After that, although it's true that he didn't keep coming by the house, I kept running into him everywhere, on every occasion, wherever I went. Maybe that's why, when once my friends invited me to a party and I saw him sitting in a corner, I didn't sense anything. I passed by him, but I didn't even see him. At first I noticed that there was a tension in the atmosphere, that my friends were making some strange signals to each other, but I was having fun, so I didn't pay more attention to it. In an instant I went to the bathroom and after I came out, there was no one in the party, only Michi. In that instant I felt that I was losing blood in my body and I was freezing:

_What about the boys? -I asked him trying not to look scared.
They left," he said and looked at me again with a mocking laugh, "It's just you and me.

Well, I'm sorry, but I'm going home. You scare me," I finally agreed, "and if you don't leave me alone, I'll tell everyone that you're chasing me," I left that place and never, ever told my parents why I had returned so soon from the party.

After that I found out that all my classmates, who were no longer my friends, took bribes from Michi to inform them where I would be, he also paid for the ice cream and pizzas we ate on our outings. Also, after many years, I was walking in a hurry down a downtown street and someone passed by me and said to me quietly, so that I could only hear him:

Nancy, my love," he said and that voice left me paralyzed. It was Michi and in his eyes was still the same mockery, the same intention to scare me.

The images are free of charge and the text is my own, translated in Deepl

Thank you for reading and commenting. Until next time, friends

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La sombra detrás de mí
El día que lo conocí demostró lo que era capaz de hacer, con tal de lograr lo que quería. Yo estaba sentada sola en el cafetín del colegio y él se sentó a mi lado, se bebió mi jugo y se comió mi emparedado. Yo me quedé atónita y antes de que yo dijera algo, se presentó:
_Mi nombre es Beltrán, pero puedes llamarme Michi –expresó con una perfecta sonrisa. Más que caer en el encanto de su boca, le expresé mi disgusto por su forma grosera de comportarse. Solo me dijo que quería conocerme y que podía pagarme lo que se había comido. Yo le dije que no importaba y me levanté, dejándolo sentado en una de las tantas mesas del cafetín. Creo que aquello fue la cerilla que encendió la hoguera que apareció en Michi y se hizo indetenible.
Michi era el chico más popular del liceo. Obviamente era muy atractivo, pero también pertenecía a una familia que trabajaba en la empresa petrolera del país, por lo que tenía muchos beneficios que ningún otro estudiante del liceo tenía. Uno de esos beneficios era una cuenta abierta en el cafetín, la cual sus padres pagaban a final de mes.
Debo decir que sin que me diera cuenta, Michi se convirtió en mi sombra. Para dónde yo iba, él iba. Aparecía por todos lados. Se las ingeniaba para saludarme, dirigirme la palabra, estar allí cada vez que volteaba la cabeza y aunque yo intentaba ignorarlo, mi rechazo era como una miel que lo atraía cada vez más y más.
Sin saber cómo ni por qué, algunas amigas comenzaron a invitarme a heladerías, cines, y aunque algunas veces les dije que no tenía dinero, me decían que no importaba, que ellas pagarían. Esas salidas fueron un oasis en mi vida rutinaria de chica de barrio. No solo comíamos helados, también comíamos pizza, tortas, salíamos a escuchar música. Mis amigas pagaban todo.
Un día una amiga fue a buscar unos apuntes a mi casa y cuando salí a recibirla, estaba ella con Michi. Como si fuera una película absurda, mi amiga me presentó a Michi y dijo que se lo había encontrado en el camino y ella le había pedido que la acompañara. Sin esperar mi respuesta, él tomó mi mano y como si fuera una película que ya había visto, me dijo enseñando su hermosa dentadura:
_Mi nombre es Beltrán, pero puedes llamarme Michi. –No pude hablar porque estaba horrorizada. Michi había logrado uno de sus cometidos: saber dónde yo vivía.
A partir de ese instante, todos los días, cada noche, Michi pasaba en su bicicleta y gritaba para mi casa:
_¡Nancy, mi amor!
Mis padres, que podían ser personas muy conservadoras y autoritarias, me preguntaron:
_¿Quién es ese chico y por qué grita eso cada vez que pasa por aquí?
_Es un muchacho del liceo y creo que está loco –dije al descuido, intentando que no le dieran importancia
_Loco no está porque sabe que aquí vive alguien que se llama Nancy –respondió mi papá serio-. Debes ordenarle que no siga con ese juego o voy a ser yo él que se lo diga –puntualizó y yo sabía que lo haría.
Al día siguiente, sin perder el tiempo, busqué a Michi en el liceo y le pedí que ya no pasara más gritando por mi casa porque mis padres se enojarían. Me aclaró que solo lo haría si aceptaba salir con él. Le dije que mis padres jamás, yo tenía 15 años, me dejarían salir sola con un chico. En ese momento, Michi hizo una mueca burlona, como si disfrutara mi miedo.
Luego de eso, si bien es cierto que no siguió pasando por casa, seguía encontrándomelo por todas partes, en cada ocasión, en cualquier lugar al que fuera. Tal vez por eso, cuando una vez mis amigas me invitaron a una fiesta y lo vi en un rincón, sentado, no intuí nada. Pasé por su lado, pero ni lo vi. Al principio yo noté que había una tensión en el ambiente, que mis amigos se hacían algunas señales extrañas, pero yo me estaba divirtiendo, así que no le presté mayor atención. En un instante fui al baño y luego que salí, no había nadie en la fiesta, solo Michi. En ese instante sentí que perdía la sangre del cuerpo y me ponía helada:
_¿Y los muchachos? –le pregunté intentando no aparentar miedo.
_Se fueron –dijo y volvió a mirarme con una risa burlona- Solo estamos tú y yo.
_Pues lo lamento, pero me voy para mi casa. Me das miedo –acepté por fin- y si no me dejas en paz, le diré a todo el mundo que me persigues –salí de aquel lugar y nunca, jamás les dije a mis padres por qué había vuelto tan pronto de la fiesta.
Después de aquello me enteré que todos mis compañeros de clase, los cuales dejaron de ser mis amigos, aceptaban sobornos de Michi para informales dónde yo estaría, también él pagaba los helados y las pizzas que comíamos en nuestras salidas. También, después de muchos años, iba caminando apresurada por una calle del centro de la ciudad y alguien pasó por mi lado y me dijo bajito, para que yo solo lo escuchara:
_Nancy, mi amor –dijo y aquella voz me dejó paralizada. Era Michi y en sus ojos seguía la misma burla, la misma intención de darme miedo.