Ayer me encontré en el viaje de la infancia y una vida llena de inocencia, siempre bajo la sombra y el cuidado de mis padres. Estuve en los brazos de mi madre porque era un niño indefenso, solo en esa primera etapa de la vida, donde todo depende del cuidado y la protección de nuestros padres.
Me gustaba correr y reír, y me soltaba de los brazos de mis padres y ellos corrían tras de mí; esa era la alegría y la risa de mi infancia.
Cuando estaba enfermo de niño, los brazos de mi madre eran más suaves y tiernos al cuidarme, y estuvo muy atenta a mi recuperación.
La infancia es una etapa de la vida con un principio y un final, pero no se detiene, porque la vida misma es muy dinámica y nos lleva por todas las etapas que un ser humano debe experimentar.
Creo que disfruté mucho de mi infancia, y creo que mi bienestar emocional durante esa etapa fue muy interesante porque siempre estuve bajo la sombra del amor de mis padres.
La vida misma me llevó a otro tren y a otra estación, donde ya no me veía como un niño. En cambio, mi apariencia física era la de un adolescente que luchaba por dejar atrás lo infantil y tratar de hacer lo que haría una persona madura. Sin embargo, mi rostro se parecía al de un adolescente, y mi forma de pensar y expresar mis emociones cambió gradualmente.
No quería que mi madre me malcriara como lo hizo cuando era niño; en cambio, quería demostrarles a mis amigos que ya no era un niño.
Mis emociones pasaron por procesos, y llegó el momento de sentir atracción por el sexo opuesto, lo que para un adolescente era como ser el protagonista de una película.
Mi primer amor, por así decirlo, fue precisamente durante esa etapa de la adolescencia, a los 15 años, y eso fue muy importante para mí, lo que me hizo sentir un gran hombre.
El solo hecho de estudiar y luego ingresar a la universidad cuando aún era adolescente fue el comienzo de un hermoso cambio que nos ofrece la vida, y ahora me encontraba viajando en el tren de la juventud, lo cual fue muy emocionante. Sin embargo, las responsabilidades de esa etapa me enseñaron a trabajar duro para alcanzar el sueño de una carrera profesional y así ver cómo esta etapa de mi juventud culminaba.
En cuanto abrí los ojos, ya no era un adolescente, sino un adulto, viajando en un nuevo tren de la vida, ahora con mayores responsabilidades y teniendo que formar una familia.
La vida continuó con su dinámica, y lo importante era aprender a disfrutar de cada etapa y cada viaje que la vida misma me llevaba a recorrer. Ese niño ya no era un niño, sino un adulto.
Con una familia, un trabajo y una lucha constante por la madurez y el crecimiento personal, pude experimentar momentos tanto agradables como desafiantes para mi bienestar personal y mi salud mental.
Ese adulto, ahora una persona mayor, con 59 años, puedo comprender que la dinámica de la vida misma cambia constantemente y que requiere saber disfrutar de cada momento y etapa que la vida nos presenta desde el inicio de nuestro viaje, desde la infancia.
Esto nos lleva a una gran reflexión: mientras vivamos, siempre iremos hacia algún lado, y esto requiere saber disfrutar de la vida en cada uno de sus procesos y etapas por las que transitamos.
En la vida, siempre habrá algo que lograr, y ese algo son las metas que nos fijamos en cada viaje. Es lo que nos dará alegría al desarrollar plenamente nuestro camino.
Bendiciones y éxito a toda la familia de la comunidad @holos-lotus.

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