Saludos amigos de #greenzone. Hoy la selenofilia me ocupa en este rincón del mundo.
Acompáñenme a un viaje mágico a disfrutar de las lunas.
Cuando hablamos de la luna, ¡oh, satélite de plata que me sigues en las noches con persistencia celestial!, en realidad hablamos de una paradoja. Es una roca estéril, un mundo frío y sin oxígeno, capturada en la gravedad de nuestro mundo, marcada por cráteres de violentos impactos antiguos. Su superficie es polvo gris y roca fracturada, un paisaje de una soledad infinita y desoladora. No emite luz propia, sino que sólo refleja, con modestia, el arrogante resplandor de un sol lejano.
La ciencia nos ha desvelado todos sus secretos, ha cartografiado sus mares secos y ha pisado su suelo yermo. Conocemos su composición, su órbita, su lento alejamiento de nosotros. No hay magia en los datos, ni romanticismo en los algoritmos que predicen sus fases con precisión absoluta. Y, sin embargo, cuando alzo la vista, ese conocimiento se desvanece como niebla bajo su luz. Es en ese espacio entre lo que sé y lo que siento donde habita el verdadero encanto, en la rendición voluntaria a un hechizo que trasciende la mera realidad.
Amigos, yo adoro la luna, a pesar de tener plena conciencia de su verdadera naturaleza. Sé que carece de luz propia, conozco las cicatrices de su superficie y que, en términos puramente objetivos, no es tan bella. No sé si me miento a mí mismo o simplemente elijo creerla así, hermosa en su infinita variedad: blanca, roja o de sangre, azul, llena, nueva, menguante o negra como será hoy, 23 de agosto. La selenofilia me abraza con la fuerza de una necesidad del alma, no de los ojos. Hoy, mi blog se viste de noche para lucir cada una de sus personalidades, celebrando no un astro, sino un símbolo. Es la aceptación deliberada de un bello error, un pacto ancestral donde la razón cede el paso al asombro, permitiendo que su esencia plateada inunde los rincones más oscuros del espíritu.
Majestuosa y henchida de un misticismo que desafía a la lógica, se alza en sus fases para llenar el cielo de una belleza narrativa. Su concubinato con las estrellas, aunque sea una ilusión de la perspectiva, trae a cada ser que contempla el firmamento un derroche de poesía y plenitud. Es la gran actriz del teatro nocturno, y su obra es eterna. Cada noche representa un acto diferente de la misma función cósmica, recordándonos que el universo tiene una poética inherente que nuestra ciencia aún no puede descifrar.
A veces la vemos nueva, iniciando su camino como una delgada uña de luz en la penumbra del crepúsculo. Es un susurro, una promesa de lo que está por venir, un lienzo en blanco para los deseos y los nuevos comienzos. Es el portal entre lo que fue y lo que será, un momento de pureza cósmica donde todo es posible y la magia se encuentra en estado latente.
Otras, la vemos llena, deslumbrante, cediendo claridad a la vida nocturna. Es la reina del cielo, arrogante en su perfección redonda, bañando el mundo en tonos plateados y azules profundos. ¿Quién no ha esperado, aunque sea en la imaginación, el aullido de un licántropo en su metamorfosis bajo su influjo irresistible? En su plenitud, se revela como el ojo único de la noche, un faro que guía a los soñadores, a los amantes y a las bestias que habitan en el umbral de lo legendario.
La encontramos menguante, con ese arco plateado que apana las buenas cosechas y recibe los sembrados. Es la fase del agradecimiento y la cosecha, pero también de la liberación, de soltar lo que ya no sirve. Su luz menguante es una lección de humildad y ciclos. Su curva perfecta es la cuna de los ritmos terrestres, un recordatorio de que todo declina para volver a nacer, en un ciclo bendito dictado por su danza gravitatoria.
Azul, en la fecha señalada, no por su color, sino por su rareza, un evento que detiene el tiempo por un momento. Roja o de sangre bajo la sombra de un eclipse, sumergida en la umbra de la Tierra, teñida de un carmesí profundo y ominoso que habla de transformaciones dramáticas y presagios. La luna de sangre es un espejo del alma del mundo, un recordatorio sangrante de que la vida y la muerte, la luz y la oscuridad, son partes de un mismo y eterno equilibrio.
Negra, cuando la sombra oculta su redondez, como será hoy. La luna negra es la ausencia misma, lo invisible, lo desconocido. Es el misterio máximo, el silencio entre las notas de la sinfonía universal. Es el vacío fértil del que todo emerge, el secreto mejor guardado del cosmos, un oscuro abrazo que promete que, tras la noche más oscura, la luz siempre regresa.
Y así, en cada una de sus formas o fases, nos acompaña para hacernos las noches más bellas, más poéticas y místicas. No necesita ser perfecta para ser perfecta para nosotros. Bendita sea mi selenofilia, esta querencia irracional y profunda por la dama de la noche, porque es en ella donde encuentro la prueba de que hay algo más que roca y polvo en el universo; hay misterio, hay belleza y hay magia.
