Hola, amigos. Un saludo para todos. Hoy seguimos avanzando con la historia de Maura.
A la salida de la prisión, la esperaba el mismo auto de alquiler para llevarla de vuelta a la casa de Leonor, donde recibiría el resto de lo pactado.
_ Nunca me gané un dinero tan fácil_pensó.
Por supuesto que Leonor quiso saber, del pí al pá, cómo les fue en el pabellón. De manera que le hizo un exhaustivo interrogatorio que la joven respondió con sinceridad, nada de lo que pasó fue reprobable o secreto, lo más cercano a una intimidad fue dormir abrazados. Muy feliz estuvo la doña con cada respuesta, la crudeza del confinamiento no fue suficiente para robarle la ternura, delicadeza y el sentido común a su hijo, que además, fue criado por un padre masón.
Leonor quería mantener cierta distancia de Maura, pero la joven era tan impetuosa, que sabía colarse por el hueco de una aguja. La llamaba de vez en cuando para saber de ella e interesarse por sus problemas de salud. Nada, que la chica tenía su ashé a pesar de las vicisitudes y Doña Leonor empezó a mirarla con otros ojos, aunque con cierto recelo.
Maura siguió adelante con su vida pero aquél encuentro cambió algo en su interior. Lo primero que hizo fue pagar el alquiler y luego hacer una cuenta bancaria. Cuenta que, antaño, hubo de posponer muchas veces porque nunca le sobraba un kilo para ahorrar. Se dio unos pequeños gustos que anhelaba desde hacía tiempo y que eran privilegio para algunos e imposibles de soñar para personas semi marginales como ella.
Compró, entre otras cosas, unos sabrosos camarones y su estómago, "asustado", no pudo digerirlos. Vomitó tres veces y fue al baño cuatro. Casi termina deshidratada y con un suero en el cuerpo de guardia. Pasó dos días a base de malanga y pollo hervido. Caro que le salió el lujito.
En lo sucesivo, los vecinos la notaron diferente, menos reboliquera y salidora que de costumbre. Varios ex quisieron invitarla a farandulear, pero ella cumplió su promesa de no acostarse con otro hombre, ansiosa porque pasarán los quince días para volver a ver al convicto que le ofreció algo mejor que unas horas de sexo. Cupido había hecho de las suyas. Ernesto no dejaba de pensar en ella. Su imagen era el último rostro en visualizar a la hora de dormir en su solitaria celda. Como si fuera un simple adolescente, sueños húmedos lo perseguían con frecuencia. La incertidumbre y la duda lo corroía al no saber si la atracción era recíproca.
Un sábado, luego de cinco días, Maura limpiaba su casa con pocas ganas cuando escuchó el timbre de su teléfono. Era un número desconocido. ¿Quién se atreve a llamarme de un teléfono fijo?_pensó.
Buenas tardes dijo la persona del otro lado de la pantalla.
Enseguida reconoció la voz de Ernesto, quedó boquiabierta y en silencio.
_ Oigo ¿Estás ahí?_ dijo él.
_ Si, si. Estoy.
_¿Sabes quién te habla?
_ Claro que sí, ¿Cómo olvidar tu voz?
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Ernesto.
_ Solo llamé un instante para saber de ti. ¿Todo bien?
_Digamos que sí. ¿Y tú?
_ Ansioso por verte.
En ese momento, por razones "misteriosas", se cayó la cobertura telefónica y vino a restablecerse después de tres horas. Cosas "inexplicables"que suceden a veces por acá. Aquella repentina llamada le causó gran alegría a Maura quién se dispuso a seguir su limpieza con música y tarareando a los Van Van. Ernesto también estaba feliz, al menos pudo escucharla. Que larga se hace la espera cuando deseas mucho algo. A la víspera del pabellón, Leonor llamó a Maura para confirmar, esta vez sería de doce horas con inicio a las ocho de la noche.
_ ¿Irás?
_ Iré.
En la segunda "cita", por darle un nombre menos perturbador y vergonzoso al suceso, Maura corrió con otra suerte. Justo cuando cerraron la puerta, Ernesto no pudo controlar un minuto más sus instintos, la agarró por la cintura y la besó con una mezcla de arrebato y ternura. Ella, sorprendida, respondió con la misma intensidad. A Maura le gustó esa forma de besar entre suave y desenfrenada. Siempre le dio gran importancia al beso, era una especie de brújula que indicaba pasar a un siguiente nivel.
Sin mediar palabras, se desató un torbellino de emociones. Estuvieron en combate cuerpo a cuerpo hasta las diez de la noche, degustando un montón de sublimes obscenidadades. No hubo rincón de la piel de Maura que escapara a caricia, beso y lengua. Los orgasmos fluian en ella cómo manantiales, perdía las fuerzas. Poco faltó para que Ernesto la dejara dulcemente inconciente con un sexo loco y salvaje.
