Medical diagnosis: Keratoconus
When they left, they didn't tell me anything, but they did assure me that we would be going to the doctor the next day. I didn't understand anything because I was feeling very well, but when we got to the doctor's office, there were many eye-shaped plates and objects. The doctor was an ophthalmologist.
In the office, the doctor made me see some letters in a box.
What letters is this? -The doctor asked me in a tender voice.
M," I answered very confidently.
And this letter? -The doctor pointed to another picture.
It is an R," I answered immediately.
And this other letter? -he indicated another image.
Without understanding what was happening, I could not decipher what I was seeing. As if my eyes had a gray cloud or a thick fog, I could not see what the doctor was pointing out to me.
I don't know! -I replied in dismay.
Can you tell me what this object is? -I heard about the object and I got nervous. Although I tried to focus, I could only see a blurry spot.
I don't know," I agreed after a few seconds and almost started to cry. The doctor told me sympathetically:
_Don't worry. It's all right. Wait outside and I'll talk to your parents. I left the office and again, I had to wait for my parents who were talking to the doctor. When they came out, I asked them what was wrong. My parents, categorically, informed me:
_You have myopia and you have to get glasses.
_Four eyes, four eyes. You have more eyes than a fly. You are the captain of the lice and the ants," my classmates would say, laughing at me.
Those constant taunts made me cry a lot and although my parents told me not to pay attention to those classmates and my teachers punished the kids who bullied me, I couldn't help but feel sad and with my self-esteem on the floor. It was when I entered high school that I came up with a plan: I would leave home with my glasses on, but before I got to school I would take them off.
And so I did for many years. I only wore my glasses at home, and there came a time when for one reason or another, for whatever reason, I would stop wearing my glasses:
_When I wear the glasses, my head hurts. The glasses are causing a spot on the septum of my nose - childish pretexts came and went just not to use the glasses. My parents were amazed that my myopia, rather than stagnating or diminishing, was advancing with each visit.
How does your myopia continue to progress? -my parents wondered, and I remained silent. In the meantime, I would make maneuvers to see things that were far away: I would sit up front in the classroom, crinkle my eyes to be able to see well, try to strain my eyes as much as possible if necessary.
But one day, I woke up and felt a kind of bubble in one eye. Although I tried not to make a big deal out of it, there was a moment when the discomfort prevented me from working, so I decided to go to the ophthalmologist. Unlike many other times, now I was alone with the doctor, who after several exams and tests, gave me his diagnosis:
You have keratoconus. You have a crack in the cornea of your eye. If you don't have surgery, you could lose your sight. The detail is that the operation costs thousands of dollars because it is a ring that has to be placed in the cornea so that it doesn't fall off. Insurance does not pay for this type of operation, but we can give a discount.....
While the doctor talked and talked, my gaze remained still in my hands, like when I was waiting for my parents outside the doctor's office and my reality was different: that of a carefree child. Now, as much as I didn't want to, I had to open my eyes and accept that my world was losing its colors..
The images are free of charge and the text is mine, translated in Deepl
Thank you for reading and commenting. Until a next story, friends
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Diagnóstico médico: Queratocono
La primera vez, la directora de la escuela había llamado a mis padres y mientras ellos estaban en su oficina, yo esperaba sentada afuera. Me miraba las manos y dentro de mí hacía un repaso de las cosas que había hecho en los últimos días en el colegio. Según yo, no había hecho nada malo como para que llamaran a mis padres. Aunque segura de mi inocencia, no podía dejar de estar preocupada por lo que la directora del plantel le decía a mis padres.
Cuando ellos salieron no me dijeron nada, pero sí me aseguraron que al día siguiente iríamos al médico. No entendía nada porque yo me sentía muy bien, pero cuando llegamos al consultorio, había muchas láminas y objetos en forma de ojo. El médico era un oftalmólogo.
En el consultorio, el médico me hizo ver unas letras en un recuadro.
_¿Qué letras es esta? –me preguntó el médico con una voz tierna.
_M –contesté yo muy segura.
_¿Y esta letra? –el médico me señaló otra imagen.
_Es una R –respondí inmediatamente.
