Ay, loquita, qué manera de ablandarme los brazos y los ojos este post tuyo. Menos mal que lo leo ahora y no más temprano, creo que me hubiera derribado. Te leo y creo que puedo verme, que puedo vernos a todos, a todas, y celebro la suerte de que tus hijos te tengan y además tengas el abrigo de la mano de Osmel y la dureza del pecho que jamás dejaría que te derribaras.
Gracias, siempre.
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