Soy Médico Microbióloga, amante de la naturaleza, las letras, la música, la cocina y la vida en sí.Férrea defensora de la familia y los niños Los textos son creados por mi, sin uso de IA Banners creados en Adobe Fireworks por cortesía de @azufrecs Gracias por entrar a mi blog
Imágenes de pixabay editadas en mi teléfono
ENGLISH VERSION
Greetings, friends of #greenzone. Today, selenophilia occupies me in this corner of the world.
Join me on a magical journey to enjoy the moons.
When we speak of the moon, oh, silver satellite that follows me through the nights with celestial persistence!, we are in fact speaking of a paradox. It is a sterile rock, a cold, oxygen-less world, captured by our world's gravity, marked by the craters of violent ancient impacts. Its surface is grey dust and fractured rock, a landscape of infinite, heartbreaking loneliness. It emits no light of its own, but only modestly reflects the arrogant radiance of a distant sun.
Science has unveiled all its secrets, has mapped its dry seas and trod upon its barren soil. We know its composition, its orbit, its slow retreat from us. There is no magic in the data, no romance in the algorithms that predict its phases with absolute precision. And yet, when I look up, that knowledge vanishes like mist under its light. It is in that space between what I know and what I feel that the true enchantment dwells, in the voluntary surrender to a spell that transcends mere reality.
Friends, I adore the moon, despite being fully aware of its true nature. I know it lacks its own light, I know the scars on its surface, and I know that, in purely objective terms, it is not that beautiful. I don't know if I lie to myself or simply choose to believe it so, beautiful in its infinite variety: white, red or blood, blue, full, new, waning, or black as it will be today, August 23rd. Selenophilia embraces me with the force of a need of the soul, not of the eyes. Today, my blog dresses in night to showcase each of its personalities, celebrating not a celestial body, but a symbol. It is the deliberate acceptance of a beautiful mistake, an ancestral pact where reason yields to wonder, allowing its silvery essence to flood the darkest corners of the spirit.
Majestic and swollen with a mysticism that defies logic, it rises in its phases to fill the sky with a narrative beauty. Its concubinage with the stars, though an illusion of perspective, brings to every being who contemplates the firmament an abundance of poetry and plenitude. It is the great actress of the nocturnal theatre, and its play is eternal. Every night it performs a different act of the same cosmic function, reminding us that the universe has an inherent poetics that our science cannot yet decipher.
Sometimes we see it new, beginning its journey like a thin sliver of light in the twilight's gloom. It is a whisper, a promise of what is to come, a blank canvas for wishes and new beginnings. It is the portal between what was and what will be, a moment of cosmic purity where everything is possible and magic lies dormant.
Other times, we see it full, dazzling, lending clarity to nocturnal life. It is the queen of the sky, arrogant in its round perfection, bathing the world in silvery tones and deep blues. Who hasn't waited, if only in their imagination, for the howl of a lycanthrope metamorphosing under its irresistible influence? In its fullness, it reveals itself as the single eye of the night, a beacon that guides dreamers, lovers, and the beasts that dwell on the threshold of the legendary.
We find it waning, with that silver arc that ushers in good harvests and receives the sown seeds. It is the phase of gratitude and harvest, but also of release, of letting go of what no longer serves. Its waning light is a lesson in humility and cycles. Its perfect curve is the cradle of earthly rhythms, a reminder that all things decline to be reborn, in a blessed cycle dictated by its gravitational dance.
Blue, on the appointed date, not for its color, but for its rarity, an event that stops time for a moment. Red or blood-red under the shadow of an eclipse, submerged in the Earth's umbra, stained with a deep and ominous crimson that speaks of dramatic transformations and omens. The blood moon is a mirror of the world's soul, a bleeding reminder that life and death, light and darkness, are parts of the same eternal balance.
Black, when the shadow hides its roundness, as it will be today. The black moon is absence itself, the invisible, the unknown. It is the ultimate mystery, the silence between the notes of the universal symphony. It is the fertile void from which everything emerges, the best-kept secret of the cosmos, a dark embrace that promises that after the darkest night, the light always returns.
And so, in each of its forms or phases, it accompanies us to make our nights more beautiful, more poetic, and more mystical. It doesn't need to be perfect to be perfect for us. Blessed be my selenophilia, this irrational and profound yearning for the lady of the night, for it is in her that I find proof that there is more than rock and dust in the universe; there is mystery, there is beauty, and there is magic.
I am a Doctor of Microbiology, a lover of nature, literature, music, cooking, and life itself. A staunch defender of family and children. The texts are written by me without the use of AI. Banners created on Adobe Fireworks courtesy of @azufrecs Thank you for visiting my blog.
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