Qué linda experiencia, esas clases abiertas siempre tienen un encanto especial, y más cuando son protagonizadas por niñas tan pequeñas. Me imagino lo hermoso que fue verlas tan concentradas y felices, sobre todo las que iban con su tutú, ¡una ternura absoluta! Además, qué bueno que esa caminata inesperada por el Sambil te permitió redescubrir rincones bonitos que normalmente no visitas. Sin duda, una salida que comenzó con buena energía y dulzura. Gracias por compartir las imagenes.