Greetings to this @holos-lotus community, where revelations are precious and the soul's embraces are warm.
What mysterious paths will the spirit of @iriswrite travel to summon us to these challenging issues? To answer them, we must delve into corners we weren't even aware of. I've been doing my research, of course, and what I found I'm sharing here for you, for whatever it may be of use.
If there was one trait of my personality that got me into trouble since I was a child, it was the need to express and defend my point of view, especially in situations, attitudes, or opinions that directly affected me or people I cared about.
If someone challenged me with false or offensive comments, they were met with an argument-producing machine. If anyone tried to interfere in my affairs or in the way I chose to manage my life, they were lashed with sarcasm and cutting edge. I never lost a battle.
Except for my peace. Unfortunately, indiscreet and impertinent behavior is all too common in our culture, so situations like the ones I described were never lacking. At the end of each episode, it was no longer possible to determine who lost more because, despite what I'm telling you, I don't like confrontations; they leave me with a bitter taste, regret, and deep frustration.
I think this exaggerated defense responded to very basic instincts of territoriality, even self-acceptance and the like, while the empathetic and sociable part of me resented the method and even the result.
As the years passed, the energy that sustained my youthful crusades gave way to a constant and growing need for peace. Phrases like "More important than being right is being reasonable" began to shape my character.
I discovered that I didn't have to defend my views to others, that I could live my days my way, and that sometimes a fight avoided is a bigger triumph than a fight won, and even more fun.
Let me tell you a quick anecdote: At one point in my life, I was serving as a missionary for the Methodist Church. There were a significant number of women on my mission. I had already agreed with the leader of the Women's Department about how to care for those under my care. The problem was that there was also this other sister, a great servant of God whom I love very much, but with an unresolved and acknowledged need for control. She began to interfere arbitrarily and launched a full-blown interrogation in an attempt to "expose her suggestions." I couldn't lose my cool, because of her age and my love for her, so I opted for a "ball-diverting" strategy. Every time she asked me something, I simply responded, with my most innocent face and a smile, "Why?" I modulated that same question in every possible tone and facial expression until her sister thought I was a fool or an insurmountable wall and left me alone.
To confront those who came to me with judgments or offensive comments, I started using another pill, called "Oh, that's an opinion." Believe me, it's very effective and works both ways: it keeps me at peace, my interlocutor chokes on the answer, and that's how the conversation ends.
Don't believe for a moment that I've lost the ability to fight for my rights or those of my loved ones. It's just that now I value my beloved haven of inner peace more and reserve myself for the truly necessary battles.
I'm glad you made it to the end. I'm waiting for you here with a huge hug and a very grateful heart. 🫂💖
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Saludos a esta comunidad de @holos-lotus donde las revelaciones son valiosas, y cálidos los abrazos del alma.
¿Qué misteriosos caminos recorrerá el espíritu de @iriswrite para convocarnos a estos temas tan desafiantes? Para responderlos debemos escudriñar en rincones de los que ni siquiera éramos conscientes. Yo estuve haciendo ya mi búsqueda, claro, y lo que encontré lo pongo aquí a disposición de ustedes, para lo que les pueda servir.
Hubo un rasgo de mi personalidad que me metió en problemas desde niña y fue la necesidad de manifestar y defender mi punto de vista, sobre todo ante situaciones, actitudes u opiniones que me afectaran directamente a mí o a personas que me importaran.
Si alguien me desafiaba con comentarios falsos u ofensivos, se encontraba con una máquina de producir argumentos. Si alguien intentaba inmiscuirse en mis asuntos o en la manera en que elegía manejar mi vida era azaeteado con sarcasmo y mordacidad. No perdía una batalla.
Excepto la de mi paz. Lamentablemente las conductas indiscretas e impertinentes sobreabundan en nuestra cultura, así que situaciones como las que les describía no faltaban nunca. Al final de cada episodio ya no era posible definir quién perdía más porque a pesar de lo que les cuento, no me gustan las confrontaciones, me dejan un sinsabor, arrepentimiento y una frustración profundos.
Creo que esa defensa exagerada respondía a instintos muy básicos de territorialidad, incluso autoaceptación y cosas así, mientras la parte empática y sociable de mi ser se resentía del método y hasta del resultado.
Los años pasaron, la energía que sostenía mis cruzadas juveniles cedieron paso a una necesidad constante y creciente de paz. Frases como "Más importante que tener la razón es ser razonable" comenzaron a moldear mi carácter.
Descubrí que no tenía que defender mis puntos de vista ante los demás, que podía vivir mis días a mi manera y ya, que a veces una pelea evitada es un triunfo mayor que una pelea ganada e incluso más divertido.
Les cuento rápido una anécdota: en un momento de mi vida yo servía como misionera de la Iglesia Metodista, en mi misión había un número significativo de señoras, ya me había puesto de acuerdo con la líder del Departamento de Damas acerca de cómo atender las que estaban a mi cargo. El problema era que también estaba esta otra hermana, una gran sierva de Dios y a quien amo mucho, pero con una no resuelta y reconocida necesidad de control. Empezó a inmiscuirse arbitrariamente y me montó un interrogatorio en toda regla para intentar "exponer sus sugerencias".
No podía perder la calma, por su edad y por mi amor, así que opté por una estrategia de "desvío de la bola" cada vez que me preguntaba algo yo solo respondía, con mi cara más inocente y una sonrisa, -"¿por qué?, modulé esa misma pregunta en todos los tonos y expresiones faciales posibles hasta que la hermana me dio por tonta o por muro infranqueable y me dejó en paz.
Para enfrentar a quienes llegaban a mí con juicios o comentarios ofensivos comencé a usar otra píldora, se llama "ah, esa es una opinión". Créanme, es muy efectiva y funciona en ambos sentidos: a mí me mantiene en paz, a mi interlocutor se le atraganta la respuesta y así termina la conversación.
No vayan a creer ni por un momento que he perdido la capacidad de luchar por mis derechos o los de mis seres amados. Solo que ahora valoro más mi amado recinto de paz interior y me reservo para las batallas realmente necesarias.
Me alegra que llegaran hasta el final de la lectura. Aquí los estaba esperando con un abrazo inmenso y un corazón muy agradecido. 🫂💖
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