Hello, Green Zone hivers.
Since I was a child, I've always heard that phrase: "Don't complain so much, there's always someone worse off than you." It's repeated like a mantra, an instant comfort pill to numb one's own pain. But over time, I've come to a firm conclusion: we can't find genuine solace in that phrase.
It's a mirage that prevents us from moving forward.
Thinking about those who suffer more than me doesn't alleviate my own suffering; At best, it's covered up with a layer of guilt for feeling bad when "others have it worse." It's a mental trap that deceives us, makes us deceive ourselves, since it doesn't make us better off.
Minimizing my pain because there's a greater one doesn't make it go away; it only invalidates it and leaves it there, unresolved, festering in silence. Comparing suffering is a perverse game with no winners.
And that phrase only looks at one side of the abyss. While it's true that there's always someone in a more desperate situation, it's also absolutely true that always, without exception, there's someone better off than us.
If we use comparison as a metric for our happiness, we'll always lose. There will always be someone healthier, more successful, more loved, or more at peace.
There will always be someone who sings better, writes better, dances better, or cooks better.
Should my happiness then depend on others being sadder? That idea strikes me as deeply selfish and mediocre.
I've learned that the only way to move forward is by looking forward. Comparing myself to those behind me gives me a false sense of progress, and comparing myself to those ahead is a waste of time.
In any case, it would be nice to see it this way: those behind me are just a sample of how far I've come, and those ahead are those I have to surpass.
But that's not the case.
My path is mine alone, with its potholes and its sunny stretches. The goal is not to overtake those behind or catch up with those ahead; the goal is to move forward from my own reality, accepting my pain without judgment and working to heal it.
True solace comes not from the misery of others, but from self-compassion and the determination to keep moving forward. Continuing to surpass ourselves for our own satisfaction.
Recognizing my own pain or difficulty is the first step to overcoming it. Looking ahead, with my own strength and my own wounds, is the only way to find a peace that does not depend on others, but on my own growth.
Leer en español
Hola, hivers de Green Zone.
Desde niño siempre he escuchado esa frase: “No te quejes tanto, siempre hay alguien peor que tú”. Se repite como un mantra, una píldora de consuelo instantáneo para adormecer el dolor propio. Pero con el tiempo he llegado a una conclusión firme: no podemos encontrar consuelo genuino en esa frase.
Es un espejismo que nos impide avanzar.
Pensar en el que sufre más que yo no alivia mi propio sufrimiento; en el mejor de los casos, lo encubre con una capa de culpa por sentirme mal cuando “otros lo pasan peor”. Es una trampa mental que nos engaña, nos hace engañarnos, ya que no por eso vamos a estar mejor.
Minimizar mi dolor porque existe otro mayor no lo hace desaparecer; solo lo invalida y lo deja ahí, sin resolver, pudriéndose en silencio. La comparación del sufrimiento es un juego perverso que no tiene ganadores.
Y es que esa frase solo mira hacia un lado del abismo. Si bien es cierto que siempre hay alguien en una situación más desesperada, también es absolutamente cierto que siempre, sin excepción, hay alguien que se encuentra mejor que nosotros.
Si usamos la comparación como métrica para nuestra felicidad, siempre perderemos. Siempre habrá alguien más sano, más exitoso, más amado o con más paz.
Siempre habrá alguien que cante mejor, escriba mejor, baile mejor o cocine mejor.
¿Debería entonces mi alegría depender de que haya otros más tristes? Esa idea me resulta profundamente egoísta y mediocre.
He aprendido que la única manera de caminar es mirando hacia adelante. Compararme con quienes van detrás me da una falsa sensación de progreso, y compararme con quienes van delante es una pérdida de tiempo.
En todo caso, sería bueno verlo de este modo: los de atrás son solo una muestra de lo que he avanzado y los de adelante, a los que tengo que superar.
Pero no es así.
Mi camino es solo mío, con sus hoyos y sus trechos soleados. La meta no es superar al que va atrás ni alcanzar al que va delante; la meta es avanzar desde mi propia realidad, aceptando mi dolor sin juzgarlo y trabajando para sanarlo.
El verdadero consuelo no viene de la miseria ajena, sino de la compasión hacia uno mismo y de la determinación de seguir andando. Seguir superándonos por nuestra propia satisfacción.
Reconocer mi propio dolor o dificultad es el primer paso para superarlo. Mirar al frente, con mis propias fuerzas y mis propias heridas, es el único modo de encontrar una paz que no dependa de los demás, sino de mi propio crecimiento.