Aquél hombre era una bestia, la cargaba como si fuera una pluma. Liberó toda la energía que tenía acumulada, pareciese que se hubiera tomado cinco latas de Tigón. Terminaron exhaustos, el recostó su cabeza en el pecho de Maura como quien busca refugio y cuidado, ella lo mimó sorprendida. Ninguno de sus siete exmaridos tuvo la sensibilidad de este preso. Aquellos, en cuanto liberaban su semen y sus ganas, incluso sin importarles la satisfacción de ella, unían del contacto como si su presencia le molestara.
Acostados estuvieron hasta que el hambre los obligó a ponerse en posición vertical. Pegajosos como estaban, se dieron un baño, esta vez juntos. Maura lavó la espalda de Ernesto donde nadie había puesto sus manos, sabrá Dios desde cuando. El cerró los ojos agradecido. Eran las doce de la noche, la comida estaba tan fría como la pata de un muerto pero eso no tuvo la menor importancia, comieron con gusto las delicias que preparó Leonor. Fue después de eso que en verdad lograron hablar tranquilos y serenos.
Ya Ernesto estaba cautivado con los encantos de ella, es muy fácil enamorarse en esas circunstancias donde el afecto no abunda y aparece alguien a darte algo de ilusión. Maura era una mujer práctica, sabía a lo que se enfrentaba en caso mantener una relación formal más allá del sexo. Pero cuando te toca ni aunque te quites, el corazón manda sin la más mínima posibilidad de que el cerebro se imponga y el sentimiento no necesita meses para mostrarse, en ocasiones, basta un gesto o una palabra y ahí está, listo para salvarnos o jodernos.
Estaban decididos a dar el paso y juntar sus vidas a pesar del inconveniente carcelario. No sería fácil, sin embargo, ambos eran unos romanticos convencidos de que el amor puede vencer todos los obstáculos. Ya sé que esta es una frase super usada y super cursi, también sé que si algún escritor lee esto dirá que esa frase es un lugar común o un camino trillado, pero el amor si no es cursi, no es verdadero.
Esa noche hubo derroche de erotismo y creatividad. Bien podrían hacerle algún aportarle al famoso libro. En la mañana, consumido su tiempo, se despidieron con la certeza de haber descubierto un nuevo mundo para los dos. No fue necesario preguntar si iba a volver. Ernesto resultó ser una perfecta compañía, con un peculiar sentido del humor al que Maura no podía resistirse. Ya la reja estaba abierta.
_ No te demoro más_ dijo él.
Ella dio la espalda sabiendo que regresaría las veces que fueran necesarias a ese sitio donde se sintió como un hotel cinco estrellas, porque lo importante no es dónde, sino con quién.
El acostumbrado auto la esperaba puntual para llevarla a donde saben, a recibir lo que ya saben. Esta vez, Maura no quiso aceptar el dinero pero Doña Leonor insistió. Era una mujer de palabra y un negocio es un negocio. Además, ya se había percatado, por algunas llamadas de su hijo, que él sentía gran atracción por Maura y esto no le agradaba mucho, algo tendría que hacer al respecto.
Continuará...
Pavilion. Chapter IV
Hello, friends. Greetings to all. Today we continue with Maura's story.
The same rental car was waiting for her outside the prison to take her back to Leonor's house, where she would receive the rest of the agreed-upon payment.
I never earned money so easily, she thought.
Of course, Leonor wanted to know everything, from A to Z, how things went in the pavilion. So she subjected the young woman to an exhaustive interrogation, which Maura answered sincerely; nothing that happened was reprehensible or secret – the closest thing to intimacy was sleeping while embracing each other. The lady was very happy with each answer; the harshness of confinement hadn't been enough to rob her son of his tenderness, delicacy, and common sense, who was, moreover, raised by a Masonic father.
Leonor wanted to keep a certain distance from Maura, but the young woman was so pleasant and had such good vibes that she could slip through the eye of a needle. Leonor called her from time to time to check on her and inquire about her health problems. Simply put, the girl had her ashé (divine blessing/energy) despite the vicissitudes, and Doña Leonor began to look at her with different eyes.
Maura moved on with her life, although that encounter changed something inside her. The first thing she did was pay the rent and then open a bank account. An account that, in the past, she had had to postpone many times because she never had an extra peso to save. She indulged in a few small pleasures she had longed for, which were privileges for some and impossible to dream of for semi-marginal people like her.
Among other things, she bought some delicious shrimp, and her stomach, "frightened," couldn't digest them. She vomited three times and went to the bathroom four times. She almost ended up dehydrated and needing an IV drip at the emergency room. She spent two days on a diet of boiled malanga (taro root) and chicken. That little luxury cost her dearly.
