Eso le llamaría el fulgor infantil, la ilusión, la esperanza confiada, translúcida, la pureza sin cortapisas, el ensueño... Esos niños que fuimos, que definitivamente no hemos dejado de ser, aunque el "crecimiento" haya empañado esos espejos... Gracias hermano por traernos en hermosas fotografías esa fuente de agua clara donde mirar la inocencia de las niñas y a un mismo tiempo mirarnos el alma...
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