Recuerda:
Tenía más días en el mes que plata para gastar del sueldo, y esto lo estresaba. Pero ¿qué podía hacer? A veces le daban horas extras, pero solo cubrían algunos pagos de la tarjeta de crédito que ya era necesaria para cubrir faltantes de alimentos. Y mes a mes era más de lo mismo.
Dos veces al año cobraba el medio aguinaldo, o sea, medio sueldo más, que cubría alguna reparación de la casa o del autito. Sentía, en pocas palabras, que tenía una casita fruto de la herencia de sus padres y un autito que compró con mucho sacrificio cuando estaba soltero, viejito pero que cumplía su función: lo llevaba y lo traía del trabajo. O sea, tenía una vidita.
De vez en cuando se iba a pescar, como lo hacía desde niño con su padre hasta que falleció, y volvía renovado, listo para encarar otra rutinaria semana. Siempre mantenía su compostura, era sereno, hablaba poco, lo justo y necesario, amable, educado y servicial. Atributos que lo hacían un gran compañero de trabajo.
Tanto que uno de ellos, en ese ratito de paz que había en el almuerzo, le pidió si él le enseñaría a dar los primeros pasos en la pesca, ya que nadie lo hizo con él. Después de una pausa y un silencio casi molesto, lo miró y le dijo que sí.
Un domingo, el joven pasó por la casa de su compañero y se fueron en el autito, escuchando música suave y charlando. Recién empezaba a despuntar lo que parecería ser una soleada mañana. Fue un día genial, no faltó el asadito, las cervecitas y la buena pesca. En el regreso, le dio la lista de lo que necesitaba comprar para la próxima vez.
En la segunda clase, le enseñó a armar la caña que se compró, a colocar el anzuelo, a encarnar y lo largó a practicar lo aprendido en la clase anterior mientras se encargaba de unos chorizos a la pomarola hechos en el disco de arado. Todo salió perfecto y al regreso, el joven le dio un dinero por las molestias de haber dejado la familia para estar con él y le agradeció por todo.
Lo necesitaba, así que lo tomó, y a partir de ahí, él podría pescar solo. Después fue otro compañero y otro, y así entendió que su hobby de niño, ahora era "un ingreso extra". No tardó mucho en aparecer un aviso clasificado en el diario local y carteles pegados en el centro de la población que decía: "Se dictan clases de pesca para principiantes".
No sabés por dónde empezar, fíjate en qué eres bueno y como podría eso serles útil a los demás...