Afterward, her neighbors noticed she was different – less flighty and outgoing than usual. Several exes wanted to invite her out to party, but she kept her promise not to sleep with another man, anxiously waiting for the fifteen days to pass so she could see the convict again, who had offered her something better than a few hours of sex. Cupid had done his work. Ernesto couldn't stop thinking about her. Her image was the last face he saw before sleeping in his lonely cell. Like a simple teenager, wet dreams haunted him frequently. Uncertainty and doubt gnawed at him, not knowing if the attraction was mutual.
One Saturday, after five days, Maura was cleaning her house half-heartedly when she heard her phone ring. It was an unknown number. Who dares to call me from a landline? she thought.
_Good afternoon*, said the person on the other end.
She immediately recognized Ernesto's voice. She was left speechless and silent.
_Hello? Are you there? he said.
_Yes, yes. I am.
_Do you know who you're talking to?
_Of course I do. How could I forget your voice?
A smile spread across Ernesto's face.
_I just called for a moment to see how you are. Everything okay?
_Let's say yes. And you?
_Eager to see you.
At that moment, for "mysterious" reasons, the phone service cut out and didn't come back for three hours. "Inexplicable" things that sometimes happen around here. That sudden call brought Maura great joy, and she resumed her cleaning with music, humming along to Los Van Van. Ernesto was happy too; at least he got to hear her voice. How long the wait feels when you desire something intensely. On the eve of the pavilion visit, Leonor called Maura to confirm; this time it would be for twelve hours, starting at eight in the evening.
_Are you going?
_I'll go.
During this second "date" – to give the event a less disturbing and shameful name – Maura had better luck. Just as the door closed, Ernesto couldn't control his instincts for another minute. He grabbed her by the waist and kissed her with a mix of passion and tenderness. Surprised, she responded with equal intensity. Maura liked that way of kissing, both gentle and unrestrained. She always placed great importance on the kiss; it was a kind of compass indicating whether to move to the next level.
Without a word, a whirlwind of emotions erupted. They were locked in close combat until ten o'clock that night, savoring a host of sublime obscenities. There wasn't an inch of Maura's skin that escaped a caress, a kiss, or a tongue. Orgasms flowed through her like springs; she lost her strength. Ernesto almost left her sweetly unconscious with wild, crazy sex.
That man was a beast; he lifted her as if she were a feather. He unleashed all the pent-up energy he had, as if he had drunk five cans of Tigón (energy drink). They ended up exhausted. He rested his head on Maura's chest like someone seeking refuge and care; she, surprised, cuddled him. None of her seven ex-husbands had possessed the sensitivity of this prisoner. Those others, as soon as they released their semen and their urges – often without caring about her satisfaction – pulled away from contact as if her presence bothered them.
They lay there until hunger forced them upright. Sticky as they were, they took a bath, this time together. Maura washed Ernesto's back, where God knows how long it had been since anyone had laid hands. He closed his eyes gratefully. It was midnight; the food was as cold as a dead man's foot, but that didn't matter in the least. They happily ate the delicacies Leonor had prepared. It was only after that that they truly managed to talk calmly and serenely.
Ernesto was already captivated by her charms. It's very easy to fall in love in circumstances where affection is scarce and someone appears to give you a little hope. Maura was a practical woman; she knew what she was facing if she pursued a formal relationship beyond sex. But when it hits you, there's no escape; the heart rules without the slightest chance for the brain to prevail. And feelings don't always need months to show themselves; sometimes, a gesture or a word is enough, and there it is, ready to save us or screw us over.
Ok
They were determined to take the step and join their lives despite the prison inconvenience. It wouldn't be easy. However, both were romantics convinced that love can overcome all obstacles. I know this is a super-used and super-cheesy phrase, and I also know that if any writer reads this, they'll say it's a cliché or a worn-out path, but love, if it isn't cheesy, isn't true.
That night overflowed with eroticism and creativity. They could have contributed something to the famous book (Kama Sutra?). In the morning, their time consumed, they said goodbye with the certainty of having discovered a new world for both of them. There was no need to ask if she would come back. Ernesto turned out to be perfect company, with a peculiar sense of humor that Maura couldn't resist. The gate was already open.
I won't keep you longer, he said.
She turned her back, knowing she would return as many times as necessary to that place where she felt like she was in a five-star hotel, because what matters isn't where you are, but who you're with.
The usual car waited punctually to take her where you know, to receive what you already know. This time, Maura didn't want to accept the money, but Doña Leonor insisted.
She was a woman of her word, and a business is a business. Besides, she had already noticed, from some calls with her son, that he felt a strong attraction to Maura, and this didn't please her much. She would have to do something about it.
To be continued...
