Constructor de Paz.

in Holos&Lotusyesterday (edited)


La vida no siempre es justa, ya eso lo habrán experimentado. Te pone enfrente pruebas duras, y a mí me tocó una de las más difíciles: 11 años en prisión, once años… tiempo que se fue, que ya no volverá. Solo salí gracias a un análisis de ADN costoso que al final demostró que era inocente. Me devolvieron la libertad, sí, pero nadie me va a regresar ese tiempo perdido. Ni tampoco las cicatrices que uno carga después de tanto encierro. Ahí empiezas a preguntarte cómo logras no llenarte de rencor. Cómo decides no endurecerte por dentro y, en cambio, buscar la paz, cuando todo a tu alrededor parece empujarte hacia el odio. Son vivencias que no se las deseo ni a mi peor enemigo.


De mi propiedad.

Recuerdo que ahí adentro, donde hasta el aire parecía pesado y gris, decidí arreglar un área en la Unidad Educativa del Penal, donde todos pudieran ver la tele juntos. No era mucho, pero quería crear un espacio donde nos sintiéramos un poco normales, quizá libres; aunque fuera por un rato. Una noche, después de una visita dominical, a golpe de las 10, un muchacho “drogado” quiso agarrarse a golpes conmigo por haber apagado la tele. Mi primer impulso pudo haber sido responderle igual, pero algo me frenó. En vez de eso, lo sujeté hasta que llegó el guardia. Al día siguiente, me llevaron un reporte para firmar y el guardia mandarlo al pabellón de máxima seguridad, los internos lo llamaban “tigrito” —vaya a saber cómo era, nunca visité esas áreas—. Pero pensé: ¿para qué?, ¿qué iba a ganar yo con eso? Le dije al oficial que no había pasado nada, que no necesitaba reportarlo. Gané un amigo en ese infierno, pero también me pregunto…, ¿cuántos habrían hecho lo mismo?

Otra vez pasó algo peor. Estaba recibiendo visitas de mi mamá cuando un interno, bajo efectos de alguna droga, empezó a insultarme delante de ella. Sentí coraje, impotencia, vergüenza… pero respiré hondo. Le dije con calma que mejor platicábamos después, cuando estuviera tranquilo. Horas más tarde, ya más sereno, vino a disculparse —sobre todo con mi mamá— y acepté sus palabras. Con un simple gesto, unas palmadas en el hombro, cerramos esa historia. A veces pienso: ¿por qué no le respondí con rabia? ¿Para qué alimentar más el fuego? A veces, simplemente callar y darle tiempo al tiempo hace más que gritar.

Después del penal, la vida me enfrentó a otra prueba…, la enfermedad de mi hija Sofía. En el hospital, discutí con el médico porque no solo a ella le faltaba atención, sino a otros niños también. Él solo contestó: “yo soy el doctor”. Esa frase me quedó clavada. Dos meses después, Sofía falleció. ¿Qué haces con ese dolor? ¿Vale la pena quedarte atrapado en la ira? ¿O es mejor tratar de entender, incluso con el corazón roto? ¿Cómo sigues adelante después de perder a tu hija?



De mi propiedad.

A veces pienso en qué es lo que me ayuda a no dejar que la rabia decida por mí. No sé si es carácter, si es experiencia, si es instinto… Lo cierto es que reconozco el dolor y la injusticia, pero trato de no dejar que me dominen. Antes de actuar, respiro. Me doy un segundo para pensar qué consecuencias tendrán mis palabras o acciones. Intento ver a la gente como personas, aunque me hayan lastimado. Porque todos llevamos cosas adentro que no se ven. ¿Cuánto del daño que nos hacemos viene de heridas que ni conocemos? Tal vez, si en lugar de reaccionar con furia, tratáramos de entender, el mundo sería distinto.

Recuerdo una frase de Viktor Frankl que me acompaña: “Entre el estímulo y la respuesta hay un espacio. En ese espacio reside nuestra libertad y nuestro poder para elegir nuestra respuesta. En nuestra respuesta reside nuestro crecimiento y nuestra libertad.” ¿Cuántas veces he encontrado ese espacio y he decidido responder desde la paz, no desde el enojo? ¿Cuántas veces lo he perdido de vista?

No es sencillo explicar a quienes nunca han estado en un penal lo que significa vivir bajo ese régimen. ¿Cómo transmitir la importancia de elegir la paz, incluso cuando todo invita a la confrontación? ¿Por qué, en los ambientes más hostiles, la paz y el bienestar parecen decisiones tan difíciles y, a la vez, tan necesarias? ¿Qué nos hace humanos en medio de la adversidad?


De mi propiedad.

