Una Tarde en la Playa
—No estamos haciendo nada malo —Ella me sonrió con malicia.
Camila estaba sobre mí tratando de quitarme los jeans. Si alguien entrara en este momento diría que lo que hacíamos no era muy heterosexual, y la verdad es que quizás tendrían algo de razón.
—Te dije que yo sola puedo cambiarme.
—Pero yo quiero ayudar —su risa era contagiosa.
—John está esperando afuera. Deberías ir con él.
—Él no es mi novia. —Levanté una ceja—.¿Negarás que eres mi novia?
—Tampoco me lo has pedido como se debe —dije atrapando sus manos sobre mi vientre—. ¿Sabías que le gustas a él?
Sus ojos se abrieron con sorpresa.
—Pierde su tiempo. —Fue lo único que dijo. Sus manos quisieron volver al botón de mis jeans y se lo impedí—. Vale. Dejaré que te cambies. —Suspiró resignada y luego me dio un beso en los labios.
Ella se quitó de encima de mí, y se dirigió a la puerta. Volteó a verme y le hice señas con la mano para que saliera de la habitación.
Estando sola pude respirar. Me daba miedo que su madre nos encontrara en una situación comprometedora. No habíamos salido del closet aún. Nadie, absolutamente nadie sabía nada, pero empezaba a creer que la gente se estaba dando cuenta de que nuestra amistad no era “normal”.
Me cambié los jeans por un short playero que Camila me había dejado en la cama, y me puse mi gorra lista para salir.
La playa quedaba solo a unos minutos caminando, y fue por eso que Camila nos invitó a John y a mí a ir. Obviamente, hubiera preferido que fuéramos las dos solas, pero iba a ser muy evidente que nos traíamos algo. John era nuestro comodín, y aunque sabía que a él le gustaba Camila, no era como si pudiera hacer algo al respecto. Ayudaba a dispersar las ideas que otros tuvieran de nosotras, pero tenía que admitir que también era nuestro amigo.
—¿Creen que hayamos aprobado el examen de física? —preguntó John, quien caminaba junto a mí—. Yo estudié hasta más no poder y no creo que saqué más de cinco.
—Siempre dices y eso y terminas aprobando con ocho —dije burlándome—. Yo sí que no creo haber aprobado.
—Pero si pasaste las tardes estudiando con Camila para el examen. —Ella me miró y me sonrió con complicidad—. Es imposible que no apruebes.
—¿Acaso no la conoces? Lucia se distrae por cualquier cosa.
No me hubiera distraído tanto si cierta persona me hubiera dejado leer las fórmulas y los conceptos en lugar de besarme cada vez que nadie nos veía.
—Solo diré en mi defensa, que tu hermano es un dolor en el culo.
—Claro. Echémosle la culpa a Ignacio. —Ella soltó una carcajada.
A veces pensaba que Camila quería que John supiera lo nuestro, que decía esas cosas solo para que él se diera cuenta por sí solo sin tener que decirlo ella con palabras propias.
Llegamos a la playa y esta estaba solitaria. John abrió la enorme sombrilla que llevaba en sus brazos y la enterró en la arena. Nosotras tendimos las toallas y nos sentamos a observar el mar.
John se quitó la camiseta dejando ver el escaso vello de su pecho. Él no era justamente una persona musculosa; era más bien un poco flaco y de baja estatura. Bien podía medir lo mismo que yo, un poco más de metro y medio.
—Vamos a meternos al agua. La playa se ve muy calmada y no hay muchas olas.
—¿Vienes? —Ella me miraba expectante.
—Vayan ustedes.
No era la respuesta que esperaba, pero sabía que tenía que actuar con normalidad. Había aprendido a leer sus miradas, y justo ahora no quería dejarme sola. Pero tampoco podía dejar a John ir solo.
—Vale.
Ella se quitó la franela y me la tiró a la cara. Le dije una grosería mientras la veía correr a la orilla, pero la verdad era que me gustaba sentir su aroma acanelado. Nunca la había visto sin franela o el respectivo uniforme del colegio, así que verla con la parte de arriba del traje de baño, mostrándome su espalda y su abdomen, me nublaba la mente.
Tenía un lindo lunar a un lado de su costado izquierdo. No negaré que sentí enormes ganas de tocarlo, pero tenía que ser precavida. Debía dejar de mirarla de esa manera si quería mantener nuestro secreto.
Sentada bajo la sombrilla, mire a Camila y a John lanzarse agua en el rostro. Luego vi como él la levantaba sobre sus hombros y sentí una puntada de celos. Así pasaron los minutos hasta que regresaron a descansar.
No quería hablar en ese momento, así que me limité a acostarme sobre la toalla poniéndome la gorra en la cara. No quería que se me notara, que me molestaba algo que claramente no podía decir.
—Hace calor. ¿Por qué no te quitas la camisa, Lucia?
—Prefiero no llenarme de arena —respondí aún con la cara escondida en la gorra.
—A veces olvido que eres un poco amargadita —dijo John, y lo oí reír.
—Y yo a veces olvido que puedes llegar a ser igual que los demás.
—¿A qué viene eso? —pregunto a la defensiva.
—¡Ay, no le hagas caso!
Quise responder, pero no lo hice.
Los escuché conversar un rato sobre cosas del colegio, sobre los proyectos de fin de año y como esperaban que algunos de los profesores no nos volvieran a dar clases el año siguiente.
Y de repente, entre tanta plática, Camila dijo lo impensable.
—Quiero compartir algo con ustedes. Llevo un par de días pensando, y creo que es momento. —Me había quitado la gorra del rostro y la miré con miedo—. Soy lesbiana. —Ella dejó salir un largo suspiro.
John se la quedó mirando por unos instantes y luego me miró a mí, quien probablemente tuviera la cara más pálida que un enfermo. Sentí que se caía el velo. Él sonrió y luego se encogió de hombros sin darle mucha importancia.
—Ya lo sabía. No han sido muy discretas que digamos. —¿Acaso había hablado en plural?
—¿Disculpa? —Estaba en shock.
—No te hagas la tonta ahora, Lucia. —John se tumbó en su toalla riendo y cerró los ojos.
—No tiene caso negarlo —dijo Camila, quien sonreía de oreja a oreja mientras se tumbaba a mi lado—. ¿Dejarás de hacer corajes ahora? —Tomó mi mano.
—Solo si dejas de montarte en los hombros de John.
—Me saliste celosita.
—¡Ay ya cállate!
Me arrimé a su lado y puse la gorra sobre nuestros rostros. Nos miramos como un par de tontas y luego la besé sin miedo.