Saludos, mis queridos, un gusto recibirlos desde esta, nuestra casa en Green Zone @hive-164923
Hace ya algún tiempo que nuestro hogar se iluminó con la presencia de una nueva integrante. En algunos post he hecho ligeras menciones a ella y también se le ha visto por algún que otro concurso de fotografías, pero no creo que con eso puedan hacerse una idea de su personalidad, ni del lugar que ha sabido ganarse en nuestros corazones. Ya iba siendo hora de dedicarle toda una publicación.
Señoras y señores, sin más preámbulos... Maky.
Mis hijas se criaron en el amor, cuidado y respeto a los animales. La mayor, Alejandra, es la mamá humana de Samy, un revoltoso pekinés de quien ya les he hablado antes.
Pero Abby, mi pequeña, es más tranquila, fluye más despacio, así que lo de ella son los gatos. No permití que adoptara uno hasta que tuviera suficiente edad y responsabilidad para cuidarlo. Ahora ya tiene 12 años y Maky ha sido un regalo muy especial.
Un amigo se la trajo y sugirió que la atara a la pata de la mesa para que no se escapara mientras se acostumbraba a la nueva casa. Me negué en redondo. ¿A quién se le ocurre amarrar a un gato?
En cambio la cargué, acaricié y le hablé bajo, suavecito. Ella buscó el lugar de mí que mejor le acomodó y desde allí empezó a observar todo. Al principio tenía las orejitas gachas, estaba obviamente asustada, y eso nos dolía.
Maky acababa de perder la compañía de su mamá y hermanitos. Se trataba entonces de darle un nuevo hogar. Eso hemos intentado hacer y creo que tan mal no nos sale, a juzgar por el descaro felino con que se ha instalado entre nosotros. Les cuento.
De pequeñita no nos percatamos de que Samy dejaba siempre comida en su plato y ella inmediatamente iba y se la comía. Eso le provocó una ingesta muy grave que requirió muchos cuidados para verla recuperada. Uno de esos cuidados fue administrarle yogurt con una jeringuilla. Bueno, tanto le gustó que ahora lo exige. Aunque puede beberlo del plato, prefiere la versión mimada y pues, a dársela.
Otro gusto adquirido es el pan. Cuando pasa el panadero ella llega primero que nosotras, y ahí se queda haciendo la guardia con algún ocasional mullido hasta que le damos el pedacito de pan suyo de cada día.
Le gusta mucho el calor humano. Al principio dormía en su camita, en el cuarto, pero al parecer nos extrañaba, así que se subía al mosquitero y dejaba caer su peso hasta que se acomodaba sobre Abby o sobre mí. Historia corta, ahora duerme con nosotras.
Teme a los truenos, si los escucha corre a nuestros brazos y esconde la cabecita. Entonces la acariciamos, ronronea y se queda quieta hasta que pasa la tormenta. Es bonito saber que somos su lugar seguro.
Creo que por criarse junto a Samy ha adquirido costumbres perrunas. Si Abby va a la casa de la vecina, Maky va tras ella. Si le damos cariño a Samy ella viene a exigir el suyo. Juega a mordisquear nuestros dedos. Adora que le rasquen y acaricien panza arriba, y se vuelve loca de gula si escucha el sonido de un envoltorio de galleticas.
Pero sigue siendo muy gata. Es una excelente cazadora a pesar de su juventud. Nunca descuida la higiene personal, o bueno, gatunal. A veces se va a deambular por el barrio, con gran pesar para Abby, siempre temerosa de que puedan lastimarla. Y sobre todo tiene esa gracia fotogénica tan propia de los felinos.
Para Abby ha sido una experiencia de provecho. Levantarse más temprano para darle desayuno antes de irse a la escuela. Aprender a observar, reconocer y respetar los tiempos de Maky para alimentarse, salir de casa a hacer sus necesidades, dormir, jugar, y sobre todo a dejarla en paz cuando está en modo cazadora porque puede llevarse un arañazo. Todo eso le va a servir de mucho algún día.
Pero ahora mismo le sirve para darle una vida de la mejor calidad posible a un ser maravilloso, con personalidad propia que vive con nosotros por nuestra elección y para nuestra bendición.
Les dejo mi abrazo de siempre.
El texto y las imágenes, editadas en Lumii me pertenecen. Los banner se crearon en Canva
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Greetings, my dears, it's a pleasure to welcome you from this, our home in Green Zone @hive-164923
It's been some time since our home was brightened by the arrival of a new member. I've made passing mention of her in some posts, and she's also been seen in some photo contests, but I don't think that gives you a complete idea of her personality, nor of the place she's managed to earn in our hearts. It's about time I dedicated an entire post to her.
Ladies and gentlemen, without further ado... Maky.
My daughters were raised with love, care, and respect for animals. The eldest, Alejandra, is the human mother of Samy, a rambunctious Pekingese whom I've told you about before.
But Abby, my youngest, is calmer and goes more slowly, so cats are her thing. I didn't allow her to adopt one until she was old enough and had the responsibility to care for it. She's now 12 years old, and Maky has been a very special gift.
A friend brought her and suggested I tie her to the table leg so she wouldn't escape while she got used to her new home. I flatly refused. Who would think of tying up a cat?
Instead, I picked her up, stroked her, and spoke softly to her. She found the spot next to me that felt best and from there began to observe everything. At first, her ears drooped; she was obviously scared, and that hurt us.
Maky had just lost the company of her mom and siblings. It was a matter of giving her a new home. We've tried to do that, and I don't think it turned out so badly, judging by the feline audacity with which she's settled among us. I'll tell you about it.
When she was little, we didn't realize that Samy always left food on her plate and she would immediately go and eat it. This caused her to ingest something very seriously, which required a lot of care to see her recover. One of those treats was giving her yogurt with a syringe. Well, she liked it so much that now she demands it. Although she can drink it from the bowl, she prefers the spoiled version, so, well, let's give it to her.
Another acquired taste is bread. When the baker comes by, she arrives before us, and there she stands guard with the occasional meow until we give her her daily piece of bread.
She loves human warmth. At first, she slept in her little bed in the room, but she seemed to miss us, so she would climb up on the mosquito net and let her weight fall until she settled on Abby or me. Long story short, now she sleeps with us.
She's afraid of thunder; if she hears it, she runs into our arms and hides her head. Then we pet her, she purrs, and stays still until the storm passes. It's nice to know we're her safe place.
I think because she grew up with Samy, she's acquired doggy habits. If Abby goes to the neighbor's house, Maky follows her. If we give Samy affection, she comes to demand hers. She plays by nibbling on our fingers. She loves being scratched and stroked on her belly, and she goes crazy if she hears the sound of a cookie wrapper.
But she's still a great cat. She's an excellent hunter despite her youth. She never neglects her personal hygiene—or, well, cat-like. Sometimes she wanders around the neighborhood, much to Abby's chagrin, always fearful that she might get hurt. And above all, she has that photogenic grace so typical of felines.
For Abby, it has been a rewarding experience. Getting up earlier to give her breakfast before going to school. Learning to observe, recognize, and respect Maky's feeding times, going out to do her business, sleeping, playing, and above all, leaving her alone when she's in hunter mode because she might get scratched.
All of this will serve her well one day. But right now, it's helping her give the best possible quality of life to a wonderful being, with her own personality, who lives with us by our choice and for our blessing.
I send you my usual hug.
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