Es curioso, ¿verdad? Esa manía que tenemos de querer entenderlo todo, de buscarle un porqué a este lío que a veces parece la vida. Y claro, en esa búsqueda, pues nos encontramos con cosas que no cuadran, como esto que dices, ¿no? Esa especie de baile entre la risa que nos suelta y el dolor que, de alguna forma, nos marca. Uno piensa en el payaso y en el mártir como si fueran agua y aceite, pero, ¿y si en el fondo se rozan más de lo que creemos, en eso que llamamos vivir?

Cortesía de El Tiempo
Pensemos un poco en la comedia, por ejemplo. Es como un espejo de feria, de esos que te deforman, pero que de alguna manera te clavan, te muestran una verdad tuya que ni sabías. Cuando nos partimos de risa, así, sin poder evitarlo, ¿qué estamos viendo en realidad? Muchas veces, lo que vemos son nuestras propias meteduras de pata, nuestras pequeñas hipocresías, esas normas sociales que seguimos como borreguitos sin pensarlo mucho. La comedia tiene ese don, ¿sabes? El de dejar en cueros al emperador, de señalar con el dedo, sí, pero con gracia, las fallas en esa imagen perfecta del poder. Da igual si es el poder político, el económico, el social…, ¡ni te cuento el religioso! O incluso ese poder más disimulado que usamos entre nosotros cada día. Un tipo que se da un porrazo nos hace reír, vale, pero ¿no será que en el fondo vemos ahí nuestro propio miedo a meter la pata, a quedar en ridículo, a que se nos vaya de las manos? El bufón de la corte, esa figura tan curiosa, era muchas veces el único que se atrevía a cantarle las verdades al rey, eso sí, disimuladas con un chiste. Y digo yo, ¿no sigue siendo un poco así la comedia hoy? Los cómicos, los que hacen viñetas, los que escriben obras de teatro con retranca… son como la voz de la gente que se huele la trampa, la corrupción o, simplemente, la tontería de los que mandan. Como decía Orwell, “Toda broma es una pequeña revolución”. Y en esa chispita revolucionaria, ¿no hay algo que nos desahoga, que nos quita un peso de encima, aunque sea por un rato, de todo eso que nos aprieta o nos limita?
La comedia, cuando saca a la luz los sinsentidos del poder, también nos pone un espejo delante sobre cómo somos cómplices, a veces sin querer y otras queriendo. Cuando nos reímos de un chiste sobre un estereotipo, ¿no estamos admitiendo, aunque sea un poquito, que ese estereotipo existe y pesa en nuestra cabeza? La risa puede unir, sí, pero también puede dejar a gente fuera. Puede curar, pero también herir. ¿Dónde está el límite? ¿Cuándo un chiste deja de ser una crítica con cabeza para ser solo una forma de repetir prejuicios? Son preguntas que están ahí, rondando, y que nos hacen mirarnos en ese espejo de la comedia, con una sinceridad que a veces duele, la verdad.

Cortesía de Hollywood Reporter
Y justo ahí, en ese punto donde la risa te deja pensando, o incluso con un regusto amargo, es donde empezamos a ver la conexión con el otro gran tema: el valor del sufrimiento. Porque, a ver, ¿qué hay detrás de esa risa un poco nerviosa que nos sale cuando vemos la desgracia de otro, o cuando exageramos nuestras propias torpezas? ¿No es, en parte, darnos cuenta de lo frágiles que somos, y que esa fragilidad, pues al final, duele? La gente, para tirar p'alante con la vida, ha encontrado en el arte, en el teatro, en la comedia, en eso que llamas humor negro, una vía de escape, sí, pero también una manera de digerir las cosas. El humor negro, esa flor tan rara que sale en medio del peor de los barros, se atreve a reírse de lo que no se puede hablar, de lo trágico, ¡hasta de la muerte! ¿Es una falta de respeto? ¿O es, más bien, un acto de una valentía tremenda, un intento de quitarle al sufrimiento ese poder que te deja clavado, de mirarlo de frente y soltarle una carcajada en la cara? Me acuerdo de esa frase de Nietzsche, o que dicen que es de él: “El hombre sufre tanto en este mundo que tuvo que inventar la risa”. La risa como forma de sobrevivir, como un escudo, aunque sea de cartón, contra esa angustia de vivir.
Pero, ¿se acaba ahí la cosa con el sufrimiento? ¿Es solo algo malo que hay que evitar, tapar con risas o transformar con el arte? Mucha gente dice que el sufrimiento, por muy chungo que sea, también nos puede hacer crecer, ponernos más en el lugar del otro, entender la vida de otra manera. ¿Las obras de arte más bestias, las ideas filosóficas más profundas, no han salido muchas veces de un dolor muy hondo? No es que haya que buscar el sufrimiento ni pensar que es maravilloso, ¡para nada! Pero sí reconocer que, cuando llega –y llega, eso es seguro–, podemos elegir cómo plantarle cara. Viktor Frankl, que pasó por el Holocausto, nos dejó esa idea de que, incluso en lo peor de lo peor, a la gente le queda una última libertad: elegir su actitud. ¿Será ese, quizás, uno de los valores del sufrimiento? Que nos enseña lo fuertes que podemos llegar a ser, nuestra capacidad de encontrarle un sentido a las cosas incluso cuando todo está fatal.

