Los soldados lloran de noche
El soldado Keller era uno de los más activos. El sargento lo había enviado a dormir, ya que tenía más de 24 horas despierto, pero el soldado iba y traía heridos:
_Uno más y me voy a dormir, mi sargento, había dicho Keller. Pero habían pasado las horas y aún seguía despierto. En la noche, el soldado llegó al campamento con un niño en brazos , el niño estaba bien, solo tenía unas pequeñas raspaduras en el cuerpo. El soldado Keller se sentó con él cerca del fuego:
_¿Tienes hambre?, le preguntó al niño. El chico asintió con la cabeza. El soldado tomó de una olla con frijol, una buena ración y comenzó a darle. Como si fuera un pajarito, el niño recibía un0 y otro bocado de las manos del hombre.
Oscurecía y un silencio envolvía el infinito lienzo negro de la noche, solo el crujir de la tierra y el sonido de algunos insectos rompía la calma de aquellas horas. Una cinta servía como línea divisoria para saber hasta dónde debían movilizarse con absoluta calma. Se decía que después de aquella delgada línea roja, todo era destrucción y muerte. Esperarían que amaneciera para supervisar y contabilizar las pérdidas. Mientras, alrededor del fuego, se apelotonaban todos.
El soldado Keller le leía al niño un libro de poesías que había encontrado entre los escombros.
_¿Dónde está su madre? , preguntó otro soldado. El soldado Keller señaló hacia la franja roja. Todos los presentes bajaron la cabeza y la escondieron entre las piernas.
Ahora, al concierto de grillos, se unían algunos, pequeños, tristes sollozos que rasgaban la noche y que hacían más pesada la existencia de aquellos hombres.