Felices los que se alejan,
los que deciden prescindir
de los vínculos;
los mal amados,
según se dicen.
Felices ellos que pueden
buscar en otro amor
el mismo símbolo,
la misma ansiedad,
las mismas ganas de tener que amar.
Ellos que pueden desprenderse
de todo lo que una tarde construyeron
y se van con el viento
a otra flor,
a otro alivio.
Yo quisiera tener esa fortuna,
alejarme de tu ausencia
y que nos viéramos
frente a una montaña,
en medio de un río,
del otro lado de la oscuridad;
construir nuestras tardes,
hacernos en la piel del otro,
y amanecer como todos,
comunes y corrientes.
Quisiera que no fueras mi ausente,
pero al volver en sí
me siento unido a tu distancia,
porque es profunda,
porque es real,
porque es de los dos
y porque tarde o temprano
la romperemos por lo más delgado.
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