Granujas a todo ritmo' (John Landis, 1980)
Cuando toda una sala se ríe a la vez ante una verdad incómoda que alguien suelta en el escenario, o cuando una persona encuentra un poquito de consuelo en una canción triste que parece entenderle... ¿no es como si todos nos conectáramos? La comedia nos une al darnos cuenta de que todos metemos la pata; el arte que sale del dolor nos une porque todos somos frágiles. Las dos cosas, la risa y el llanto (o el pensar en el dolor de otros y el nuestro), nos recuerdan que somos humanos. Nos sacan de estar solos en nuestro rincón y nos conectan con algo más grande. La comedia puede servir para decir “esto está mal”, “esto hay que cambiarlo en cómo nos organizamos y en nosotros mismos”. Y el sufrimiento, a su vez, a lo mejor es lo que nos empuja a buscar ese cambio, a ser más compasivos, a darle valor a lo que de verdad importa.
Quizás la comedia buena de verdad no es solo criticar al poder o reírnos de nuestras debilidades, sino también aceptar con alegría que somos imperfectos. Y el sufrimiento, con esa magia rara que tiene, no es solo un peso, sino también una oportunidad para hacernos más fuertes por dentro, para ver las cosas con más claridad. Como si la vida nos dijera: “Mira, estas son las cartas que te han tocado, algunas buenas, otras malísimas. ¿Cómo vas a jugar la partida?”. La risa nos ayuda a mezclar las cartas, a tomar aire, a no tomarnos el juego tan en serio que nos quedemos tiesos. Y el dolor nos enseña lo que vale cada carta, lo importante que es cada movimiento.

'Borat' (Larry Charles, 2006)
¿Y si la comedia fuera como una especie de magia, que transforma el plomo de los problemas de cada día, de la rabia contra los que mandan, en el oro de una carcajada que te libera, aunque dure poco? Y ese alivio, ¿no nos da un empujoncito para seguir adelante con el sufrimiento que trae la vida, pero ya no como un ingenuo que espera un mundo perfecto, sino como alguien que ha aprendido a bailar aunque llueva? El arte, en todas sus formas, se vuelve ese rinconcito especial donde la risa y las lágrimas pueden estar juntas, donde podemos mirar nuestras contradicciones sin miedo a que nos juzguen. Un sitio donde criticar al poder va de la mano con aceptar que somos frágiles, y donde el sufrimiento, una vez que le perdemos el primer miedo, puede empezar a contarnos cosas. ¿Y si lo importante de verdad no fuera quitar el sufrimiento del mapa, tarea imposible, ni reírnos de todo a lo loco, sino aprender a caminar por esa cuerda floja entre lo trágico y lo cómico que es, al final, la vida? ¿No es esa habilidad, al fin y al cabo, la más humana de todas? Piensa en Chaplin: su vagabundo nos mataba de risa y al mismo tiempo nos rompía el corazón con lo tierno y lo desgraciado que era. Ahí, en esa mezcla, ¿no hay una verdad muy gorda sobre quiénes somos y cómo nos las apañamos en este mar que tantas veces tiene tormenta? La comedia nos recuerda que no estamos solos en nuestras chifladuras, y el sufrimiento, si le dejamos, nos recuerda que no estamos solos cuando nos duele algo. Y al darnos cuenta de esas dos cosas, a lo mejor, encontramos un poquito de esa “mezcla mágica” que buscamos para llevar mejor, e incluso para celebrar, el simple y complicado hecho de estar aquí, vivos.
Vamos, te esperamos en la Comunidad #Humanitas en su acostumbrada iniciativa de un tema para cada día. Quizá se anime la amiga @sacra97, @cositahermosa, @cirangela o la amiga @beaescribe.
INICIATIVA: Un temα pαrα cαdα dı́α (junio 2025)
Portada de la iniciativa
Dedicado a todos aquellos que, día a día, con su arte, hacen del mundo un lugar mejor.


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