Fui una niña y una joven ensimismada, que vivía metida dentro de sí misma, que observaba con atención lo que había a su alrededor, una niña que amaba el silencio y la soledad. Fui una niña que amaba los libros y los mundos, a veces inquietantes, que le abrían. Porque la mayoría de los cuentos de hadas y fábulas para niños son crueles, muestran con frecuencia, a manera de advertencia, sobre los peligros que ofrece la sociedad contemporánea. Pero aún si me asustaban algunos personajes o hechos que narraban, me gustaba leerlos y releerlos.

Los niños introspectivos, tímidos, como lo fui yo, no suelen ser populares. Por el contrario, los otros niños los fastidian, les hacen burlas, los discriminan. Porque los niños tímidos generalmente son inseguros, no se sienten seguros en el contexto en el que viven, no saben cómo defenderse de las agresiones de las cuales son víctimas, les falta confianza en ellos mismos. Yo venía de un hogar muy rígido, tuve un padre muy exigente, que nos crió a mis hermanas y a mí con una disciplina férrea. Los errores eran resaltados y castigados, pero el buen comportamiento y las buenas calificaciones no recibían felicitaciones.

En un contexto como ese, es difícil conformar una personalidad fuerte, segura de sí misma, segura de sus méritos y talentos. No te sientes digno de afecto o digno de elogio. Te cuesta creer en ti. Esto es particularmente malo cuando ya entras en la adolescencia, esa etapa en la que los jóvenes buscan autoafirmación y prefieren estar entre sus pares, tienen sus grupos de amigos a quienes los unen intereses en común. Cuando yo empecé a escribir en la adolescencia yo no tenía amigos a quienes también les gustase leer y escribir, me sentía un “bicho raro”, no encajaba en ningún grupo de la escuela, tenía unos pocos amigos y amigas, que aunque no me entendían conversaban conmigo y eventualmente me invitaban a salir, a comer algo, a ver una película.

Esta situación cambió cuando inicié mis estudios de Letras en la universidad. Porque allí sí encontré otros jóvenes que al igual que yo amaban la lectura y la escritura. Muchos de ellos tenían una personalidad más parecida a la mía, más sensible, introspectiva. En aquel tiempo yo era una joven depresiva, triste, el mundo me parecía un escenario hostil, agresivo, en el que yo no encajaba. Aún después de iniciar mis estudios de literatura me sentía triste, sola. Porque la soledad no tiene que ver con estar o no acompañado. Cuando aprendes a quererte aprendes a acompañarte a ti mismo y a acompañar a otros. No te domina el miedo al rechazo, el miedo a que no te quieran como eres. ¿Qué le diría hoy a esa niña y a esa joven solitaria y triste que fui?...

I was a child and a self-absorbed young woman, who lived inside herself, who carefully observed what was around her, a child who loved silence and solitude. I was a girl who loved books and the sometimes disturbing worlds they opened up to her. Because most fairy tales and fables for children are cruel, they often show, by way of warning, about the dangers of contemporary society. But even if I was frightened by some of the characters or events they narrated, I liked to read and reread them.

Introspective, shy children, as I was, are not usually popular. On the contrary, other children tease them, make fun of them, discriminate against them. Because shy children are generally insecure, they do not feel safe in the context in which they live, they do not know how to defend themselves from the aggressions of which they are victims, they lack self-confidence. I came from a very rigid home, I had a very demanding father, who raised my sisters and me with an iron discipline. Mistakes were highlighted and punished, but good behavior and good grades were not congratulated.

In such a context, it is difficult to form a strong, self-confident personality, sure of your merits and talents. You don't feel worthy of affection or worthy of praise. You find it hard to believe in yourself. This is particularly bad when you enter adolescence, that stage in which young people seek self-affirmation and prefer to be among their peers, they have their groups of friends with whom they share common interests. When I started writing as a teenager I had no friends who also liked to read and write, I felt like a “weirdo”, I did not fit into any group at school, I had a few friends who, although they did not understand me, talked with me and eventually invited me to go out, to eat something, to see a movie.

This situation changed when I began to study literature at the university. Because there I found other young people who, like me, loved reading and writing. Many of them had a personality more similar to mine, more sensitive, introspective. At that time I was a depressed, sad young woman, the world seemed to me a hostile, aggressive scenario in which I did not fit. Even after starting my literature studies I felt sad, lonely. Because loneliness has nothing to do with being or not being accompanied. When you learn to love yourself, you learn to accompany yourself and to accompany others. You are not dominated by the fear of rejection, the fear of not being loved as you are. What would I say today to that child and that lonely and sad young woman I was...?