Todo en la vida es pasajero, aferrarse a gente, lugares o cultura repercute en la manera de avanzar y tener vida propia.

He vivido entre culturas (francesa e inglesa) desde hace 15 años, por ello veo el apego de manera distinta. En Canadá, por ejemplo, criar hijos es prepararlos para volar: a los 16 manejan y trabajan medio tiempo, la escuela secundaria fomenta su independencia en lugar de mantenerlos dependientes. No como en Venezuela, donde muchos hijos pasan de los 40 años aún pegados al hogar paterno. Aquí se entiende que soltar no es rechazo, sino amor verdadero: darles alas para enfrentar el mundo desde jóvenes, promoviendo autonomía temprana en lugar de perpetuar ataduras familiares que limitan su crecimiento personal. Soltar es bueno y necesario…