_¿Y esta otra letra? –indicó otra imagen.
Sin entender qué pasaba, no lograba descifrar lo que veía. Como si mis ojos tuvieran una nube gris o una neblina gruesa, no podía ver lo que me señala el médico.
_¡No sé! –respondí contrariada.
_¿Puedes decirme que objeto es este? –escuché hablar de objeto y me puse nerviosa. Aunque traté de enfocar, solo veía una mancha borrosa.
_No sé –acepté luego de unos segundos y casi me puse a llorar. El médico me dijo de manera comprensiva:
_No te preocupes. No pasa nada. Espera afuera que voy a hablar con tus papás. Yo salí del consultorio y nuevamente, me tocó esperar a mis padres que hablaban con el médico. Cuando salieron de allí, les pregunté qué tenía. Mis padres, categóricamente, me informaron:
_Tienes miopía y hay que ponerte anteojos.
Tenía yo como 11 años cuando comencé a utilizar anteojos. La adolescencia comenzaba y dentro de poco iniciaría la etapa del liceo. Como el grado de miopía era muy alto, la montura de los lentes era muy gruesa. Por lo que cuando los comencé a utilizar, fui blanco de burla:
_Cuatro ojos, cuatro ojos. Tiene más ojos que una mosca. Eres el capitán de los piojos y las hormigas –me decían mis compañeros de clase riéndose de mí.
Aquellas burlas constantes me hacían llorar mucho y aunque mis padres me decían que no les hiciera caso a esos compañeros y mis maestros castigaban a los niños que me hacían bulling, no podía evitar sentirme triste y con la autoestima por el suelo. Fue cuando entré al liceo que idee un plan: saldría de mi casa con los lentes, pero antes de llegar al liceo me los quitaría.
Y así hice por muchos años. Solo utilizaba los lentes en casa y hasta llegó un momento que por una cosa u otra, con cualquier pretexto, dejaba de utilizar los anteojos:
_Cuando uso los lentes, me duele la cabeza. Los lentes me están causando una mancha en el tabique de la nariz –pretextos infantiles iban y venían solo para no utilizar los lentes. Mis padres se extrañaban que mi miopía, más que quedarse estancada o disminuir, iba avanzando con cada consulta.
_¿Cómo es que tu miopía sigue avanzando? –se preguntaban mis padres y yo permanecía callada. Mientras tanto hacía maniobras para ver las cosas que estaban lejos: me sentaba de primera en el salón de clase, arrugaba los ojos para poder ver bien, intentaba forzar la vista al máximo si era necesario.
Con el tiempo, yo crecí y como cualquier adulto, debí hacerme cargo de mi salud y de mis cosas. Ya en ese momento solo utilizaba los lentes para estar frente al computador o para ver una película en el cine. Como cualquier ciego, agudicé mis otros sentidos para poder orientarme mejor en la vida: trabajé mi olfato, mi sentido de orientación y auditivo. Aunque no podía ver bien, busqué la forma de atrapar mi realidad, mi entorno a través de los olores, los sonidos, los sabores, las texturas. Cualquiera, que me veía, jamás habría dicho que tenía una miopía avanzada.
Pero un día, me desperté y sentí una especie de burbuja en un ojo. Aunque intenté no darle importancia, hubo un momento que el malestar no me dejaba trabajar, así que decidí ir al oftalmólogo. A diferencia de las muchas otras veces, ahora estaba yo sola con el médico, quien luego de varios exámenes y pruebas, me dio su diagnóstico:
_Tienes queratocono. Tienes una fisura en la córnea del ojo. Si no te operas, puedes perder la vista. El detalle es que la operación cuesta miles de dólares porque es un anillo que hay que ubicarte en la córnea para que no se desprenda. El seguro no paga ese tipo de operaciones, pero podemos hacer un descuento….
Mientras que el médico hablaba y hablaba, mi mirada se quedaba quieta en mis manos, como cuando esperaba a mis padres fuera del consultorio y mi realidad era otra: la de una niña sin preocupaciones. Ahora, por más que no quisiera, tenía que abrir los ojos y aceptar que mi mundo estaba perdiendo colores.