He aprendido, a veces a golpes, que siempre hay un espacio para elegir cómo responder. ¿Por qué elijo, cada día, ser constructor de paz, aun cuando la vida me sirve tragos amargos? ¿Qué sentido tiene tender la mano al que me ha herido? ¿Es la paz una señal de debilidad o la mayor fortaleza? Como decía Gandhi, “No se puede obtener la paz exterior hasta que no se tiene paz interior.” ¿Dónde encuentro yo esa paz, y cómo puedo compartirla con otros?

Estas preguntas me acompañan y me siguen desafiando. Quizás, al compartirlas, otros también encuentren sus propias respuestas. Gracias por la invitación amiga @charjaim y a ustedes por su tiempo en leerme. Bendiciones.




Respondiendo al llamado de la columnista @charjaim en su habitual iniciativa Esa Vida Nuestra No. 34. Anímate a participar @cirangela, @issymarie2 y @sacra97. En el siguiente enlace encontrarán la información necesaria.

Tragos amargos



Portada de la iniciativa.


Creciendo como persona, busca y encuentra lo que necesitas para ser un mejor humano en la Comunidad Holos&Lotus. De seguro, hay un tema que te llamará la atención.



Infografía propia de la Comunidad Holos&Lotus







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Dedicado a todos aquellos que, día a día, hacen del mundo un lugar mejor.





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Sort:  

Me gusta todo lo expresado en este post y estoy completamente de acuerdo con usted estimado @amigoponc. Yo también apuesto por la paz en cualquier escenario que se presente, de hecho, en ocasiones la indiferencia tambien es una buena respuesta delante de las provocaciones. Es solo un trago amargo, luego hay que seguir adelante. Apoyo total!!!

Gracias, amigo por sus amables palabras. Nunca me gustó la “ley del hielo”, pero tiene sus frutos. Un abrazo lleno de bendiciones.

Amigo, la vida te ha dado golpes tan fuertes como los evocados por Vallejo en piedra negra sobre piedra blanca, y siempre ha buscado soluciones altruistas. Que tenga una linda noche.

También me ha dado muchas bendiciones, quizá ha sido el equilibrio de la vida misma. Gracias por estar al otro lado y haber dedicado tiempo a la lectura. Bendiciones.

Eres el campeón de la batalla más difícil de librar, esa en la que nos enfrentamos a nosotros mismos, a nuestros peores y más fáciles instintos. Te felicito por ello, imagino que es más duro conseguirlo que contarlo, pero lo has conseguido.
Dejé en captura de pantalla la frase de Vicktor que nos compartes, tendré que reflexionar mucho sobre ella.
Gracias por encontrarnos dignos de estas memorias y de esta lección

Una vez me preguntaron si me daba pena decir que estuve preso con la naturalidad con que lo cuento, y la verdad que no, pues, no tengo nada que ocultar. Son situaciones que pasan y he vivido para contarlas. Gracias por siempre estar presente, por conectar como lo haces. Espero que la frase te sea de ayuda. Un abrazo lleno de bendiciones. Gracias por estar al otro lado…

Quedó sin palabras. La gente suele hablar acerca de que hay que ponerse en los zapatos del otro; pero ni de manera literal lo encuentro apropiado. Has pasado por mucho y no sé si esa manera de ser es por lo que has vivido o desde siempre fuiste así. Gracias por contarnos.

“Ponerse en los zapatos de otro”, “nadie sabe las goteras que tiene el vecino”, es difícil, cada quien vive su propia historia.

Quizá sea recurrente con mi pasado, pero siempre encuentro alguna arista no contada que se ajusta al tema de las propuestas. Pues, amiga, así es la vida, llena de escenas que van quedando en el pasado, pero se mantienen en nuestro gran sistema de almacenamiento neuronal. Bendiciones.

Eres un Pacificador. Yo oro para serlo también. Tú agradas a Dios y yo deseo hacerlo también.

Siempre he sido el conciliador entre las partes. Gracias por su tiempo de lectura, su apoyo y su acertado comentario. Bendiciones.

Saludos amigo, gracias por contarnos un poco de tu experiencia, no puedo agregar que te entiendo pues no he vivido tus experiencias, pero sí comprendo que estés algo confundido entre el odio y rencor, es fuerte vivir tantas situaciones y más aún que hayas perdido a tu hija, pero ha sido una persona bastante sabía para poder enfrentar tantas cosas y no actuar con ira, no debió ser nada fácil todo lo que te tocó vivir allí pero pudiste dominar cada situación mala que se te presentaba en el camino, imaginar solamente que te gritaran delante de tu mamá con palabras obscenas y que controlaras eso ya es suficiente.

Te deseo muchos éxitos, y que sigas sanando todo lo que sea necesario contar de que logres crecer como persona.

No estoy confundido entre el odio ni el rencor, o que me sumerja en los recuerdos para buscar venganza, sencillamente pongo sobre la mesa conceptos y dejo algunas interrogantes para que el lector: reflexione sobre su propio pasado, su vida…

Gracias por sus palabras, me llenan y siento esa palmadita en el hombre de su parte. Un abrazo lleno de bendiciones.