🇪🇸 Mensaje diario de 5 minutos| Cuento corto: Por culpa del perro • 🇬🇧 5 Minute Daily Message | Short story: Because of the dog

Todo comenzó por una pendej…da.

Un cable del tendedero que cruzaba de un lado al otro del patio compartido, estaba algo flojo y se caía cuando soplaba el viento.

Una tarde, el perro del vecino se enredó con el cable, tumbó un balde y destruyo unas jardineras, nada grave, lo malo fue que ocurrió justo a la hora de la siesta. Minutos después se escuchó un portazo muy fuerte dentro de la casa y varios gritos mencionando al perro.

Al día siguiente, ya no hubo saludo, ni una mirada, de un día a otro dejaron de ser vecinos.

Después vino la guerra silenciosa, golpes contra la pared, música alta a deshoras, la bolsa de basura dejada del lado equivocado. Pequeños gestos, insignificantes, pero constantes, ninguno hablaba, ninguno daba el primer paso.

Hasta que un sábado, sin decir nada, uno de ellos salió al patio con una pala.

Cavó durante toda la mañana, una línea recta, desde la entrada hasta el fondo. Mientras cavaba parecía descargar su rabia con cada palada. No explicó nada, pero el mensaje fue bastante obvio, este es el límite ¡No se te ocurra cruzarlo!.

Pasaron las semanas, nadie volvió a tender ropa, nadie se asomaba, pero la zanja seguía ahí, con agua estancada, hojas secas, insectos.

Y mientras la zanja se llenaba de cualquier cosa, también se fue apagando lo que había antes, el saludo de la mañana, el favor de regar las plantas, las conversaciones cuando se iba la luz, todo fue reemplazado por la distancia.

La zanja se había convertido en una frontera inútil que solo separaba, sin resolver nada.

A veces uno actúa desde la rabia, y cuando esa rabia se va, se da cuenta de que quedó del otro lado, solo, y con la tristeza de haber construido un muro donde antes había un hermoso puente.

It all started with a stupid thing.

A clothesline cable that crossed our shared yard was a bit loose and kept falling when the wind blew.

One afternoon, the neighbor's dog got tangled in the cable, knocked over a bucket, and destroyed some planters. Nothing serious, but the bad thing was that it happened right at nap time. Minutes later, a loud door slammed inside the house, and several shouts mentioning the dog.

The next day, there was no greeting, not a glance; from one day to the next, they were no longer neighbors.

Then came the silent war: banging on the wall, loud music at odd hours, the garbage bag left on the wrong side. Small, insignificant, but constant gestures; no one spoke, no one took the first step.

Until one Saturday, without saying anything, one of them went out into the yard with a shovel.

He dug all morning, a straight line, from the entrance to the back. While digging, he seemed to vent his rage with each shovelful. He didn't explain anything, but the message was quite obvious: this is the limit. Don't you dare cross it!

Weeks passed, no one hung clothes again, no one looked out, but the ditch was still there, with stagnant water, dry leaves, insects.

And as the ditch filled with everything, everything that had been there before also faded away: the morning greeting, the kindness of watering the plants, the conversations when the power went out—everything was replaced by distance.

The ditch had become a useless border that only separated, without resolving anything.

Sometimes you act out of anger, and when that anger subsides, you realize you're left on the other side, alone, and with the sadness of having built a wall where a beautiful bridge once stood.