Hello, fellow feline lovers!
Today I want to share with you a scene that has been etched in my heart and that I'm sure will touch your soul, just as it has mine.
As I strolled through those cobblestone streets steeped in history in Old Havana, under a blazing sun, amused by the restored buildings, an image stopped me in my tracks several times.
It was an elderly lady, one of those whose faces are marked by a lifetime of experiences, patiently pushing a shopping cart. I saw her stop at a corner and sit directly on the sidewalk. I watched, not wanting to interrupt her ritual.
To my surprise, the cart wasn't full of vegetables or groceries for her. No, it was loaded with plastic plates, which she began to slowly take out and place on the ground.
And then, the concert began. I didn't need to call. With the simple sound of plates being placed on the floor, like a dinner bell, cats of all colors began to appear. She patiently took out a jar of food and began pouring it onto each plate, bringing it closer to each one.
Each feline waited its turn, approached its designated plate, and began to eat with absolute confidence. There were no fights between them; it was a moment of peace. After filling their bellies, the spectacle continued: they lay down around her, within a radius of trust, to meticulously wash each other's faces, knowing that they were safe by her side.
After many had eaten, a large, fat one appeared, waddling patiently, certain that its food was saved for it.
And not just kittens; even a couple of puppies approached with joy; they too were greeted with a plate and a pet. There was no distinction.
This woman, whose name I don't know, isn't looking for likes or recognition. Her blog is the sidewalk, her community is these animals that depend on her love, and her reward is seeing them satiated and at peace. It's a powerful reminder that the purest love asks nothing in return.
It was beautiful to see the children passing by stop to witness this act of love. It means that every day this woman is planting a seed of good feelings in young hearts. What an excellent example!
I left there with a smile that wouldn't leave my face. People like that deserve a statue. Or, better yet, that their example be contagious.
See you soon!
Alimentando con amor
¡Hola, amigos amantes de los felinos!
Hoy quiero compartir con ustedes una escena que se me quedó grabada en el corazón y que estoy segura les va a llegar al alma como a mí.
Mientras paseaba por esas calles adoquinadas y llenas de historia de La Habana Vieja, bajo un sol ardiente, entretenida admirando los edificios restaurados, una imagen me detenía en seco en varias ocasiones.
Era una señora mayor, de esas que tienen el rostro marcado por una vida entera de experiencias, arrastrando con paciencia infinita un carrito de mercado. La vi detenerse en una esquina y se sentó directamente en la acera. Me quedé observando, sin querer interrumpir su ritual.
Para mi sorpresa el carrito no estaba lleno de verduras o de compras para ella. No, iba cargadito de platos de plástico que comenzó a sacar poco a poco y a colocarlos en el suelo.
Y entonces, comenzó el concierto. No hizo falta que llamara. Con el simple sonido de los platos siendo acomodados en el suelo, como si fuera la campana que anuncia la cena, empezaron a aparecer gatos de todos colores. Ella con gran paciencia sacó un jarro con comida y comenzó a servir en cada plato y se lo acercaba a cada uno.
Cada felino esperó su turno, se acercó a su plato designado y comenzó a comer con una confianza absoluta. No había peleas entre ellos, era un momento de paz. Después de llenar sus pancitas, el espectáculo continuó: se acostaron a su alrededor, en un radio de confianza, para lavarse la carita meticulosamente, sabiendo que a su lado estaban seguros.
Después que muchos habían comido se apareció uno grande y gordo que caminaba contoneándose con paciencia, seguro que su comida estaba guardada para él.
Y no solo gaticos, hasta un par de perritos se acercaron con alegría, también fueron recibidos con un plato y una caricia. No había distinciones.
Esa mujer, cuyo nombre desconozco, no busca likes ni reconocimiento. Su blog es la acera, su comunidad son estos animales que dependen de su amor, y su recompensa es verlos saciados y tranquilos. Es un recordatorio poderoso de que el amor más puro no pide nada a cambio.
Fue bonito ver que los niños que pasaban se detenían a ver este acto de amor, eso significa que cada día esta señora va sembrando una semillita de buenos sentimientos en corazoncitos jóvenes, ¡excelente ejemplo!
Me fui de allí con una sonrisa que no se me borraba. Gente así merece una estatua. O, mejor aún, que su ejemplo se contagie.
¡Hasta pronto!
