Coincido en que el optimismo no es una fe ciega, sino un motor para la acción. Nos permite ver el vaso medio lleno para tener la energía de llenarlo por completo. Entrenar esta habilidad es cultivar un realismo esperanzador: reconocer los desafíos del mundo real, pero con la convicción de que podemos encontrar la manera de superarlos. Un enfoque muy necesario.
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