Saludos a todos los Hivers de esta comunidad. Gracias por pasar por mi blog y leerme. Permítanme presentarme...
Yo, mujer de norte a sur me nombro Yuselys Troche Nerey, médico familiar y Microbióloga.
Acumulo medio siglo dibujando en mi retina la evolución de una mujer que solo se puede mirar a sí misma en recuerdos. La banalidad del espejo la dejo solo cuando dudo si me peiné o no.
Nací a unos 180 kilómetros de mi residencia actual, hablo de un pueblo llamado Velasco que aun acaricia mi memoria y de una casa rodeada de jardines, créanme que no miento. Mi infancia fue tan feliz que estoy segura es la responsable de poder levantarme cada día y respirar aun cuando las fuerzas claudican.
Yo experimenté el idílico sueño de ver las mariposas revoloteando sobre los arbustos, de que me acompañaran rosas, claveles rojos, hortensias y tantas más. Correr por la calles, saltar en las charcas y visitar una pequeña laguna donde los guajacones eran más hermosos que los peces dorados formaba parte de la rutina, siempre al amparo de un abuelo mágico y tanto amor que sigo con la idea fija de una máquina del tiempo.
Mi morada actual se siembra en Camagüey, provincia cetro-oriental de Cuba, llena de historia y de una hermosa arquitectura colonial única con influencias andaluzas y adaptaciones locales. Por estas calles andan mis zapatos desde que tenía ocho años.
Fue más o menos a esa edad que comencé a interesarme por los libros de entomología, paleontología o cualquier literatura en que los animales fueran los protagonistas. En la adolescencia cazaba en las revistas los artículos de arqueología, flora, fauna y sin alguna explicación me empezaron a interesar los ovnis y las historias paranormales, luego la mitología me enamoró suavecito, daba lo mismo griega, romana, nórdica, egipcia, la que fuera era de mi agrado.
Los libros de aventuras empezaron a hechizarme tanto como los policiacos. Dedicaba semanas de mis vacaciones a leer cada tarde, acostada frente a la puerta del portal con el piso de colchón y una almohada. Luego en la noche bajo el amparo de mi cuarto continuaba el viaje por las letras. A mis dieciocho tenía claro que quería ser bióloga, pero a la hora 0 no pudo ser.
Yo quería ser bióloga
Yo quería, pero eran los noventa.
Me rompí con once millones de iguales.
Madre exigía una hija cerca, lejos de la biología.
Tuve que guardar mis libros de insectos y dinosaurios.
La vida de las abejas y los elefantes se convirtieron en Santo que adorar,
altar de frustración.
La medicina veterinaria no era opción,
no había similitud entre mis imágenes del Cretácico,
el libro de entomología y andar entre las vacas.
Entonces, estudié medicina,
también somos animales.
Y así fue, estudié medicina, por largos años me dedique a la medicina familiar dentro y fuera del país, luego decidí hacer la especialidad de Microbiología. Actualmente soy médico microbióloga y Master en enfermedades infecciosas.
Ahora aunque no tengo mis dinosaurios vivo un micro mundo mágico, donde la investigación es cotidiana. No hace mucho me picó el bichito de la poesía y por ese camino aun gateo con la esperanza de erguirme con dignidad.
Ya pasaron los noventa.
Ya soy médico.
Ya curo a la madre que no dejó alejarse a su hija, al jinete del corcel.
Aunque recurran en mis sueños los insectos,
los dinosaurios,
los ausentes.
Este post fue redactado sin el uso de IA. Las imágenes me pertenecen. Los banners fueron creados en Canva, cortesía de @yuraimatc
Greetings to all the Hivers in this community. Thank you for visiting my blog and reading my posts. Allow me to introduce myself...
I, a woman from north to south, am named Yuselys Troche Nerey. I am a family doctor and microbiologist.
I’ve spent half a century tracing in my mind the evolution of a woman who only sees herself in fragments of the past. Mirrors feel trivial—except when I forget whether I’ve brushed my hair or not.
I was born 180 kilometers from where I stand today, in a village named Velasco a place my memory still caresses. A house drowned in gardens (no exaggeration). My childhood was so radiant, I’m certain it’s why I can still breathe when my strength falters.
I lived that idyllic dream: butterflies dancing over bushes, roses and red carnations as companions. Running through streets, jumping puddles, visiting a tiny lagoon where guajacones outshone goldfish, all under the watch of a grandfather who felt like magic. Love was so thick, I still dream of a time machine.
Now, I’m rooted in Camagüey, Cuba’s heart-east, a city of colonial arches and
Andalusian whispers. These streets have known my shoes since I was eight.
Around that age, I fell for books entomology, paleontology, any tale where animals were heroes. As a teen, I scavenged magazines for archaeology, flora, fauna. Then, inexplicably, UFOs and ghosts seduced me. Later, mythology tiptoed inGreek, Roman, Norse, Egyptian, it didn’t matter; I adored them all.
Adventure novels enchanted me as much as crime stories. I’d spend vacation afternoons reading on a mattress by the porch door, then continue the journey under my bedroom lamp. By eighteen, I knew: I wanted to be a biologist. But then came the cero hours the dreams was broken.
I wanted to be a biologist.
I wanted to. But the ‘90s happened.
I shattered along with eleven million others.
Mother demanded a daughter nearby, far from biology.
I boxed up my books on insects and dinosaurs.
Bees and elephants became saints I worshipped,
altars of frustration.
Veterinary medicine? No.
No kinship between Cretaceous dreams,
entomology textbooks, and tending cows.
So I studied medicine.
After all, we’re animals too.
And so I became a doctor. For years, I practiced family medicine here and abroad, then chose Microbiology. Today, I’m a microbiologist, a Master in Infectious Diseases. No dinosaurs, but I live in a microscopic world where research feels like magic. Lately, poetry’s bitten me too. I’m still finding my legs, but I’ll get there.
The ‘90s are gone.
I’m a doctor now.
I heal the mother who refused to let her daughter leave.
I heal the rider of the steed.
Yet in my dreams,
the insects return,
the dinosaurs,
the ghosts of what never was.
"This post was written without the use of AI. The images are mine. The banners were made on Canva, courtesy of @yuraimatc."