Mi querida amiga, cuánto disfruté leerte, tenemos tanto en común desde los juegos de la infancia... esa regla era terrible, jamás me la cuadraron, pero si vi a muchos compañeritos vivirlo en clase. Jugué a ser la maestra cuando tuve vecinitos más pequeños que yo, porque mientras viví en la casa familiar, era yo la pequeñita, jajajaja, pero la gama de juegos en el inmenso patio era maravillosa, hasta metras me ponía a jugar con los varones. Me tocó ser docente en medio de los cambios bruscos, y aunque no pude recibir los beneficios, me quedé con la satisfacción de haber sido parte de la formación de muchos jóvenes brillantes. Pero qué buena relación logramos ambas entre nuestros juegos favoritos y nuestra profesión, mejor manifestación imposible. Gracias por esta hermosa participación, un abrazo.
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