Pront: Dar un paso más.

Cuando era un muchacho, una de las cosas que más disfrutaba era el hacer senderismo, el subir al Ávila, el ponerse a inventar en los Valles del Tuy, y ponerse a seguir el lecho de los riachuelos y ver hasta dónde nos llevaban.

Normalmente, hacía esas aventuras juveniles con amigos del liceo, compañeros del grupo de senderismo y con personas que se habían acostumbrado, con las diferentes actividades que realizaban a nivel extracurricular a ese tipo.

Sin embargo, un día comenzamos a ampliar el grupo, y siendo adolescentes, empezamos a invitar a las novias y las amigas para que participaran. Y realmente, hubo momentos en que la pasábamos muy bien y no solo con el recorrido, sino enseñando lo poco que sabíamos a las muchachas y a los nuevos compañeros.

Recuerdo que hubo un día, en el que Sergio, invitó a una muchacha que le gustaba para ir a dar un paseo por la montaña, y ese día fuimos dos parejas. Sin embargo, la amiga de Sergio, realmente no estaba a gusto. A ella se le notaba que no le gustaba la naturaleza y, además, se quejaba de todo.

Llegó un momento en el que todos nos molestamos, por la actitud de la amiga de Sergio, y en ese momento, decidimos salir del camino principal, y meternos por la llamada vía de veteranos, que en realidad era un camino bastante fuerte.

Y cuando empezamos a subir, la amiga de Sergio, a la que ya nadie soportaba, ni siquiera él, se iba quedando atrás en la marcha. Y un camino, que normalmente hacíamos en 45 minutos, se convirtió con la espera constante de la muchacha en una marcha de más dos horas.

Entonces lo que hacíamos, para no aburrirnos y no calarnos la queja constante, era subir y sacar distancia, y luego nos sentábamos a esperarla. Y cuando ella decía que no podía más, los tres le decíamos: si puedes, da un paso más, y siempre le decíamos lo mismo.

Después, cuando terminamos la ruta de veteranos, y llegamos a la vía principal, nos conseguimos con una cuadrilla de la electricidad de Caracas, que iba bajando en sus rústicos a la ciudad. Y le preguntamos a la muchacha si quería volver, ella dijo que sí y le conseguimos la cola con la cuadrilla.

Nosotros nos quedamos el fin de semana en la montaña. Y cuando regresamos a Caracas, nos conseguimos con la muchacha en la clase de educación física del liceo. Y ella, como siempre, se estaba quejando de la actividad física, y cuando la aupamos, para motivarla en el trote, nos salió con una grosería.

Y el profesor, al ver su actitud, le mandó a dar dos vueltas más al campo. Y cuando ella decía que no podía o se paraba, nosotros le gritábamos: “Si puedes, da un paso más”. Y finalmente, todo el grupo empezó a decir lo mismo. Y como resultado de ese día, Andrea quedó con el apodo, de un paso más.

Muchas gracias, por leerme.

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