Hello, friends of Holos & Lotus.
Our friend @issymarie2, as a columnist for a day, brings us a topic I love and that I discuss whenever possible with my stepchildren, who are teenagers and haven't yet learned to listen to and understand their bodies.
I've learned over the years that my body doesn't complain for no reason. It's as if an alarm system were constantly sending me signals. When I ignored them or didn't know how to interpret them, it always had negative consequences.
That's why I developed the discipline of listening to my body, a habit she considers essential for anyone who wants to maintain real control over their well-being.
This active listening has allowed me to recognize specific patterns. The most helpful has been learning to identify when a fever is coming on, even two days in advance. It's not a vague feeling; there are concrete symptoms: profound fatigue that doesn't match my activity, pain in my knees and neck, and mild photosensitivity.
Before, these signs went unnoticed until the fever knocked me down. Now, when I detect them, I take immediate action: I rest, hydrate much more than usual, and take steps to strengthen my immune system.
This preparation makes the fever episode much less severe and helps me recover more quickly.
Sometimes, I've even avoided them.
My body has also become a personal barometer (it doesn't just happen to older people).
I've learned that when my knees hurt, in a specific way, like a dull, deep ache, it means the temperature is going to drop suddenly or it's going to rain.
It's not a superstition; it's an assessment I've verified time and time again. This signal allows me to anticipate, dress appropriately, and prepare my environment for weather changes, thus avoiding possible colds or additional ailments.
One of the most important lessons has been with my migraines. I've tried every medication recommended or prescribed to me. I tried all kinds of home remedies until I finally came to a practical conclusion: I know nothing will take away or relieve my migraines.
Fighting the pain is futile and exhausting. However, as soon as I recognize the first visual symptoms, I cancel my flights and go to sleep. I lock myself in my room, completely dark, without any noise, and cover myself well.
When I wake up, I feel as if I've never had anything. As if I've been rebooted.
One of my girlfriends taught me to recognize the signs that tell me when I should stop drinking or eating. Something that has helped me immensely at parties and gatherings.
My body clearly tells me it's had enough. With food, it's an almost uncomfortable feeling of fullness. I know what food and when it can upset me.
With drinks, it's more crucial: I notice a slight numbness in my lips. Before, I ignored these signals and followed the rhythm of the group or my own impulse. Now I know my body always warned me, and I just turned a deaf ear.
Now, as soon as I feel it speaking to me, I stop and take action. This way, I avoid completely preventable problems.
And, to close, the latest thing I learned: I recently discovered that solar storms give me headaches.
Amazing, isn't it? Not just any storms, but the big ones.
Listening to my body is maintaining constant communication with the only instrument I rely on to live. Ignoring its messages is sabotaging myself. Paying attention to them is the most direct way to take care of my health and maintain control over my life.
I invite @iamberenice and my beautiful life partner @elviguitarra to participate.
Versión en español
Hola, amigos de Holos & Lotus.
Nuestra amiga @issymarie2, como columnista por un día, nos trae un tema que me encanta y que siempre que puedo lo converso con mis hijastros, que son adolescentes y aún no han aprendido a escuchar y a conocer su cuerpo.
He aprendido, a lo largo de los años, que mi cuerpo no se queja sin motivo. Es como si un sistema de alarma estuviera constantemente enviándome señales. Cuando las ignoraba o no sabía interpretarlas, siempre me trajo consecuencias negativas.
Por eso, he desarrollado la disciplina de escuchar a mi cuerpo, un hábito que considero esencial para cualquier persona que quiera mantener un control real sobre su bienestar.
Esta escucha activa me ha permitido reconocer patrones específicos. El más útil ha sido aprender a identificar cuándo me va a dar fiebre, incluso con dos días de anticipación. No es una sensación vaga; son síntomas concretos: un cansancio profundo que no se corresponde con mi actividad, dolor en las rodillas y cuello y una ligera fotosensibilidad.
Antes, estos signos pasaban desapercibidos hasta que la fiebre me derribaba. Ahora, al detectarlos, tomo acción inmediata: descanso, me hidrato mucho más de lo normal y tomo medidas para reforzar mi sistema inmunológico.
Esta preparación hace que el episodio de fiebre sea mucho menos severo y que me recupere con mayor rapidez.
A veces, hasta los he evitado.
Mi cuerpo también se ha convertido en un barómetro personal (no solo les pasa a los ancianos).
He aprendido que cuando me duelen las rodillas, de una manera específica, como con un dolor sordo y profundo, es que va a bajar la temperatura de forma brusca o va a llover.
No es una superstición; es una correlación que he verificado una y otra vez. Esa señal me permite anticiparme, vestirme de manera adecuada y preparar mi entorno para el cambio climático, evitando así posibles resfriados o malestares adicionales.
Uno de los aprendizajes más importantes ha sido respecto a mis migrañas. He probado con todos los medicamentos que me han recomendado o recetado. Probé remedios caseros de todo tipo hasta que finalmente llegué a una conclusión práctica: sé que nada me las va a quitar o aliviar las migrañas.
Luchar contra el dolor es inútil y agotador. Sin embargo, en cuanto reconozco los primeros síntomas visuales, cancelo mis planes y me acuesto a dormir. Me encierro en mi cuarto, completamente oscuro, sin ruidos, y me tapo bien.
Al despertar, estoy como si no hubiera tenido nada. Como si me hubieran reiniciado.
Una de las novias que tuve, me enseñó a reconocer las señales que me avisan cuándo debo dejar de beber o comer. Algo que me ha servido muchísimo en las fiestas y tertulias.
Mi cuerpo me indica con claridad que ha tenido suficiente. Con la comida, es una sensación de plenitud casi incómoda. Sé qué comida y cuándo puede caerme mal.
Con la bebida, es más crucial: percibo un ligero entumecimiento de los labios. Antes, ignoraba estas señales y seguía el ritmo del grupo o de mi propio impulso. Ahora sé que mi cuerpo siempre me avisaba y yo me hacía el sordo.
En estos momentos, en cuanto siento que me habla, paro y tomo medidas al respecto. Así evito males completamente prevenibles.
Y, para cerrar, lo último que he aprendido: recientemente descubrí que las tormentas solares me provocan dolor de cabeza.
Increíble, ¿verdad? No cualquiera, sino las grandes tormentas.
Escuchar a mi cuerpo es mantener una comunicación constante con el único instrumento con el que cuento para vivir. Ignorar sus mensajes es sabotearme a mí mismo. Prestarles atención es la forma más directa de cuidar de mi salud y mantener el control sobre mi vida.
Invito a @iamberenice y a mi compañera de vida @elviguitarra a participar.
