmente paga su enojo con el niño y mantiene un comportamiento errático, castigando según su estado de ánimo, y esto generalmente daña la calidad de la relación padre-hijo.
Hay que poner correctivos, pero cómo hacerlo es tema que genera controversia . Cómo hacer que respeten, que guarden sus cosas, que sigan las instrucciones que se les da, que no se peleen entre sí, que no desperdicien la comida y tantas otras enseñanzas que nos toca a los padres.
Hablar hasta que estén dichas todas las palabras, exponer sosegadamente y sin gritos las consecuencias que puedan tener los actos que se hagan irresponsablemente; pero también oír, escuchar sus planteamientos, sus respuestas, argumentos, para eso que uno pretende que hagan, pero ellos no quieren hacer. Aprovechar los momentos de compartir juntos para hablar sin que se sienta como un regaño.
Creo que todos tenemos en el recuerdo a alguien que nos habló y nos hizo reflexionar en su momento: familiares o maestros que influyeron en nuestras decisiones y se mantiene su mensaje en el recuerdo, personas que hablaron desde el amor y la comprensión. Si esa persona que queda grabada allí es el padre o la madre, será la evidencia de una educación recibida desde el amor.
Gracias por tu amable lectura.
Mi contenido es original.
Imágenes de Pixabay con su respectiva fuente.
He utilizado el traductor de Google.
Yesterday, my sister sent me a video of a child getting upset because his phone wasn't doing what he wanted and throwing it against a wall. I immediately responded: "Back in my day," and I started thinking about parenting methods.
My grandmother's siblings told how, for asking for more food, they were given the entire basket of arepas and the rest of the curd to eat; obviously, they couldn't handle it all. They kept eating, but just as they felt they didn't want any more, a worse reprimand came, a beating so they'd learn to make do with what they had. They proudly said: "Here we are, nothing happened to us." "Those kids these days..." There was neither the internet nor laws.
Corporal punishment was used in most homes, and although it may seem unbelievable given the progress we've made, there are still those who use it and defend it as a method of parenting based on values.
I've seen online praise for the flying flip-flop, a common sight in many homes; I escaped this one and didn't use it with my children either.
They say, for example: "It may not be the Star of Bethlehem, but it showed us the right path" or "Behind every well-behaved child is a mother with good aim."
These comments attest to a flawed practice that attempts to maintain corporal punishment as a means of achieving discipline in children. This practice was widespread for quite some time and was also used by teachers who substituted the flip-flop for the eraser; in some cases, they pulled ears and hit with objects, something unforgivable. Currently, physical abuse of a child is punishable by law. Teachers are now responsible for detecting any evidence of abuse in the home and seeking legal remedies.
Corporal punishment of children generates emotions of frustration, anger, resentment, and bitterness that are very difficult to forget. If verbal abuse is added to this, the consequences are even greater. A child in this situation will display poor academic performance, withdrawal or violence at school, low self-esteem, and other negative behaviors. Many of the anxiety and depression problems in adults are consequences of an upbringing rooted in physical abuse. These consequences are very damaging to the individual's psyche.
A parent who uses a strap or other means to punish their child has lost the first battle within themselves. They have allowed themselves to be carried away by their baser emotions. They usually take their anger out on the child and maintain erratic behavior, punishing according to their mood, and this generally damages the quality of the parent-child relationship.
Corrective measures must be taken, but how to do so is a controversial topic. How to make them respect others, put away their things, follow instructions, not fight with each other, not waste food, and so many other lessons we parents are taught.
Talk until all the words are said, calmly and without shouting, explain the consequences of irresponsible actions; but also listen, listen to their proposals, their responses, their arguments, for what you expect them to do, but they don't want to do. Take advantage of moments of sharing together to talk without it feeling like a scolding.
I think we all remember someone who spoke to us and made us reflect at some point: family members or teachers who influenced our decisions and whose message remains in our memories, people who spoke from a place of love and understanding. If that person who remains engraved there is a father or mother, it will be evidence of an upbringing received from a place of love.
Thank you for your kind reading.
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Images from Pixabay with their respective sources.
I used Google Translate.